Extra?as formas de vida
Me comenta un amigo la indiferencia general: ahora, en los d¨ªas de las fresas (mayo y su color y olor de fresa agridulce), sabemos c¨®mo viven algunos de los inmigrantes que recogen fresas en Huelva. Lo han contado Fernando Arn¨¢iz y Santiago F. Fuertes en este peri¨®dico: en Rociana del Condado, entre Niebla y Almonte, en el pinar, junto a un vertedero de pl¨¢sticos, hay tiendas de campa?a donde viven portugueses con esposa y cuatro hijos, y, cerca de all¨ª, barracas levantadas con chapa, colchonetas hundidas, tablas y m¨¢s pl¨¢sticos, sin agua potable, racionada el agua imbebible, sin luz ni letrinas, con moscas y aire nauseabundo, barracas para ecuatorianos, lituanos, rumanos y marroqu¨ªes. Lo denuncian CC OO y un informe de la Inspecci¨®n de Trabajo de Huelva, un informe kafkiano. El escritor Franz Kafka trabaj¨® 14 a?os en la Inspecci¨®n de Trabajo del reino de Bohemia, y la resistencia de los empresarios contra las labores de Kafka como inspector de f¨¢bricas y canteras en defensa de la salud de los trabajadores quiz¨¢ sea el origen de los fant¨¢sticos mundos kafkianos: el castillo inaccesible, la colonia penitenciaria, la burocracia anestesiadora.
Los empresarios de Praga se quejaban de los inspectores como Kafka. Los empresarios freseros atienden a las denuncias de la Inspecci¨®n de Trabajo de Huelva y expulsan de la asociaci¨®n patronal a la empresa Do?ana 2000, que somet¨ªa a sus trabajadores al terrible experimento de vivir en un planeta sin espacio, agua ni luz. (Do?ana 2000: siempre me han parecido sospechosos los montajes que unen nombres y n¨²meros redondos: tradici¨®n y porvenir, palabrer¨ªa, el prestigio de la aritm¨¦tica futurista y la fabulosa historia). La reacci¨®n de los empresarios es un buen signo, pero mi amigo me comenta la indiferencia de empresarios y vecinos de la zona antes de la denuncia de la Inspecci¨®n. ?No ve¨ªan las tiendas de los portugueses en el pinar de Rociana? Los portugueses, ciudadanos de la Uni¨®n Europea, llevan viviendo en esas condiciones diez temporadas, diez a?os, seis meses al a?o, con esposa e hijos, todos invisibles.
Es la indiferencia de la costumbre, le sugiero a mi amigo. Y no s¨®lo la costumbre de ver estas cosas cada temporada, cuando las fresas: me refiero a nuestras costumbres de muchos a?os, a nuestras propias y extra?as formas de vida. Una amiga me cuenta la vida de su padre, pastor, que en invierno llevaba a sus cabras desde El Padul a Nerja, buscando pastos, y en Nerja o Frigiliana alquilaba una vivienda. 'Una vivienda de las de entonces', dice mi amiga. Pienso en los temporeros de la aceituna. Incluso me acuerdo de las ferias, las romer¨ªas y los veraneantes antiguos, en Punta Umbr¨ªa o Isla Cristina, pobres veraneantes de no hace mucho, en los ochenta y no s¨¦ si ahora mismo, disfrutando bajo toldos o en la caja de un cami¨®n. Hubo un tiempo en el que muchos andaluces eran, en su propia tierra, los ecuatorianos, lituanos, marroqu¨ªes y portugueses que recogen fresas estos d¨ªas. (Los trabajadores de las f¨¢bricas de Bohemia que inspeccionaba el gran Kafka viv¨ªan en casitas adosadas propiedad del empresario y compart¨ªan comedor en los lejanos d¨ªas de 1911.)
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