Ciudadanas de segunda
Representan m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n de Bolivia. Pero, aun cuando son mayor¨ªa, en muchos estratos pueden considerarse ciudadanas de segunda. Su vida est¨¢ regida por la discriminaci¨®n. Relegadas en favor del hombre desde su nacimiento.
En las comunidades ind¨ªgenas, el nacimiento de una mujer no se recibe con el mismo alborozo que origina la llegada de un var¨®n. Es m¨¢s: los parientes y amigos suelen asegurar que, como es mujer, su vida ser¨¢ triste. En cuanto su paso es firme, comienza a "ayudar" llevando y trayendo cosas peque?as y pronto cumple recados como el de proveer de agua a la casa en peque?os recipientes o llevar comida a sus padres labriegos o hermanos pastores.
Ir a la escuela, en el ¨¢rea rural, es un placer ef¨ªmero. Apenas ha logrado dominar el l¨¢piz, leer y escribir en el nivel m¨¢s elemental, cuando el padre decidide que es suficiente para una ni?a que ha nacido para cocinar, para lavar la ropa de la familia y ocuparse de las faenas agr¨ªcolas: sembrar, cosechar, cuidar el ganado... El criterio es que el var¨®n es el privilegiado de la familia y el que debe recibir instrucci¨®n, pues la mujer va a casarse y a ser mantenida mientras da hijos al matrimonio.
Los ni?os suelen tratar con suficiencia y burla a sus compa?eras de clase que persisten en su deso de aprender y logran llegar m¨¢s all¨¢ del primero o segundo b¨¢sico. En las comunidades aymaras, la mujer puede ser raptada -con su consentimiento o no- por un hombre que quiere concubinarse con ella por uno o dos a?os. Si el sirwi?acu o matrimonio a prueba no se consolida, el var¨®n es libre de devolver a la mujer a sus padres. Si el matrimonio prospera, la mujer que no cumple a satisfacci¨®n su puede ser castigada por el marido. Aunque la legislaci¨®n vigente sanciona la violencia, al menos siete de cada diez mujeres -tanto del ¨¢rea urbana como rural- sufren agresiones f¨ªsicas o mentales por parte de los maridos e, incluso, de cualquier otro var¨®n allegado al matrimonio.
Las ind¨ªgenas prefieren atenderse solas, o con ayuda de unfamiliar o una matrona, durante el parto. Aquellas que intentaron buscar ayuda profesional se sintieron humilladas y ofendidas por un m¨¦dico que les exig¨ªa que callaran y aguantasen en silencio los dolores de parto.
La migraci¨®n a la ciudad en busca de mejores condiciones de vida las ha convertido en el sost¨¦n de la familia. El marido no suele encontrar trabajo o es insuficiente para sostener precariamente a la familia. Con los hijos cargados a la espalda, miles de mujeres son peque?as comerciantes: unos caramelos o algo de fruta es el comienzo para tener un carrito y m¨¢s adelante comprar un sitio en la calle. No suelen reconocer los n¨²meros escritos, pero aprenden pronto a sumar mentalmente los precios de sus productos y a restar para dar el cambio.
Discriminadas, agredidas, explotadas, las mujeres de Bolivia son un importante factor en la econom¨ªa sumergida del pa¨ªs.
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