La Orquesta
Hace alg¨²n tiempo, con motivo de la gira que la Orquesta Ciudad de Granada realiz¨® por Alemania, volvi¨® a desatarse una pol¨¦mica compulsiva sobre su calidad y su gesti¨®n. Le debo un art¨ªculo a Josep Pons y a la Orquesta, porque admiro su m¨²sica y porque reconozco la importancia de su significado cultural en la ciudad. Cada vez que leo una noticia agradable, un premio, un concierto en el extranjero, una grabaci¨®n, una nueva temporada con buenos programas, pienso que hay algo de verdad en ese t¨ªtulo hueco de capital cultural de Andaluc¨ªa y que no todo es papel mojado, blas¨®n oficial de pocas consecuencias, palabrer¨ªa que se derrite en la vida diaria como la nieve de la sierra en cuanto llega el verano. Si he dejado que pase el tiempo, si ofrezco con retraso mi apoyo a la Orquesta y a su director, es porque las pol¨¦micas de Granada mezclan, igual que ocurre en la mayor¨ªa de las capitales de provincia, los asuntos de debate con las relaciones familiares, los conocidos de los conocidos, la gente que te saluda cuando est¨¢s desayunando y los recuerdos privados. Como hay quien critica obsesivamente a la Orquesta porque tuvo un amigo que una vez, un d¨ªa, sufri¨® un altercado con un m¨²sico, o porque es primo de un violinista que no fue considerado como sin duda merec¨ªa, alabar el trabajo de la Orquesta acaba convirti¨¦ndose en una agresi¨®n contra el amigo del amigo o el primo del primo. Dif¨ªcil aventura que merece una limosna de mujeres y de hombres, porque no hay en la vida nada, como la pena de ser, columnista o m¨²sico en Granada.
?Qu¨¦ me tomo a broma el asunto? ?Y c¨®mo me lo voy a tomar? Una parte de los honrados habitantes de la ciudad de la Alhambra, de la poblaci¨®n que vive en Granada solamente por o¨ªr la Campana de la Vela cuando se vaya a morir, asume con disciplinada terquedad la costumbre de rascar donde no pica. En vez de dedicarse a solucionar las carencias reales, la fiel infanter¨ªa de los descontentos se lanza al deporte ciudadano de cortarle la cabeza a todo el que se atreve a levantarse. Y la Orquesta Ciudad de Granada ha levantado la m¨²sica de su ciudad, no s¨®lo con los numerosos premios recibidos, sino con un trabajo cotidiano, estable, ¨²til, en el que merece la pena invertir ilusi¨®n, respeto y dinero. Cuando la m¨²sica se identificaba en Granada con el gran acontecimiento anual de los Festivales, nos visitaban por junio algunas orquestas con nombres de ciudades extranjeras, y uno se imaginaba la vida en esas ciudades, la normalidad cotidiana de sus instituciones culturales, sus costumbres civilizadas, sus bibliotecas, sus tardes de lluvia. Eso significa para m¨ª la Orquesta Ciudad de Granada, la ilusi¨®n de un mundo que no reduce la m¨²sica a los grandes acontecimientos, sino que la vive en el tejido de sus ma?anas escolares y de sus atardeceres. Conviene cuidar la Orquesta, para que no se vaya con la m¨²sica a otra parte, porque es de lo poco bueno que disfruta hoy la ciudad.
Entre las cr¨ªticas utilizadas en la pol¨¦mica, hay una que no se ha comprendido. Cuando se acusa a la Orquesta de emplear a muchos m¨²sicos extranjeros, parece una argumentaci¨®n racista, pero se trata realmente de una voluntad incestuosa, del deseo de acribillar a ciudadanos de la propia tierra. Gusta m¨¢s.
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