Vuelta a las trincheras
El autor analiza los problemas del di¨¢logo social y el temor a que los sindicatos abandonen la moderaci¨®n salarial que han mantenido durante los ¨²ltimos a?os
La ruptura por UGT de la 'paz sindical' es una mala noticia. Sean cuales fueren las causas reales de esa decisi¨®n, una vez tomada, no cabe esperar que las cosas sigan igual que antes en la econom¨ªa espa?ola. Una primera y probable consecuencia es que los sindicatos, al menos UGT, vuelvan la vista hacia los salarios como trinchera desde la que defender sus posiciones. Si es as¨ª, ¨¦sta es una mala noticia para la inflaci¨®n, el crecimiento y el empleo. Una mala noticia que llega adem¨¢s cuando el virus de la inflaci¨®n y la p¨¦rdida de impulso ya se han introducido en la econom¨ªa como consecuencia de la subida del precio del petr¨®leo y de la crisis norteamericana, y cuando m¨¢s necesaria es, por tanto, la moderaci¨®n de salarios y precios espa?oles.
La importancia de esta ruptura se puede entender mejor si recordamos el papel fundamental que la moderaci¨®n salarial tuvo en la 'milagrosa' expansi¨®n econ¨®mica y del empleo que, acompa?ada de una aceptable estabilidad de precios, ha vivido la econom¨ªa espa?ola en el periodo 1996-2000. Preguntado en una ocasi¨®n el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, por las causas respondi¨®: 'El milagro soy yo'. Sin restarle m¨¦ritos (aun cuando convenga aqu¨ª recordar la reflexi¨®n de Joseph Schumpeter acerca de que a los pol¨ªticos les sucede lo que a los jinetes: tienden a atribuirse a s¨ª mismos m¨¦ritos que son del caballo), sin duda influyeron tambi¨¦n otras causas. Si hubiese que hacer un ranking, sin duda, como ha se?alado uno de los mejores analistas de la econom¨ªa espa?ola, Miguel Sebasti¨¢n, el primer o segundo lugar en las causas de la expansi¨®n lo ocupa la moderaci¨®n salarial. La falta de beligerancia salarial de los sindicatos coincidiendo con el primer Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar s¨ª ha sido un milagro. Un milagro que en todo caso ha beneficiado al crecimiento, al empleo y a la inflaci¨®n. El riesgo ahora es echar por la borda algunos de esos logros.
Todo recuerda en este momento lo ocurrido a finales de los a?os ochenta. En diciembre de 1988, tambi¨¦n despu¨¦s de una fuerte expansi¨®n acompa?ada de moderaci¨®n de salarios y precios, los sindicatos UGT y CC OO plantearon al Gobierno una huelga general que rompi¨® la moderaci¨®n de salarios y precios, quebr¨® el equilibrio de las cuentas p¨²blicas, contribuy¨® a que la econom¨ªa entrara en recesi¨®n y fue el principio del fin del Gobierno socialista. Han cambiado los actores, a excepci¨®n de ese personaje incombustible que es el presidente de la patronal CEOE, Jos¨¦ Mar¨ªa Cuevas. Y, a diferencia de entonces, el anuncio de huelga general por parte de UGT puede quebrar la unidad de acci¨®n sindical. Pero el gui¨®n, el escenario y los efectos son muy similares.
Esta similitud induce a pensar que, m¨¢s all¨¢ de circunstancias concretas de cada momento y del color pol¨ªtico del Gobierno, existe un ciclo en el comportamiento de los sindicatos en relaci¨®n con la evoluci¨®n de la econom¨ªa. En las fases de fuerte crecimiento econ¨®mico es frecuente que, aunque la econom¨ªa vaya bien, a unos les vaya mejor que a otros. Los que se rezagan, que acostumbran a ser los asalariados, acaban queriendo pasar factura y cobrar la deuda que consideran que la sociedad, los empresarios y el Gobierno tienen con ellos. Esto es lo que ocurre, de nuevo, ahora.
Para comprender el comportamiento de C¨¢ndido M¨¦ndez quiz¨¢ sea ¨²til manejar una especie de teor¨ªa de los tres frentes de acci¨®n sindical. El primer frente son los salarios. Es la trinchera en la que, en ¨²ltima instancia, siempre intentar¨¢n mantener los sindicatos. El segundo frente es la negociaci¨®n de las relaciones laborales y el reparto de las ganancias de productividad dentro de la empresa entre beneficios y salarios. El tercer frente es la negociaci¨®n de la pol¨ªtica social y de bienestar con el Gobierno. Los economistas acostumbran a mantener una visi¨®n convencional que ve a los sindicatos como unas organizaciones monopolistas que siempre intentan alterar los salarios al alza. Los soci¨®logos han sabido ver que los sindicatos son tambi¨¦n organizaciones que buscan abandonar esa trinchera para avanzar en el terreno de la negociaci¨®n de las relaciones laborales y las mejoras de productividad dentro de las empresas. Como al frente de los ministerios acostumbra a haber m¨¢s economistas que soci¨®logos, los Gobiernos tienden a asumir la visi¨®n de los economistas y no favorecen los intentos de los sindicatos para desplazar su acci¨®n desde los salarios a la negociaci¨®n laboral dentro de la empresa.
Pienso que en los ¨²ltimos a?os los sindicatos espa?oles, especialmente desde el momento en que se produjo la llegada de la nueva generaci¨®n de sindicalistas que sustituyeron a los m¨ªticos Marcelino Camacho y Nicol¨¢s Redondo, han hecho un esfuerzo notable para enfocar la voz y la acci¨®n sindical por el camino de la negociaci¨®n de las relaciones laborales y la productividad. Pero ese esfuerzo ha sido bald¨ªo, dada la estrategia envolvente de la CEOE y la precipitada interferencia del Gobierno poniendo fin a las negociaciones para la reforma laboral. El temor es ahora que los sindicatos vuelvan a la trinchera de los salarios. Y para ello basta que un sindicato lo haga para arrastrar a los dem¨¢s a esa guerra.
Es posible que al Gobierno de Aznar le haya pasado con los sindicatos lo que le pas¨® con la no-fusi¨®n entre Endesa e Iberdrola: ha medido mal las consecuencias de sus actos. Con su decisi¨®n de interferir en el acuerdo social ha llevado a los sindicatos -ya de por s¨ª predispuestos a recuperar el terreno perdido por los salarios durante la expansi¨®n- a radicalizar sus posiciones en los otros dos frentes. Le quedaba al Gobierno la negociaci¨®n de la pol¨ªtica social y de las pensiones. Pero tambi¨¦n este frente se ha quebrado. Para evitar ahora el retorno a las trincheras de los salarios, s¨®lo queda una salida: la sensatez por parte de todos. Quiz¨¢ lo que no se pudo conseguir en las negociaciones con la patronal se pueda ahora lograr dentro de las empresas. En cualquier caso, para la econom¨ªa y el empleo, m¨¢s vale un mal acuerdo que la falta de acuerdo.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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