Jos¨¦ Luis Verdes
El 17 de abril, Jos¨¦ Luis Verdes se ten¨ªa que enfrentar a un juicio; o mejor dicho, la justicia deb¨ªa enfrentarse a ¨¦l. Yo no conoc¨ªa de nada al famoso pintor, pero hace unos meses llam¨® a mi despacho un se?or de voz profunda que me dijo que requer¨ªa mis servicios profesionales por un problema surgido entre la justicia y ¨¦l. Concertamos una cita y entr¨® la humanidad en el despacho. Me dijo que era pintor. Se extra?¨®, y le gust¨®, que no le conociera (asum¨ª sin rubor mi analfabetismo pict¨®rico). Liquidamos el asunto jur¨ªdico en cinco minutos y estuvimos dos horas hablando de no me pregunten qu¨¦: de las emociones, de los amigos, del mus, del arte ('el arte es una insignificancia al lado de la vida, querido Endika')... de la vida.
El d¨ªa 1 de marzo estaba se?alado el juicio. Quedamos directamente en la puerta de la sala de vistas. Llegu¨¦ con el tiempo justo, y le vi de lejos. Llevaba un elegante sombrero. Me llam¨® la atenci¨®n sentir emoci¨®n mientras recorr¨ªa el pasillo hasta alcanzar el banco en el que estaba sentado un hombre al que s¨®lo hab¨ªa visto una vez, pero que lo percib¨ªa tan cercano.
Se incorpor¨® y me abraz¨® sonriendo. Un abrazo fuerte y cari?oso. Le dije lo bien que le quedaba el sombrero. '?Verdad que s¨ª? Nunca he usado sombrero. Ayer fui a una tienda y me compr¨¦ tres'. Nos re¨ªmos. Esta vez hablamos directamente de las emociones, de los amigos, del mus... de la vida. 'Tengo c¨¢ncer, Endika. Me han dado unos meses'. Lo dijo igual que pod¨ªa decir que hac¨ªa un d¨ªa estupendo o que hab¨ªa dormidomuy bien. Sonriendo. 'Lo llevo bien. Muy bien. Estoy contento porque me va a dar tiempo a terminar la obra en la que estoy ahora'. Me deshac¨ªa mientras continuamos hablando de los hombres, de las mujeres, de la pasi¨®n, de la ternura, de sexo, de amor, de los amigos (menci¨®n especial a Juan Luis Cebri¨¢n), de la ilusi¨®n de vivir... Recordamos a Valle-Incl¨¢n ('merece la pena vivir aunque s¨®lo sea por ver volar las moscas'). Nos llamaron de la sala para entrar al juicio. Me preocup¨¦. Se ri¨®. No hab¨ªamos preparado nada. 'Conf¨ªo plenamente en ti, Endika'. Con artima?as de picapleitos logr¨¦ suspender la vista y nos citaron nuevamente para el 17 de abril. Se alegr¨®. Nos despedimos con un abrazo, tierno y cari?oso. Quedamos en llamarnos. Quer¨ªa presentarme a sus amigos. Se puso el elegante sombrero comprado a empujones de la maldita quimioterapia. Fue mi ¨²ltimo abrazo con Jos¨¦ Luis.
En un d¨ªa soleado (como no pod¨ªa ser de otra manera), le¨ª en EL PA?S la noticia de su muerte. En primera p¨¢gina con autorretrato incluido. Sonre¨ª y llor¨¦ al mismo tiempo. Hice lo que a ¨¦l m¨¢s le hubiera gustado. Llam¨¦ a mis amigos y brind¨¦ con ellos por Jos¨¦ Luis Verdes. No sab¨ªa nada de su obra pict¨®rica, pero sab¨ªa mucho de ¨¦l. Me pregunt¨¦ si habr¨ªa tenido tiempo de terminar su ¨²ltima obra en pintura. El resto de su obra fue inmejorable; me consta.
Hoy todav¨ªa no s¨¦ por qu¨¦ mostraba inter¨¦s en un juicio cuya sentencia probablemente nunca iba a conocer. De hecho, tampoco s¨¦ por qu¨¦ llam¨® a mi despacho. Nunca se lo pregunt¨¦. Pod¨ªa haber acudido sin problema alguno a alg¨²n abogado del establishment; pero era evidente que ¨¦l estaba muy por encima de eso. 'Conf¨ªo plenamente en ti, Endika', me lo dijo en varias ocasiones. Y yo conf¨ªo plenamente en ti, Jos¨¦ Luis. Nos debemos un mus.-
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