Los ni?os tambi¨¦n
De pronto, los medios de comunicaci¨®n se aferran a un tema y lo exprimen durante d¨ªas, semanas, meses; hasta que se estima que la teta ha dado de s¨ª toda la realidad virtual de que es capaz. No es que la realidad tangible se haya agotado, pero pasada por el filtro de la virtualidad, cuando ¨¦sta se esfuma un peque?o universo resulta aniquilado. As¨ª, la anorexia fue una pesadilla mientras los medios le prestaron una atenci¨®n cuasi devota. Esa enfermedad sigue causando estragos, pero s¨®lo en familia son reales a la antigua usanza.
Lo mismo puede decirse de los perros. Dir¨ªase que una extra?a pandemia se extendi¨® entre la poblaci¨®n canina, induci¨¦ndola a desgarrar piernas y destrozar yugulares sobre todo infantiles; lanzando as¨ª la sombra de una duda sobre el mejor amigo del hombre. ?Qu¨¦ ocurre hoy? ?Es que los perros han dejado de repartir dentelladas y zarpazos? As¨ª debe ser, pues en los medios apenas si aparece alg¨²n que otro caso aislado. Con todo y con eso, cuando veo alg¨²n perrazo suelto y sin bozal hago como el loco del Quijote. Alto, que es podenco. Y me escurro, por si la excepci¨®n.
La cuesti¨®n de las mujeres maltratadas, me atrevo a pronosticar, correr¨¢ mejor suerte en los medios. El segundo sexo (que en n¨²mero al menos es el primero) est¨¢ aceptablemente respaldado, sobre todo por... el segundo sexo. Menos suerte tienen los ni?os, que son el Guadiana del inter¨¦s de los medios; y a¨²n as¨ª, m¨¢s de la noticia que del comentario. Ser¨¢, acaso, que ellos no votan y sus padres muy poco, dada la procedencia social de estos pobres cr¨ªos. El 70% de las v¨ªctimas pertenecen a 'hogares' con ingresos de unas 75.000 pesetas mensuales, cantidad que no da para tirar de Mercedes, sino m¨¢s bien para tirar al ni?o por la ventana como se ponga un poco chinche.
As¨ª pues, si los ni?os sufren la violencia dom¨¦stica en mayor n¨²mero que las mujeres, reclamemos para ellos, al menos, la misma atenci¨®n que le dedicamos a ellas. Y son m¨¢s los ni?os maltratados y la violencia les llueve de un miembro u otro de la parentela. Abusan de ellos ambos padres (37% de los casos), la madre (27%, el padre (15,8%) y algunos hermanos, t¨ªos, abuelos y padres no biol¨®gicos. Me valgo de datos para Catalu?a (La Vanguardia), pero se sabe que son v¨¢lidos para el ¨¢mbito estatal. Entre las vejaciones figuran el sometimiento a drogas, la corrupci¨®n, la explotaci¨®n laboral, la explotaci¨®n sexual, el abuso sexual, el maltrato ps¨ªquico, el f¨ªsico, el prenatal y las negligencias. Esta estad¨ªstica no incluye el n¨²mero de muertes por maltrato f¨ªsico, pero las hay a¨²n descontando como tales los beb¨¦s que acaban su primera y ¨²ltima mirada al mundo en un contenedor de basura o en un vertedero.
Se preguntaba Baroja que para qu¨¦ han servido tantos a?os de cristianismo si el estado de barbarie no es inferior hoy al de los siglos paganos. Una simplificaci¨®n, sin duda, aunque con cierto fundamento, pues es cierto que ni?os, mujeres y viejos siempre han pagado el pato de la selecci¨®n natural. Hoy, en los pa¨ªses de Occidente, ciertos cr¨ªmenes andan de capa ca¨ªda pero otros se han recrudecido. Y algunos son casi de nuevo cu?o. Por ejemplo, la explotaci¨®n de 'guante blanco' de que son v¨ªctimas muchos ni?os y preadolescentes por parte de sus pap¨¢s. Este delito, que yo sepa, no est¨¢ tipificado, aunque lo estar¨¢n algunas de sus posibles derivaciones.
Arr¨¢nquese una criatura de tres o cuatro a?os con unos pases de baile, lance unos quej¨ªos y puede haberse arruinado la vida. La llevar¨¢n de aqu¨ª para all¨¢, la someter¨¢n a horas y horas de aprendizaje, le fastidiar¨¢n los juegos, le pondr¨¢n un r¨¦gimen alimentario y por fin, pintarrajeada y vestida como un mamarracho, la har¨¢n 'debutar' en un concurso televisivo. La criatura puede tener la desgracia de arrastrar su gloria durante algunos a?os por fiestas y saraos del pueblo y pueblos adyacentes. Cuando por fin los padres caen en la cuenta de que el reto?o no va a llegar a parte alguna, la infeliz criatura se ha quedado sin ni?ez y acaso con un amargo sue?o de saldo encima. Los padres, no infrecuentemente, se toman a mal su decepci¨®n. Hab¨ªan so?ado en rehabilitar su inanidad a trav¨¦s del v¨¢stago y ahora... Ahora lo pagan todos: el p¨²blico, que no entiende, los promotores, que no promocionaron bien, y la propia criatura, que se distra¨ªa, que no segu¨ªa bien los consejos...
Y as¨ª el calvario de tantos grandes tenistas, ciclistas, futbolistas que se pierde el mundo. Y qu¨¦ decir del martirio de esas pobres gimnastas al borde de la anorexia. Sacrificar acaso los mejores a?os de la vida por una medalla ol¨ªmpica de la que al poco tiempo nadie se va a acordar. Es decir, si se consigue. Gracias a pap¨¢, a mam¨¢ o a ambos.
En los pa¨ªses que llamamos civilizados -sin duda por comparaci¨®n m¨¢s cutre que discreta- todav¨ªa se producen cr¨ªmenes contra la infancia que parecen sacados de El Busc¨®n. Hoy como ayer, un n¨²mero considerable de nuestros ni?os y ni?as temen, m¨¢s que a nada y a nadie, a sus propios padres y dem¨¢s parientes. Creemos estar curados de espanto cuando un nuevo horror nos recuerda que siempre se puede a?adirle mal al mal. No hace mucho, en Rusia, una anciana de apariencia respetable, casi venerable, vendi¨® a su nieto a una banda de traficantes de ¨®rganos, a sabiendas, claro, de que al chico lo iban a desguazar para venderlo a trozos: coraz¨®n, ri?ones, h¨ªgado... (Me acord¨¦, misterios de la memoria, de aquel oficial nazi que le dio a elegir a una madre. ?A cu¨¢l de sus dos hijos fusilaban?).
En la tradici¨®n humanista, el comunismo crey¨® que el mal era m¨¢s cuesti¨®n de entorno social que de genes. (As¨ª perdieron la carrera de la biolog¨ªa gen¨¦tica). El capitalismo puso el acento en los genes. El mal como enfermedad (o anomal¨ªa, si se prefiere) del individuo, no de la sociedad. Se dir¨ªa que la ciencia lee, pero no escucha. As¨ª, a menudo tiene raz¨®n, aunque una raz¨®n triste. El poder es exultante por fuera, triste por dentro.
Ni?os maltratados. Y hablamos de progreso. ?Progreso moral, el ¨²nico digno de tal nombre? Si Condorcet levantara la cabeza: renegar¨ªa de su bello y c¨¦lebre Esquisse... Pero, ?qu¨¦ digo? ?no vemos constantemente im¨¢genes de ni?os depauperados, martirizados, moribundos? Pero ya son espect¨¢culo. La distancia act¨²a as¨ª como el tiempo si pensamos en la Edad Media.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras
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