ETA ense?a sus cartas
El sonido de muerte de los disparos que acabaron ayer con la vida de Manuel Gim¨¦nez Abad ha sacudido la campa?a electoral vasca y va a marcar su ¨²ltimo tramo; posiblemente, tambi¨¦n alguna actitud a la hora de votar. Con el asesinato del presidente del Partido Popular en Arag¨®n, ETA despeja abruptamente, como es su estilo, el interrogante sobre su actitud ante la cita del pr¨®ximo domingo. El mes y medio transcurrido desde el ¨²ltimo atentado mortal, el que cost¨® la vida al concejal socialista de Lasarte, Froil¨¢n Elespe, y los negros presagios electorales de Euskal Herritarrok hab¨ªan hecho cundir la idea de que la organizaci¨®n terrorista se abstendr¨ªa en estas elecciones. Una impresi¨®n que era compartida, sin que sirva de precedente, por el mundo de ETA y por el ex ministro del Interior y ahora candidato a lehendakari del PP, Jaime Mayor Oreja, que hab¨ªa alertado sobre algunas ausencias que estaban 'anestesiando' la campa?a.
En t¨¦rminos pol¨ªticos, esta impresi¨®n se sustentaba en la consideraci¨®n de que un nuevo asesinato ahondar¨ªa el fuerte retroceso electoral que le auguran los sondeos a EH, lo que podr¨ªa privarle de esa 'llave' que esgrime Otegi para interferir en el complicado escenario poselectoral que se anuncia. Sin embargo, en ETA la pol¨ªtica est¨¢ unida indisolublemente al crimen. Sus responsables han debido ya dar por perdidos los m¨¢s de 60.000 votos que EH sum¨® en las auton¨®micas de 1998 gracias a la tregua y prefieren remarcar la f¨¦rrea supeditaci¨®n del brazo pol¨ªtico al pu?o militar. En cualquier caso, por m¨¢s que desde 1995 ETA haya maniobrado pol¨ªticamente para romper, primero, la unidad de las fuerzas democr¨¢ticas plasmada en el Pacto de Ajuria Enea y llevar despu¨¦s a los partidos nacionalistas a los riscos del soberanismo con el se?uelo de la tregua, conviene no perder de vista que su capacidad para condicionar a la sociedad radica sobre todo en la utilizaci¨®n instrumental de la violencia.
El atentado de Zaragoza vuelve a poner el acento dram¨¢tico sobre lo que est¨¢ b¨¢sicamente en juego en las elecciones del pr¨®ximo domingo. Por supuesto que tiene enorme importancia conocer el respaldo electoral de cada opci¨®n pol¨ªtica y cu¨¢l va a ser el signo y la composici¨®n del pr¨®ximo Gobierno en Vitoria. Pero siendo imprescindible esta clarificaci¨®n de legitimidades, que puede dar lugar a la alternancia en el poder -el cambio respecto a la ¨²ltima etapa est¨¢ descontado-, la tarea m¨¢s urgente es volver a reconstituir la unidad de los dem¨®cratas para hacer frente al desaf¨ªo de los violentos. Durante estas semanas sin funerales se hab¨ªa difuminado el eje central del debate. Hasta el punto de que el discurso de los candidatos de los partidos no nacionalistas, y por ello directamente amenazados de muerte, pod¨ªa llegar a sonar victimista y un punto irreal y exagerado. El trig¨¦simo asesinato desde el fin de la tregua recordar¨¢ a las memorias acomodaticias que no es exagerado afirmar que es la vida y la libertad de las personas lo que est¨¢ en juego; que ¨¦ste es el primer y principal 'conflicto pol¨ªtico' que urge resolver en Euskadi.
Con su nuevo crimen ETA vuelve a interpelar directamente al PNV. Despu¨¦s de romper con EH, el partido de Arzalluz se ha situado en una especie de tierra de nadie entre quienes justifican la violencia y los que la sufren en sus carnes. No termina de darse cuenta de que la estrategia de aqu¨¦llos con quienes dijo compartir fines pasa por suplantarle como fuerza hegem¨®nica del nacionalismo. Y para ello necesita aislar al PNV del resto de las fuerzas democr¨¢ticas y conseguir que se debiliten los lazos esenciales de solidaridad que deben vincularle a ellas, especialmente cuando sufren el azote de la violencia.
El pasado s¨¢bado en el vel¨®dromo de Anoeta, Arnaldo Otegi, con su habitual tono jactancioso, advert¨ªa de que EH 'no ha ense?ado todas sus cartas' para el d¨ªa despu¨¦s del 13-M. ETA ya ha mostrado las suyas: son las de siempre, calibre 9 mm Parabellum.
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