El reto de la protecci¨®n social
La protecci¨®n frente a los riesgos sociales debe ser financiada en proporci¨®n a los recursos de los distintos sectores
El autor defiende la necesidad de mantener y ampliar desde la solidaridad los actuales sistemas de protecci¨®n del Estado del Bienestar frente a los modelos privados de previsi¨®n
Es preciso defender el modelo de sociedad que definen las conquistas sociales hist¨®ricamente adquiridas
El envejecimiento y el descenso alarmante de la poblaci¨®n en las sociedades europeas occidentales, unidos a la ausencia de una dimensi¨®n social en la construcci¨®n europea, propician los an¨¢lisis estrictamente economicistas y catasfrofistas, sobre el futuro de los actuales sistemas de protecci¨®n social (Seguridad Social y Servicios Sociales), pilar fundamental del modelo europeo de Estado del Bienestar. La situaci¨®n de bonanza econ¨®mica permite el desarrollo de pol¨ªticas econ¨®micas neoliberales, de decidida vocaci¨®n privatizadora de los servicios p¨²blicos de naturaleza social, cuyos efectos perniciosos comienzan ya a notarse, provocando mayores niveles de exclusi¨®n social y de pobreza; pero que alcanzar¨¢n sus efectos m¨¢s negativos en un futuro cercano, cuando limitada esencialmente la protecci¨®n social, muchos ciudadanos queden al amparo exclusivo de su capacidad de ahorro.
Hay que dejar de utilizar como moneda electoral, lo que constituye la esencia de un modelo social de bienestar que nos afecta a todos, al margen de posiciones partidistas o interesadas. La solidaridad debe ser concebida no s¨®lo como un compromiso con aquellos que est¨¢n lejos, sino que debe comenzar tambi¨¦n aqu¨ª con nuestros m¨¢s cercanos. Hay que empezar a decir: solidaridad, s¨ª; pero con todos; y en especial con los que sufren cerca de nosotros, a saber, inmigrantes, discapacitados, parados, marginados y excluidos sociales.
En nuestras sociedades desarrolladas, es necesario, por lo tanto, mantener una actitud solidaria con quienes no tienen trabajo; lo que obliga a repartir el que existe y el que se puede generar. Es urgente tambi¨¦n, mantener una actitud solidaria internacional entre los trabajadores y sus organizaciones representativas, como medio de combatir la actuaci¨®n sin fronteras de las grandes empresas internacionales; lo que exige hoy ya una proyecci¨®n mundial de la acci¨®n sindical. Y por ¨²ltimo, es indispensable propiciar una actitud negociadora abierta en el devenir del conflicto social; pero sin olvidar, que es preciso defender el modelo de sociedad que definen las conquistas sociales hist¨®ricamente adquiridas y que son expresi¨®n de la solidaridad intergeneracional, que nos obliga a mantener para nuestros hijos una sociedad, al menos no peor que la que hemos recibido y conseguido.
'No habr¨¢ dinero para pagar las pensiones; es necesario realizar una reforma urgente de los sistemas actuales', dicen los expertos de la Europa de los mercaderes. Sin embargo, las fronteras se cierran a nuevos inmigrantes que nos pueden aportar riqueza y estabilidad, al tiempo que nosotros podemos proporcionarles el futuro que necesitan. La Seguridad Social aparece como la culpable de la crisis futura de las finanzas p¨²blicas; y as¨ª se consigue que la Seguridad Social vaya perdiendo su identidad; su esencia; su raz¨®n de ser; en definitiva, las ideas-fuerza que la fundamentan y que no son otras que las de necesidad, seguridad y solidaridad.
Conviene, por lo tanto, acudir a la ra¨ªz de las modernas pol¨ªticas de protecci¨®n social que contemplamos, y tratar de recordar a quienes nos gobiernan, y en general a todos los ciudadanos, por qu¨¦ nacen los sistemas de Seguridad Social y los Servicios Sociales, y cu¨¢les son sus ideas-fuerza; para concluir que cualquier reforma que se pretenda de dichos sistemas debe respetar y potenciar el imperativo constitucional com¨²n a todos los pa¨ªses occidentales y europeos, de construir un sistema p¨²blico suficiente y progresivo de Seguridad Social o, incluso, en una concepci¨®n a¨²n m¨¢s amplia, de protecci¨®n social.
Nuestra Constituci¨®n es hoy la puerta abierta para cualquier nueva ordenaci¨®n de la protecci¨®n social; pero si esto es as¨ª, no lo es menos que nuestra norma m¨¢xima es el resultado del pasado. Por ello, una breve referencia a este pasado ser¨¢ muy ¨²til, ya que nos aleccionar¨¢ sobre qu¨¦ fuerzas sociales han hecho posible la aparici¨®n de este derecho; cu¨¢les han sido las resistencias encontradas; y, en definitiva, cu¨¢l es el sentido que debe imprimirse a la Protecci¨®n Social, dentro de la lucha por una sociedad m¨¢s justa y solidaria. Algo, en resumen, que ha hecho reaccionar a la clase trabajadora espa?ola y europea (Niza 2000) y que desgraciadamente, parecen haber olvidado los gobiernos europeos, especialmente el nuestro.
Las situaciones de necesidad que hoy protege la Seguridad Social han existido siempre, pero no siempre ha existido la Seguridad Social. La caridad, la beneficiencia, el ahorro, las organizaciones mutuales, entre otros, han sido medios incompletos a trav¨¦s de los cuales el hombre se enfrentaba con esas situaciones intentando remediarlas. El origen de esta instituci¨®n con el contenido social que hoy tiene, hay que situarlo a finales del siglo XIX. La revoluci¨®n industrial y el liberalismo econ¨®mico imperante crearon un proletariado explotado y de subsistencia, indefenso frente a la enfermedad, la invalidez, la vejez o el paro; infortunios todos ellos que el Estado liberal burgu¨¦s no proteg¨ªa por entender que constitu¨ªan un problema individual que ten¨ªa que resolver cada persona. Qu¨¦ cercanas a esta concepci¨®n, se encuentran las actuales pol¨ªticas neoliberales que sustentan el actual proceso de mundializaci¨®n econ¨®mica, y qu¨¦ pr¨®ximas las consecuencias que este proceso provocar¨¢ en nuestras sociedades desarrolladas, si no lo corregimos a tiempo.
Ante esta situaci¨®n, el movimiento obrero incorpor¨® a sus reivindicaciones laborales los derechos pasivos y surgieron los primeros seguros sociales, como un logro m¨¢s del mismo y como una respuesta del Estado para ajustar el conflicto social. En la aparici¨®n de la Seguridad Social -base de las pol¨ªticas de protecci¨®n social- coinciden, por lo tanto, dos intereses contrapuestos pero convergentes en la respuesta; de un lado, la clase obrera persigue la seguridad individual frente a determinados riesgos b¨¢sicos, y de otro, el Estado y los poderes econ¨®micos persiguen la seguridad de su estructura econ¨®mica -de sus beneficios-, frente al riesgo o amenaza de la clase trabajadora. Estos dos intereses fueron y son las dos fuerzas que hist¨®ricamente matizan el cambio y el avance de la Protecci¨®n Social.
En base a ello, alguien ha dicho que los seguros sociales han representado 'la conquista m¨¢s revolucionaria del reformismo'. Esta apreciaci¨®n es cierta y, en este sentido, la Seguridad Social cumple una funci¨®n conservadora. Pero tambi¨¦n es cierto que la consecuci¨®n de los seguros sociales fue una conquista social, es decir, la expresi¨®n del poder obrero organizado y que esta conquista es, sobre todo, una conquista de libertad. Porque el ejercicio de la libertad puede crecer y desarrollarse, cuando aumenta la seguridad del hombre frente a los riesgos que entra?an la vida y el trabajo. Cuando el hombre est¨¢ hipotecado por las enfermedades, por el hambre o por el riesgo de la muerte, tambi¨¦n est¨¢ hipotecada su conciencia, su cultura y su energ¨ªa renovadora.
La realidad de una Seguridad Social no s¨®lo la componen las instituciones que la conforman y el aparato administrativo que la gestiona, sino que tambi¨¦n forman parte de esa realidad las ideas que esta objetiva; es decir, los sistemas de Seguridad Social, como respuesta organizada frente a un conflicto o conflictos sociales, tambi¨¦n est¨¢n rodeados de un aparato ideol¨®gico. Y porque la pol¨ªtica nunca es neutral, es aconsejable decir expl¨ªcitamente las ideas-fuerza que deben fundamentar el andamiaje jur¨ªdico-pol¨ªtico de la Seguridad Social.
La persona como individualidad y la sociedad en su conjunto han protagonizado desde siempre una lucha por su seguridad, o lo que es lo mismo, el hombre y la sociedad han vivido siempre atemorizados por la inseguridad; ello permite decir que la relaci¨®n seguridad-inseguridad, se presenta all¨ª donde hay naturaleza humana, incluso podr¨ªa decirse, donde hay naturaleza viva. As¨ª las cosas, cabe concluir que, dado que el hombre pierde la seguridad socialmente, tambi¨¦n socialmente debe recuperarla; lo que no s¨®lo responde a una cierta justicia compensadora, sino que es lo ¨²nico que se puede hacer. Con otras palabras, cuando se agudizan las relaciones de antagonismo, hay que potenciar las relaciones de seguridad, si se quiere mantener un m¨ªnimo de socialidad. Y ello, nos lleva a la idea siguiente.
Es un lugar com¨²n la afirmaci¨®n de que los sistemas de protecci¨®n social, y en especial la Seguridad Social, se fundamentan en la solidaridad; incluso, que constituyen una de las mejores expresiones de la misma. Y por solidaridad, en este campo, entendemos el principio de que la protecci¨®n frente a los riesgos sociales, debe ser financiada en proporci¨®n a los recursos con que cuentan los distintos sectores que integran la comunidad. La expresi¨®n pol¨ªtica de esta solidaridad la compendia el r¨¦gimen intervencionista del Estado -del que es un ejemplo notable la Seguridad Social-, el cual impone un principio que no se realiza espont¨¢neamente. Esa intervenci¨®n del Estado social y democr¨¢tico es necesaria, como parte de este edificio en permanente construcci¨®n que es la protecci¨®n social y que nos obliga a recordar que cada ladrillo que se ponga en el mismo, no forma parte ya de su cornisa, sino que debe de estar hecho para aguantar los que sobre ¨¦l se ir¨¢n colocando, en un ejercicio constante de solidaridad intergeneracional; pilar ¨¦ste esencial de los sistemas de Seguridad Social. Y si importante es ese factor de solidaridad hist¨®rica o vertical, el otro elemento que cualifica a los sistemas de Seguridad Social m¨¢s progresistas o avanzados socialmente, es desde luego su base de reparto; o lo que es lo mismo, el hecho de que los recursos del sistema en cada momento hist¨®rico y sin perjuicio de las reservas necesarias legalmente previstas, se reparten proporcionalmente entre todos sus beneficiarios en un ejercicio de redistribuci¨®n de las rentas disponibles. Es lo que podemos llamar la solidaridad horizontal; algo radicalmente opuesto a los sistemas de capitalizaci¨®n individual, en que basan su estructura financiera los modelos privados de previsi¨®n social y que las fuerzas pol¨ªticas conservadoras pretendieron sin ¨¦xito implantar en nuestro pa¨ªs en el debate sobre el Pacto de Toledo. Las mismas fuerzas que ahora nos hablan de la 'nueva solidaridad', 'la nueva ciudadan¨ªa' y 'la nueva pol¨ªtica social'. Como si el sufrimiento, la injusticia y la desprotecci¨®n fueran enfermedades reci¨¦n descubiertas, y como si la historia no hubiera definido claramente qui¨¦nes y qu¨¦ intereses han estado siempre de un lado y de otro en el devenir del conflicto social, por muchas contradicciones y disfunciones que en la orilla izquierda se hayan producido, y por mucho que algunos se empe?en en saltar desde aqu¨¦l lado al otro, en un ejercicio ideol¨®gico, siempre respetable, pero tambi¨¦n, siempre dif¨ªcil de entender.
Los sistemas de protecci¨®n social, incluyendo la Seguridad Social, los Servicios Sociales y la Sanidad p¨²blica, forman parte del modelo europeo de Estado de Bienestar y suponen una conquista social que es preciso defender; porque las conquistas sociales pueden desaparecer si no se lucha por mantenerlas y ampliarlas. Y buen ejemplo de esta lucha, es la movilizaci¨®n de los sindicatos europeos ante la ¨²ltima Cumbre Europea de Niza, en defensa de la Europa social y de los ciudadanos. El siglo que comienza abre el reto ineludible para las sociedades favorecidas, de mantener las conquistas sociales logradas y exportar este modelo a las sociedades en desarrollo; lo que constituir¨¢, sin duda un avance esencial en la dimensi¨®n integral de la mundializaci¨®n de los derechos humanos.
Jos¨¦ Ram¨®n Ju¨¢niz Maya es presidente de Abogados del Mundo (Comunidad Valenciana).
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