El historiador Alberigo se solidariza con los monjes de Montserrat desterrados
El director del Instituto de Bolonia, en Barcelona
El abad, en una entrevista publicada hace unas semanas en el diario Avui, justific¨® el traslado forzoso de los monjes de forma escueta: 'Montserrat tiene dos casas dependientes, El Miracle y Cuix¨¤, y presta servicios en otros lugares de Iglesia. Por el bien de la comunidad o las destinaciones, el abad destina los monjes a un lugar concreto por el tiempo que cree conveniente'. Y precisamente Alberigo hizo p¨²blica su solidaridad con esos trasladados forzosos anteayer, en la presentaci¨®n de la traducci¨®n al castellano del primero de los cinco vol¨²menes de Historia del Concilio Vaticano II, que publica en Espa?a Editorial S¨ªgueme. Vilanova es director de la edici¨®n castellana de esta obra y Raguer ha colaborado en ella. Ambos intervinieron en el acto que se celebr¨® en la Facultad de Teolog¨ªa de Catalu?a bajo la presidencia de su decano, Oriol Tu?¨ª, y con el concurso de Casimir Mart¨ª, director em¨¦rito del Archivo Nacional de Catalu?a y experto en integrismo eclesial.
No hubo otras referencias a la situaci¨®n de castigo de los monjes (dos han sido trasladados a El Miracle, en Solsona, y el tercero ha sido acogido por los jesuitas de Sant Cugat del Vall¨¨s) en el acto, que cont¨® con la asistencia entre el p¨²blico del segundo de a bordo del abad, el prior Ramon Ribera. Con todo, el ambiente fue distendido y los ponentes quisieron contestar a la siguiente pregunta: ?qu¨¦ aporta una historia del concilio? Pues en primer lugar refresca la memoria sobre las tesis teol¨®gicas dominantes antes de que Juan XXIII decidiera abrir las ventanas de la Iglesia a la modernidad. Esa vieja teolog¨ªa -con una cristolog¨ªa que podr¨ªa ser definida hoy d¨ªa de 'her¨¦tica', record¨® Casimir Mart¨ª- dej¨® paso al concilio con el que la Iglesia quiso ponerse al d¨ªa de 'problemas seculares mal cerrados: la contrarreforma, la ilustraci¨®n y el modernismo', seg¨²n Mart¨ª. Una tarea nada f¨¢cil para un clero alimentado por el Syllabus; aderezado con El liberalismo es pecado, del integrista F¨¨lix Sard¨¤ i Salvany, y orientado a lo que Mart¨ª denomin¨® 'las tres verdades blancas: la hostia, el Papa y la Virgen'. En ese contexto, poca pod¨ªa ser la aportaci¨®n espa?ola en ese paso del constantinismo a la modernidad iniciada en la d¨¦cada de los cincuenta. Por eso Evangelista Vilanova se encarg¨® de subrayar que Espa?a fue un pa¨ªs claramente receptor de la renovaci¨®n que llegaba de Roma. El monje de Montserrat glos¨® las cr¨®nicas period¨ªsticas que sobre el concilio realizaron Jos¨¦ Luis Mart¨ªn Descalzo y el ahora arzobispo Cipriano Calder¨®n, y los art¨ªculos de Jim¨¦nez Lozano en el semanario Destino. 'La prensa desempe?¨® un gran papel en el Vaticano II; muchos padres conciliares esperaban poder leer las cr¨®nicas de Henri Fresquet en Le Monde para saber qu¨¦ pasaba realmente', record¨®. Fue el propio Alberigo quien destac¨® la importancia de las cr¨®nicas period¨ªsticas al afirmar que los miembros de los grupos de trabajo conciliares no hablaban entre ellos y la visi¨®n de conjunto les llegaba de la mano de la prensa.
De ese contacto entre diarios y jerarqu¨ªa nacieron m¨²ltiples an¨¦cdotas. Hilari Raguer record¨®, por ejemplo, que Juan XXIII le regal¨® al cardenal cardenal Josef Suenens la estola de la misa inaugural del concilio. El purpurado belga afirm¨® que no se la hab¨ªa puesto nunca, pues la guardaba como una preciosa reliquia, a lo que un periodista presente agreg¨® en voz baja: '?Pero seguro que no se la ha probado ni ante el espejo?'. De confesiones y testimonios ha nacido esta obra que trasciende los documentos conciliares y que ya ha sido traducida a seis idiomas.
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