Toros y marrajos

Una cosa es un toro, que puede ser bueno, regular o malo, y otra un marrajo, que s¨®lo puede ser muy malo. En esta primera corrida de la temporada taurina de la Monumental de Barcelona salieron cuatro de los primeros y dos de los segundos.

Los de San Rom¨¢n, muy bien presentados y con desarrolladas defensas, dieron un juego desigual: qued¨¢ndose corto y venci¨¦ndose por el izquierdo el primero, se aplom¨® pronto el segundo, muy flojo pero noble el tercero y bueno y codicioso el cuarto. Los dos de Saboya fueron aut¨¦nticos marrajos, que iban a por los toreros y no ten¨ªan un pase.

El diestro Fernando Cepeda opt¨® por una precavida brevedad despu¨¦s de una peligrosa colada de su primer toro al principio del muleteo. Dibuj¨® alguna ver¨®nica y una media al cuarto, al que no lleg¨® a cuajar, a pesar de que dio algunos muletazos excelentes -un derechazo a c¨¢mara lenta fue un prodigio de empaque y torer¨ªa-, pero la faena, aunque dio muchos pases, fue demasiado desigual y en algunos momentos se limit¨® a aprovechar el viaje.

Manolo S¨¢nchez estuvo muy dispuesto toda la tarde. Se justific¨® con su primer toro, incierto al principio y aplomado despu¨¦s, recurriendo a los pases de uno en uno y al arrim¨®n final ante las dos respetables velas de su oponente. El mismo Manolo S¨¢nchez llam¨® buey al quinto de la tarde y, en efecto, lo era, y adem¨¢s con muy malas intenciones. S¨®lo cab¨ªa lo que hizo el diestro vallisoletano: no perder los papeles, machetear con torer¨ªa, brevedad y habilidad estoqueadora (metisaca, pinchazo hondo y media estocada ca¨ªda). Bastante hizo con salir indemne y, adem¨¢s, lo hizo con dignidad.

Una l¨¢stima que el tercer toro, con muy buen tranco, fuese tan escaso de fuerzas. Jes¨²s Mill¨¢n, que lo brind¨® al p¨²blico entre protestas, hizo una faena de buen corte, con valor y torer¨ªa, pero deslucida por la flojedad del astado y por el mal uso del estoque. En el sexto, que ya provoc¨® el desconcierto de salida, destacaron la espl¨¦ndida brega y los arriesgados pares de banderillas de Carlos Casanova, que tuvo que saludar montera en mano para corresponder a una merecida ovaci¨®n que el p¨²blico le brind¨®. Mill¨¢n comenz¨® el muleteo con l¨®gicas precauciones, ya que delante ten¨ªa al segundo marrajo de la tarde. Le plant¨® cara con valor, pero no tuvo m¨¢s remedio que, ante las dificultades, abreviar.