La globalizaci¨®n en el espejo de la salud
El juicio entre el Gobierno de Sur¨¢frica y 39 empresas fabricantes de medicamentos sobre el derecho del primero a autorizar la importaci¨®n de medicinas contra el sida es un ejemplo -con el caso Pinochet o los acuerdos medioambientales de Kioto- de la crucial tensi¨®n entre los intereses particulares y los universales que atraviesa el sistema internacional. La clave es si m¨²ltiples actores estatales y no estatales pueden alcanzar y hacer efectivos pactos para proteger los derechos humanos, la salud o el medio ambiente, o si prevalecer¨¢n los intereses particulares sobre el bien com¨²n.
Lo primero que est¨¢ en juego en el caso de los laboratorios y el Gobierno surafricano es la posibilidad de que los aproximadamente 4,2 millones de personas infectadas por el virus del VIH / sida en Sur¨¢frica puedan alargar su vida, sufrir menos antes de su muerte y evitar ser transmisores. Luego emerge el choque entre mercado y salud. Los pobres no pueden comprar las medicinas esenciales (contra el sida o los antibi¨®ticos y los antipal¨²dicos). Un tratamiento as¨ª cuesta en Europa o EE UU de 10.000 a 15.000 d¨®lares anuales. Muchos Estados carecen de recursos para financiar ese gasto. Sin embargo, India, Brasil y otros pa¨ªses est¨¢n fabricando las mismas medicinas gen¨¦ricas, pero mucho m¨¢s baratas (desde un 70% hasta un 300% menos). Esto ha llevado a que algunos grandes laboratorios est¨¦n bajando los precios, al tiempo que un estudio de la Universidad de Harvard indica que puede llevarse a cabo el tratamiento por 1.100 d¨®lares.
El suministro de los medicamentos requiere tambi¨¦n infraestructuras sanitarias, que en algunos casos nunca fueron creadas y en otros han sido parcial o totalmente desmanteladas por guerras, corrupci¨®n local y ajustes econ¨®micos estructurales impuestos por el Banco Mundial. Pero hay excepciones notables: el Gobierno de Brasil puso en marcha un programa sanitario, sus laboratorios producen la medicina gen¨¦rica un 80% m¨¢s barata y los resultados son positivos. Pese a ello, el Gobierno de EE UU le ha demandado en la OMC por fabricar esas medicinas.
Los laboratorios investigan y producen mirando hacia las poblaciones con capacidad adquisitiva. Alegan que el coste medio de la investigaci¨®n de una medicina es de 500 millones de d¨®lares, aunque en el caso del sida se han beneficiado de inversi¨®n p¨²blica y de la libertad de precios en EE UU. El resultado: hay menos investigaci¨®n sobre enfermedades como la leishmaniasis, las respiratorias agudas, la tuberculosis y otras que producen diarreas. No hay salud p¨²blica global porque depende de la demanda, y no de las necesidades de 2.000 millones de personas que viven en la exclusi¨®n social.
Cuando un ciudadano no puede pagar un tratamiento de sida, en Europa tiene posibilidades de que se lo financie el sistema p¨²blico de salud. Pero si Estados perif¨¦ricos carecen de recursos, y dado que la cifra de enfermos de VIH / sida en el mundo es de 36 millones (de los que el 95% no recibe tratamiento) y cada d¨ªa se infectan aproximadamente otros 15.000, ?debe dejarse librada la situaci¨®n a los gobiernos locales y a la mano invisible del mercado? ?O la igualdad y protecci¨®n que rigen en los Estados democr¨¢ticos deber¨ªan ser extensivas a todos los sujetos del sistema internacional?
El problema es moral y pr¨¢ctico. Es improbable que la parte democr¨¢tica y rica del sistema internacional pueda vivir como si no existieran las zonas sometidas a enfermedades, guerras internas y regionales, crisis medioambientales y cat¨¢strofes naturales. El sida es s¨®lo un ejemplo. En ?frica subsahariana, el 8,8% de la poblaci¨®n entre 15 y 49 a?os est¨¢ infectado por el VIH. La epidemia est¨¢ arrasando sectores claves; entre otros, m¨¦dicos y educadores. India tiene oficialmente 3,7 millones de infectados, pero la cifra real puede ser el doble.
En las ciudades de la miseria, las ¨¦lites viven entre guardias armados, cercas electr¨®nicas y coches blindados, pero en el sistema global las fronteras son porosas. Aproximadamente un mill¨®n de personas cruzan alguna frontera del mundo cada d¨ªa. El Gobierno de EE UU exige que los alrededor de 500.000 inmigrantes y refugiados que llegan cada a?o pasen una revisi¨®n m¨¦dica, pero 45 millones de turistas entran en el mismo periodo a ese pa¨ªs sin control. ?Cerrar¨¢n EE UU y la Uni¨®n Europea sus puertas a los inmigrantes, los refugiados; prohibir¨¢n el turismo y los viajes comerciales?
En un estudio de Naciones Unidas (Global public goods, Oxford University Press, 1999), el vicepresidente de la Fundaci¨®n Rockefeller, Lincoln Chen, y los expertos Tim Evans y Richard Cash indican que la salud es un bien com¨²n de la humanidad. Algunas enfermedades eran tratadas hasta ahora como parte de la esfera privada (por ejemplo, un ataque al coraz¨®n), pero la globalizaci¨®n ha hecho que la salud forme parte de la esfera p¨²blica mundial. El estudio muestra la correlaci¨®n entre los planes de ajuste estructural y la ruptura de las redes de protecci¨®n social y mayor exclusi¨®n; la exportaci¨®n legal o ilegal de bienes como drogas y tabaco y el aumento de enfermedades; el movimiento de personas y la transmisi¨®n de enfermedades; la degradaci¨®n ambiental y el deterioro de la salud, y el abismo entre la pol¨ªtica de patentes de las nuevas medicinas y la incapacidad econ¨®mica de millones de personas para acceder a ellas.
Si la salud es un bien com¨²n, entonces es indivisible y la equidad acerca de ella significa que el acceso a ella ser¨¢ universal. Pero, seg¨²n Chen, 'la dispersi¨®n de los mercados privados globales ha acelerado la privatizaci¨®n de los servicios m¨¦dicos y la comercializaci¨®n del conocimiento sobre la salud. Los mercados privados son inherentemente injustos: sin poder de compra, los pobres est¨¢n excluidos de los servicios comerciales y las tecnolog¨ªas de la salud'.
Bernard P¨¦coul, Patrice Truiller y Jacques Pinel, de M¨¦dicos sin Fronteras (ONG que hace campa?a por el acceso a medicamentos esenciales al igual que Interm¨®n-Oxfam), proponen: a) formar un Observatorio de Calidad de los Medicamentos (contra las falsificaciones); b) crear fondos de compras centralizados y financiados por los sectores p¨²blicos y privados que garanticen la venta a los productores y el acceso a los necesitados; c) introducir y fomentar criterios de salud p¨²blica en los programas de investigaci¨®n y desarrollo; d) la cooperaci¨®n entre la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, organizaciones multilaterales, el Banco Mundial y el sector privado para que la industria mantenga sus investigaciones y desarrolle medicamentos esenciales contra enfermedades que est¨¢n erradicadas en los pa¨ªses centrales; e) que los pa¨ªses que pueden producir gen¨¦ricos aprovechen las limitadas oportunidades que ofrece la OMC. A la vez, que se respete la legalidad de los que investigan y se establezca una pol¨ªtica de diferenciaci¨®n de precios en pa¨ªses ricos y pobres.
El sistema p¨²blico de salud se encuentra amenazado, cuando no deteriorado, en los pa¨ªses m¨¢s ricos y en colapso en los pa¨ªses pobres. Sin pasos urgentes (los precios y revisar la normativa de la OMC sobre propiedad intelectual) y medidas estructurales (reconstruir los sistemas sanitarios) pactados entre todos los actores -Estados, sector privado, ONG, organizaciones multilaterales, asociaciones de personal sanitario y de enfermos, y los medios period¨ªsticos-, la situaci¨®n ser¨¢ irreversible. Que haya Gobiernos corruptos o casi inexistentes en las zonas vulnerables no debe ser excusa para limitar el esfuerzo. Las cat¨¢strofes humanas producen masivas emociones circunstanciales. La falta de un sistema global de salud deber¨ªa generar una cr¨ªtica sostenida y una demanda racional para que todos seamos ciudadanos, y no s¨®lo personas divididas en v¨ªctimas o consumidores.
Mariano Aguirre es director del Centro de Investigaci¨®n para la Paz (Madrid).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.