Cientos de ni?as que viven en Espa?a son mutiladas sexualmente
Los m¨¦dicos han denunciado, con escaso ¨¦xito judicial, 30 extirpaciones del cl¨ªtoris hechas aqu¨ª
Sonia, una ni?a gambiana, naci¨® en el hospital Josep Trueta, de Girona, poblaci¨®n de 72.600 habitantes. Cuando cumpl¨ªa sus primeros tres meses de vida una hernia umbilical oblig¨® a sus padres, una pareja de inmigrantes residentes en la zona, a llevarla hasta la consulta de cirug¨ªa pedi¨¢trica de ese centro m¨¦dico. La doctora Montserrat Ros todav¨ªa recuerda la naturalidad con la que el padre le pidi¨® si pod¨ªa practicar la ablaci¨®n, mutilaci¨®n genital, a la peque?a. En Gambia, su pa¨ªs, y en otros 27 estados africanos es una costumbre cultural muy arraigada que se practica a las ni?as antes de la pubertad.
La cirujana, de 50 a?os, que lleva m¨¢s de una d¨¦cada dedicada a intervenir a hijos de inmigrantes africanos residentes en esa zona de Catalu?a, respondi¨®: 'No lo voy a hacer. Y si usted lo hace le voy a denunciar'. El padre no insisti¨®. La doctora Ros ha perdido la pista de Sonia, nombre supuesto. Cree que el inmigrante gambiano, que 'ley¨® el cartel de ciruj¨ªa pedi¨¢trica y crey¨® que hab¨ªa encontrado el lugar adecuado', habr¨¢ logrado su prop¨®sito si la peque?a ha sido conducida 'de vacaciones' a su pa¨ªs.
Centenares de ni?as africanas residentes en la zona catalana del Maresme, donde se concentra el mayor n¨²mero de inmigrantes subsaharianos, Arag¨®n, Palma de Mallorca y otras comunidades aut¨®nomas, han sido empujadas por sus padres a este terrible 'viaje de vacaciones' para someterlas a la escisi¨®n genital. Todas las que salen de Espa?a regresan mutiladas sin excepci¨®n, seg¨²n coinciden los m¨¦dicos y expertos consultados.
En los ¨²ltimos siete a?os, los m¨¦dicos han detectado al menos 35 casos, 30 de los cuales alimentan la sospecha de que la mutilaci¨®n genital se llev¨® a cabo en Espa?a por personas que peri¨®dicamente acuden a las zonas donde residen estas comunidades de inmigrantes para ofrecerles sus servicios. Las intervenciones tienen lugar en pisos, sin ninguna garantia sanitaria, y al amparo de la clandestinidad. Trece denuncias han sido archivadas, la ¨²ltima hace tres semanas en un juzgado de Palma de Mallorca.
Las madres subsaharianas, de pa¨ªses como Senegal (10.848 inmigrantes residentes), Gambia (8.524), Mal¨ª (2.281) y Mauritania (3.156), que pasan por los servicios de salud p¨²blica de las distintas comunidades espa?olas llegan con sus genitales mutilados y confiesan a los m¨¦dicos que someter¨¢n a id¨¦ntico ritual a sus hijas, la mayor¨ªa nacidas en Espa?a, cuando regresen 'de vacaciones' a sus pa¨ªses de origen.
La amenaza de la doctora Ros al padre de Sonia no fue un farol. Desde 1993, a?o en que detect¨® los primeros casos de ablaci¨®n en su consulta, esta m¨¦dico y su equipo del hospital de Girona han presentado a los juzgados 'una docena' de partes m¨¦dicos en los que se describen las mutilaciones genitales que han visto en inmigrantes subsaharianas. 'Nos llegaron tres ni?as en un solo mes. Entonces decidimos denunciarlos. Hemos visto entre quince y veinte casos'. Ros sospecha que se hacen aqu¨ª.
Las fichas de consulta de Ana Cabot, 49 a?os, pediatra del hospital de Matar¨®, localidad de 104.095 habitantes, con una de las poblaciones m¨¢s elevadas de inmigrantes subsaharianos, son una muestra fiel de la realidad de la ablaci¨®n en esa parte de Catalu?a. De las 29 ni?as africanas de m¨¢s de dos a?os que examin¨® en los ultimos a?os, ocho ya han sufrido distintas clases de mutilaci¨®n genital. Es decir, un 27%. 'Me he encontrado con beb¨¦s de a?o y medio que ya ten¨ªan hecha la ablaci¨®n', se?ala la m¨¦dico. Cabot destaca que el cien por cien de sus madres la han sufrido.
S¨®lo se denunci¨® uno de estos ocho casos. Lo hizo una ginec¨®loga. La ni?a, de siete a?os, entr¨® en urgencias del hospital con una hemorragia y Cabot comprob¨® que la mutilaci¨®n se hab¨ªa hecho hac¨ªa muy poco tiempo. 'Nos constaba que se hab¨ªa hecho aqu¨ª. La ablaci¨®n era muy reciente. Una mujer gambiana se estableci¨® en Matar¨® e intervino a varias ni?as en su propia casa. Hubo un juicio y se exculp¨® a los padres porque no hab¨ªan tenido intenci¨®n de hacer da?o. La autora huy¨®. Sirvi¨® para que toda la comunidad se enterara de que era ilegal'.
Cabot asegura que ahora se llevan a las ni?as a visitar a sus abuelos a sus pa¨ªses de origen y con 'mucha frecuencia' vuelven mutiladas. La doctora, que cuenta con prestigio y liderazgo entre la comunidad africana de Matar¨®, no se calla cuando la familia le anuncia el viaje. '?Hagan el favor de no operar a la ni?a!, les advierto', dice.
El aviso de la pediatra sirve en ocasiones de poco. La experiencia de una l¨ªder gambiana residente en Premi¨¤ de Mar (Barcelona), localidad de 25.000 habitantes, es una muestra de las dificultades para abordar esta pr¨¢ctica y conseguir su erradicaci¨®n. La doctora Cabot lo relata as¨ª: 'Era una mujer culta, hablaba ingl¨¦s y cont¨¢bamos con su ayuda para intentar introducir el tema en esa zona. Se fue a Gambia con su hija y volvi¨® con la ni?a operada. La vi en urgencias. Su marido presion¨® much¨ªsimo y ella no consigui¨® oponerse'.
Los m¨¦dicos del hospital municipal de Olot (Girona), localidad de 27.000 habitantes, han sido testigos de casos similares en las exploraciones rutinarias del denominado control del ni?o sano. Aunque con el agravante de que seis de las ni?as detectadas fueron operadas en la zona por una persona no identificada que prestaba sus servicios en casas particulares. El testimonio de algunas madres a los m¨¦dicos y las heridas recientes de las ni?as abonaron la sospecha.
Roser Teixidor, pediatra de 44 a?os, atendi¨® en este centro a las ni?as mutiladas. 'Vino una persona de Gambia, se instal¨® en Ba?olas e intervino a bastantes ni?as de la zona. Ahora, creemos que ya no se hace aqu¨ª. La mayor¨ªa de las que vemos han estado en su pa¨ªs de origen. Son poqu¨ªsimas las que vuelven sin que les hayan hecho la ablaci¨®n', augura esta doctora, que lleva m¨¢s de once a?os atendiendo a inmigrantes. 'En este centro aconsejamos a las madres que no dejen operar a sus hijas', apostilla la m¨¦dico.
Los casos de ni?as sometidas a la mutilacion genital se est¨¢n extendiendo a otras zonas de Espa?a en las que se asienta la emigraci¨®n de Gambia, Senegal, Mauritania y Mal¨ª. En Zaragoza hay una arraigada comunidad de gambianos que habita sobre todo en el barrio de Las Delicias. En su centro de salud se han detectado al menos cinco casos de ni?as de corta edad que han sufrido la ablaci¨®n.
Mar¨ªa Jes¨²s Caba?as, pediatra del citado centro, ha visto tres casos. Uno especialmente grave porque sospecha que la mutilaci¨®n se hizo en Espa?a. 'La ni?a, de cuatro a?os, naci¨® aqu¨ª y estaba perfectamente. La sorpresa ha sido comprobar poco despu¨¦s que ya la hab¨ªan mutilado. Fue muy impactante. Pregunt¨¦ a la gerencia de atenci¨®n primaria si ten¨ªa que hacer un parte de lesiones y me aconsejaron que era mejor no perseguir a la familia. Sospechamos que se hizo aqu¨ª'.
Caba?as se?ala que los padres mantienen un mutismo total. Los otros dos casos que ha descubierto esta m¨¦dico aragonesa cree que se hicieron fuera de Espa?a. 'Este problema nos tiene en vilo y expectantes, aunque creo que la soluci¨®n ser¨¢ generacional', reconoce.
Patricia Lozano, 32 a?os, pediatra del hospital Cl¨ªnico de Zaragoza, atendi¨® hace menos de un a?o a una ni?a de tres a?os que ingres¨® con fiebre.. 'Al desnudarle y ponerle una bolsa de orina observ¨¦ que estaba mutilada. Pregunt¨¦ a la madre y me dijo que se lo hab¨ªan hecho en su pa¨ªs. Dec¨ªa que llevaban poco tiempo aqu¨ª'. Esther Gonz¨¢lez, de 28 a?os, residente de familia, vio esta semana en el centro de salud Delicias-Sur a una ni?a mutilada de dos a?os.
En 1998, una persona pr¨®xima a un matrimonio de inmigrantes de Mal¨ª, residentes en Palma de Mallorca, inform¨® a un abogado que la hija del matrimonio hab¨ªa sufrido la extirpaci¨®n de parte del cl¨ªtoris. El letrado puso el caso en manos de la fiscal¨ªa. Hace tres semanas, el juez Juan Manuel Sobrino, titular del Juzgado n¨²mero uno esa ciudad, ha archivado provisionalmente el caso porque, al parecer, la intervenci¨®n se hizo fuera de Espa?a. Exist¨ªa la sospecha de que una mujer africana practicaba ablaciones en el barrio de El Arenal.
Cosa de abuelas
Ladislao Roig, teniente fiscal de Baleares, describe as¨ª el proceso: 'La madre nos miraba al juez y a m¨ª como si fu¨¦ramos bichos raros que invad¨ªamos su intimidad. El padre dec¨ªa que era cosa de las abuelas. En los pasaportes aparec¨ªa la salida de la madre y de la ni?a. Finalmente han presentado un certificado de un m¨¦dico de Mal¨ª que asegura haber llevado a cabo la intervenci¨®n. No hemos conseguido certificar la validez del papel, pero se ha decidido archivar por la falta de competencia del territorio espa?ol porque parece que los hechos se produjeron en aquel pa¨ªs'.
El juzgado encarg¨® un estudio m¨¦dico sobre la conveniencia de volver a operar a la ni?a. Todos los m¨¦dicos consultados coincidieron en no intervenirla. 'Cada vez que se le sentaba en una camilla y se intentaba abrirle las piernas se pon¨ªa como loca', relata el fiscal.
S¨ª se decidi¨® volver a intervenir a una de las ni?as gambianas que pasaron en 1993 por la consulta de Montserrat Ros en el hospital Josep Trueta, de Girona, y que la cirujana pedi¨¢trica y su equipo denunci¨® mediante un detallado parte m¨¦dico. El caso fue tambi¨¦n archivado al no acreditarse d¨®nde se perpetr¨® la mutilaci¨®n.
Loreto Campuzano, titular del Juzgado n¨²mero 4 de Girona, destaca que la ni?a, de tres a?os, corr¨ªa riesgos graves en el caso de no abrir la costura. 'Aquello era m¨¢s que una ablaci¨®n del cl¨ªtoris.Le hab¨ªan dejado un peque?o orificio para orinar. Conseguimos que la menor recuperara su normalidad, que es lo importante'.
La doctora Ros, la que todav¨ªa recuerda al padre de Sonia pidi¨¦ndole que mutilara el cl¨ªtoris de su hija, no oculta una actitud cr¨ªtica hacia la postura de los jueces en este tema: 'Hemos presentado una docena de denuncias y nunca me han llamado a declarar. No he conocido el desenlace de ninguno de los casos que he visto, por lo que deduzco que se han archivado todos. Creo que los jueces no muestran excesivo inter¨¦s ni sensibilidad, aunque en alg¨²n caso s¨ª nos han hecho caso'.
El ¨²nico del que tuvo noticias fue precisamente el de la ni?a gambiana a la que se le volvi¨® a operar en su hospital por orden de la juez Campuzano. 'Una vez hecha la ablaci¨®n, les vendan las piernas para que no sangren. Qued¨® la vulva pegada y no pod¨ªa orinar', recuerda.
La cirujana especialista en pediatr¨ªa cree que con las denuncias estas comunidades africanas 'han cogido miedo y tienen m¨¢s cuidado' a la hora de practicar la ablaci¨®n. De hecho, en los dos ¨²ltimos a?os no ha vuelto a ver casos en su hospital. Pero Ros duda sobre la creencia general de que los que se ven en otras zonas se han llevado a cabo en rituales celebrados durante los viajes de 'vacaciones'. ?ste es el argumento utilizado por los padres en los escasos casos que han llegado a los tribunales.
'Es imposible que hayan viajado ni?as de dos y tres meses que me llegan a la consulta con una hernia y descubro que ya est¨¢n infibuladas. No han tenido casi tiempo para ir a su pa¨ªs. Nos es f¨¢cil a los m¨¦dicos caer en la creencia de esa cantinela que los padres se han aprendido muy bien. A veces es lo m¨¢s c¨®modo para todos. Es alguien que est¨¢ aqu¨ª y lo est¨¢ haciendo aqu¨ª. Vienen a hacer el agosto. Hasta una persona me confes¨® que se lo hab¨ªan hecho a su hija cerca de Olot'.
?Qu¨¦ se puede hacer para evitar que estos casos se repitan y proteger a las miles de ni?as subsaharianas que residen en Espa?a? Hildegard Maussbach, ginec¨®loga de 45 a?os, lleva veinte a?os dedicada a visitar inmigrantes en el centro de Atenci¨®n a la Mujer en Matar¨®. Ha examinado a m¨¢s de 150 mujeres africanas que han sufrido la ablaci¨®n y asegura que todav¨ªa no est¨¢ en la fase de concienciarlas. 'No lo viven como un problema. No nos lo nombran. Tienen recelo en acudir a los servicios m¨¦dicos. Quiero que se sientan acogidas y no juzgadas. No defiendo la mutilacion genital. Es una violaci¨®n de los derechos humanos, pero, como m¨¦dico y a nivel de consulta, no lo veo como prioridad'.
Maussbach, muy respetada por la comunidad africana en el Maresme, destaca que si es dif¨ªcil hablar de sexualidad con una mujer, mucho m¨¢s lo es hacerlo con una africana y sobre ablaci¨®n. 'Si les saco temas tab¨² que consideran de su intimidad ya no vuelven a la consulta. S¨®lo lo he hecho en casos excepcionales y con las que m¨¢s conozco'.
La ginec¨®loga, que participa en un estudio sobre la salud reproductiva de las mujeres inmigrantes africanas, que dirige la antrop¨®loga Adriana Kaplan, a?ade que la gran mayor¨ªa piensa que operar¨¢n a sus hijas. Maussbach avanza un resultado de su investigaci¨®n: muchas de las hijas de las inmigrantes que residen en Espa?a desaparecen de la consulta porque retornan a ?frica a acompa?ar a sus abuelos. 'Todav¨ªa no sabemos por qu¨¦', reconoce la doctora.
La pediatra Ana Cabot destaca que el problema no se resolver¨¢ si se pone el foco exclusivamente en la ablaci¨®n. 'Si se aborda como un hecho aislado vamos a fracasar. La soluci¨®n s¨®lo llegar¨¢ a largo plazo y cuando conseguimos garantizar a estas mujeres una vida normal. Lo malo de hablar de este asunto es que se puede estigmatizar al colectivo subsahariano'.
La especialista es optimista y cree que en los hijos de la segunda generaci¨®n de inmigrantes las mutilaciones caer¨¢n en picado. Id¨¦ntica opini¨®n tiene la doctora Teixidor, quien destaca que los valores culturales de las inmigrantes de la primera generaci¨®n todav¨ªa son los de su pa¨ªs. Pero hace autocr¨ªtica: 'No hemos dedicado mucho tiempo ni ¨¦nfasis. Hemos fallado en muchas cosas. Hay que buscar la f¨®rmula, hay que poner en marcha programas, pero sin prisas y con el mayor respeto hacia esas comunidades', dice convencida.
Teixidor, pediatra en el hospital de Olot, reconoce que no denunciaron los primeros casos que vieron en ese centro 'porque nos cogi¨® por sorpresa y porque es un tema cultural y hay que entender su postura. Ahora, cree que las denuncias de la doctora Ros en Girona fueron la postura 'm¨¢s correcta porque han surtido efecto y vemos menos casos'.
Ros no oculta su cr¨ªtica hacia la postura m¨¢s comprensiva de algunos m¨¦dicos. Y lo expone as¨ª: 'Estamos haciendo dejaci¨®n al no poner el cascabel al gato. Los m¨¦dicos no denuncian. Nadie se compromete para que no le llamen racista. En general, la clase m¨¦dica es tolerante y no quiere saber nada sobre el tema. Casi nadie toma actitudes activas', reprocha.
El mito del retorno
Adriana Kaplan, 44 a?os, antrop¨®loga del centro de estudios demogr¨¢ficos de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, tiene una visi¨®n distinta: 'Hay que sensibilizarles y educar a los m¨¦dicos. Se debe plantear de la forma m¨¢s respetuosa y prudente. Para ellos hay un mito de retorno y una necesidad de mantenerse fiel a su tradici¨®n. Hay gente sensibilizada con el tema y se han evitado casos. Adem¨¢s del cl¨ªtoris, estas mujeres tienen otros muchos problemas y a nadie les importa'.
La ginec¨®loga Carme Coll, 50 a?os, que trabaja con Kaplan en un estudio sobre la salud reproductiva de las africanas, reconoce que gente que trabaja este problema en ?frica est¨¢ 'bloqueada. Me he pateado El Chad hablando con sus gentes y finalmente era yo qui¨¦n acababa escuchando. Nosotros no podemos abordar este tema. Lo tienen que abordar ellas'. Coll, Kaplan y otras especialistas coinciden en que la mutilaci¨®n genital femenina acabar¨¢ cuando mejore la situaci¨®n social, laboral y cultural de las mujeres africanas que residen en Espa?a.
Esta semana, una profesora de un centro educativo del Vall¨¨s Oriental (Granollers) denunci¨® a un programa de Catalunya R¨¤dio 'la angustia' de una de sus alumnas, una ni?a africana de 10 a?os cuyos padres le hab¨ªan anunciado el viaje ' de vacaciones' a su pa¨ªs. La ni?a pidi¨® ayuda a sus educadores. Dos de sus compa?eras del mismo colegio hab¨ªan sufrido la ablaci¨®n en viajes anteriores. Un mediador cultural africano intenta resolver el caso con la familia. Nadie se atreve a pronosticar si lo conseguir¨¢.
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