S¨®lo dos propuestas
Creo necesario -y no s¨®lo por educaci¨®n- responder a las preguntas formuladas con honestidad. En un reciente art¨ªculo (EL PA?S, 17 marzo), Pilar Rahola convocaba con retint¨ªn a esos 'modernos, progres y divinos' que, a su entender, han manifestado un terco rechazo del nacionalismo de Pujol sin ofrecer nada a cambio. ?Qu¨¦ Catalu?a propone -dice- 'esa bonita izquierda moderna, mariscaliana y cabreada'?
Aunque no puedo arrogarme ni modernidad, ni progres¨ªa, ni divinidad, ni cabreo, creo poder contestar con sensatez. Sin embargo, debo destacar que Pujol ha tenido 20 a?os para explicar la Catalu?a que le gusta, en tanto que la izquierda (?vaya talentos!) todav¨ªa no ha conseguido ni un minuto. Como es de todo punto imposible resumir en tres folios una Catalu?a menos conservadora, voy a proponer dos medidas urgentes, y s¨®lo dos, para que el oasis catal¨¢n comenzara a ser una ciudad. Con palmeras. Pero ciudad.
'Si oyes a los agraviados, parece como si a Catalu?a le hubiera ido mejor con Franco que con la democracia'
La primera consiste en superar la metaf¨ªsica. El nacionalismo de Pujol presenta a Catalu?a como un pa¨ªs incompleto, problem¨¢tico, escindido, neur¨®tico, al borde de la extinci¨®n, asediado, atacado, contaminado, malentendido, odiado, y as¨ª sucesivamente. En resumen, una Catalu?a melodram¨¢tica que se parece demasiado a la Espa?a de Unamuno. Se trata, entre los bien intencionados, de una alucinaci¨®n religiosa muy atractiva para quienes a?oran una cierta heroicidad del alma. Y, entre los mal intencionados, de una cortina de humo tras la cual se oculta la m¨¢xima irresponsabilidad en el uso de los fondos p¨²blicos, justificada por un patriotismo que, mira t¨² por d¨®nde, siempre favorece a los m¨¢s ricos.
He dicho que se trata de una alucinaci¨®n porque la sociedad catalana, si consideramos los grandes n¨²meros, es de lo m¨¢s normal, est¨¢ razonablemente vertebrada, carece de conflictos homicidas como los vascos, sus ciudadanos son notablemente pr¨¢cticos, bien acomodados, y no se les percibe la menor angustia unamuniana. Ni siquiera los agravios ling¨¹¨ªsticos enfurecen a nadie fuera del c¨ªrculo de quienes viven instalados existencialmente en el agravio. Los cuales, por cierto, no coinciden con quienes dan lustre al idioma.
S¨®lo con admitir este principio ya habr¨ªamos dejado atr¨¢s a la derecha, porque para admitirlo es necesario un paso colosal: aceptar al pa¨ªs tal cual es, y no tal y como lo deseaban nuestros abuelos republicanos, cuando Catalu?a gozaba de un 80% de poblaci¨®n agr¨ªcola y un 90% de analfabetismo, que es la Catalu?a que le gusta a Heribert Barrera. S¨ª, era republicana, pero daba asco vivir en ella si uno no ten¨ªa un pisito en el Ensanche.
Si se aceptara el pa¨ªs real, y no el que sue?an las ¨¦lites pol¨ªticas momificadas en julio de 1936, entonces la poblaci¨®n entera podr¨ªa participar activamente en un programa pol¨ªtico com¨²n, de modo que pudieran pactarse las alianzas que permitieran al Parlament reivindicar en serio las soberan¨ªas econ¨®micas imprescindibles, si de eso se trata. Porque lo cierto es que, si oyes a los agraviados, parece como si a Catalu?a le hubiera ido mejor con Franco que con la democracia. Y tras leer el pat¨¦tico art¨ªculo de Maragall sobre Madrid, se dir¨ªa que hay quien echa de menos aquella superioridad de Barcelona sobre Madrid conseguida..., ?c¨®mo? ?No quedamos en que aqu¨¦l era el momento de m¨¢xima 'opresi¨®n castellana'? ?O acaso oprime m¨¢s la democracia? A ver si se aclaran.
La segunda propuesta va a seguido de la primera y consiste en abandonar la pol¨ªtica como pedagog¨ªa del ciudadano tonto, para comenzar una pol¨ªtica de servicio al ciudadano listo o normalillo. Hasta el momento, tanto Pujol como la c¨²pula del PSC practican una pol¨ªtica paternal, dirigida a un electorado considerado menor de edad, o sospechoso. La selecci¨®n de cargos se f¨ªa a la familia, a los fieles y al servicio de la Causa. El resultado es que los responsables no responden de absolutamente nada y el electorado s¨®lo existe cada cuatro a?os. Si la mayor¨ªa de los ciudadanos de Catalu?a cree que el Parlament es una casa de contrataci¨®n en la que trabaja un sindicato de notables, no es porque no hayan puesto ilusi¨®n en tener pol¨ªticos cercanos y asequibles, sino porque los pol¨ªticos cercanos est¨¢n por las nubes y s¨®lo bajan para re?irnos. Sobre todo si pedimos cuentas.
Ya ves, querida Pilar, dos propuestas y s¨®lo dos. Una: empezar a contar con la sociedad catalana tal y como es, no tal y como era cuando no se hab¨ªa inventado el tel¨¦fono. As¨ª quiz¨¢ se podr¨ªa evitar que en las pr¨®ximas elecciones se abstenga la mitad de la poblaci¨®n y el Parlament se convierta en un club financiero. Y dos: fomentar una pol¨ªtica de la responsabilidad p¨²blica en la que los altos cargos no pertenezcan a la red clientelar de incompetentes que todos conocemos, sino a grupos de expertos preparados para servir a los contribuyentes. A tal fin, es imprescindible que los profesionales de la pol¨ªtica dejen de considerarse un nuevo clero cuya misi¨®n es decirle al ciudadano c¨®mo debe ser, qu¨¦ ha de pensar, c¨®mo debe hablar, qu¨¦ debe leer, creer, amar, defender e incluso cenar. S¨®lo con esas dos medidas ya superar¨ªamos el romanticismo germano y a Unamuno. Una vez puestas en marcha, no ser¨ªa tan dif¨ªcil llegar al siglo XX antes que Valencia. Y, con perseverancia, poco despu¨¦s entrar¨ªamos en el XXI.
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