Tempestuosos peligros en la econom¨ªa global
Ya es oficial. Wall Street est¨¢ en un mercado a la baja. La burbuja tecnol¨®gica creada por la 'nueva econom¨ªa' desde marzo de 2000 ha explotado. Aquello acab¨® con gran parte del crecimiento en el PIB de la corriente principal desde el pasado octubre.
La desaceleraci¨®n de Am¨¦rica, como se esperaba, se est¨¢ sintiendo en el extranjero. La locomotora japonesa, despu¨¦s de est¨ªmulos fiscales intermitentes, parece definitivamente haberse atorado. Una econom¨ªa en desarrollo del borde del Pac¨ªfico como Corea del Sur podr¨ªa experimentar en 2001 apenas la mitad de su crecimiento del a?o pasado.
Las cabezas de bancos centrales en todo el mundo se escuchan como poco convincentes porristas. El gobernador del Banco de Inglaterra, sir Edward George, proclam¨® en enero que la p¨¦rdida de velocidad global era temporal y que pronto ser¨ªa seguida por una recuperaci¨®n. Para marzo, las cosas estaban peor para los mercados mundiales y la producci¨®n manufacturera mundial. Pero, en imitaci¨®n a los porristas corredores de Wall Street, George repiti¨® su rosado pron¨®stico (esta vez, a una audiencia que ya no cre¨ªa en ¨¦l).
Hace un a?o, el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, estaba en su cl¨ªmax de popularidad y reputaci¨®n. Desde la toma de posesi¨®n del presidente George W. Bush, Greenspan se ha vuelto m¨¢s esquizofr¨¦nico. Dos veces, el consejo de la Reserva Federal inici¨® r¨¢pidamente reducciones de su tasa de intereses de medio punto porcentual. Durante horas y d¨ªas, ello elev¨® el precio de las acciones. Pero, en menos de una semana, los precios cayeron a nuevas bajadas.
La simple verdad es que ni Greenspan ni nadie m¨¢s pueden saber cu¨¢n seria y duradera ser¨¢ la p¨¦rdida global de velocidad. Una burbuja al alza vive psicol¨®gicamente de su propia inercia. Despu¨¦s de que esta burbuja, inevitablemente, se revienta sigue una burbuja descendente, que tambi¨¦n vive psicol¨®gicamente sobre su propia inercia a la inversa.
Hace d¨¦cadas, Wall Street y los mercados mundiales de acciones eran principalmente terreno de juegos para los especuladores y los ricos inversores pudientes. Esto ya no es cierto. La mayor parte del tiempo desde la Segunda Guerra Mundial, las econom¨ªas mixtas han estado generalmente experimentando extraordinaria estabilidad de crecimiento real. En consecuencia, las acciones comunes han producido dividendos favorables al largo plazo.
Los humanos son animales que saben aprender. Y m¨¢s de uno de nosotros invitamos a aquellos que han tenido ¨¦xito. Por ello, por ahora, todos, con excepci¨®n de los m¨¢s pobres americanos, tienen alguna propiedad de acciones comunes. Voluntariamente invertimos en fondos mutuos que poseen un portafolios diversificado de unos cuantos cientos de diferentes corporaciones de multitud de industrias distintas. Nuestros patrones, crecientemente hacen que nuestros fondos de pensi¨®n inviertan en acciones m¨¢s que, como en los viejos tiempos, ¨²nicamente en bonos del Gobierno y en bonos corporativos ultraseguros.
Por ello es que los bancos centrales y los Gobiernos deben preocuparse crecientemente para que las malignas retroalimentaciones entre los distritos comerciales y los mercados financieros no generen fluctuaciones de mayor intensidad en el ciclo de los negocios. Por ello, Greenspan, al principio, se mostr¨® cauto, pero critic¨® cuando Wall Street parec¨ªa ser presa de una 'exuberancia irracional'. Pero, m¨¢s tarde, incluso el cauto presidente de la Reserva Federal comenz¨® a creer en la realidad y en la permanencia de la psicolog¨ªa de la nueva econom¨ªa. (Esto ayuda a explicar por qu¨¦ abandon¨® su oposici¨®n a la masiva reducci¨®n fiscal de Bush; se convirti¨® a la opini¨®n especulativa de que el super¨¢vit presupuestario de Estados Unidos explotar¨ªa dolorosamente a menos que las tasas de impuestos se redujeran).
?Cu¨¢l deber¨ªa ser el programa macroecon¨®mico ¨®ptimo para Am¨¦rica en este nuevo juego de pelota del reci¨¦n inaugurado siglo? Debido a que hemos sido una sociedad de alto consumo que no ejerce el ahorro, no es recomendable que el presidente Bush siga promoviendo una masiva reducci¨®n fiscal aplicable al periodo 2001-2010.
La Reserva Federal tiene el poder para reducir las tasas de inter¨¦s repetidamente si los vientos del ciclo de los negocios contin¨²an soplando con fuerza en una direcci¨®n descendente aqu¨ª en casa y en el extranjero. (La pol¨ªtica no es experta en econom¨ªa. Probablemente, Bush ganar¨¢ una reducci¨®n parcial en los impuestos desde su gran programa original. A mi juicio, ello no perpetrar¨¢ un error fatal en la pol¨ªtica estadounidense, incluso si no es un programa de lo mejor).
Para finales de 2001 creo que tenemos una probabilidad de dos a uno de que el PIB de Am¨¦rica avance de nuevo hacia una tasa de crecimiento real del 3% anual. Esto es claramente mejor que la disminuci¨®n del 1% o 2% en el crecimiento. Pero no debemos esperar un retorno del 4% o 5% como el que disfrut¨® Am¨¦rica en 1998 y 1999.
No me arriesgo a predecir los movimientos en el precio de los mercados de acciones. Pero advierto en contra de la inocente creencia de que casi con certidumbre hemos llegado al fondo del escrito. Puede tardar un largo tiempo acabar con las bancarrotas y errores de una burbuja especulativa.
El consejo de la Reserva Federal no considerar¨¢ con certidumbre que su principal preocupaci¨®n deba ser fortalecer alg¨²n nivel espec¨ªfico de los ¨ªndices Dow-Jones o S&P 500. Probablemente, muchas de las p¨¦rdidas del a?o pasado hayan sido para siempre. Pero ello no significa que ahora sea momento de liquidar todas las acciones y guardar el dinero en colchones o en bancos ultraseguros.
Con la locomotora americana avanzando a tirones y durmiente la locomotora japonesa, ?qu¨¦ debemos esperar de la locomotora europea?
El crecimiento en la Comunidad Europea parece estar desacelerando un poco, especialmente en Alemania. Si el euro se aprecia con relaci¨®n al yen y al d¨®lar, ello crear¨ªa un viento contrario m¨¢s fuerte en contra de la deseada recuperaci¨®n europea. Esto podr¨ªa pedir que el nuevo Banco Central Europeo en Francfort imitara en cierto grado la liberaci¨®n gradual del cr¨¦dito hecha por la Reserva Federal.
Espero que las preocupaciones pasadas del Banco Central Europeo, al estilo del Bundesbank, puedan contemplarse gradualmente frente a nuevas condiciones en el nuevo siglo. El cambio en los tiempos pide cambios en las pol¨ªticas.
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