Vila-real se alicata de 'glamour'
Porcelanosa re¨²ne en su f¨¢brica a Carlos de Inglaterra y varios famosos
No fue en el Shrine Auditorium de Los ?ngeles, sino en una nave industrial del tama?o de veinte campos de f¨²tbol. La moqueta no era roja, sino lila, igual que las columnas de gressite que daban la bienvenida. Y en este lugar no se fabrican sue?os, sino azulejos. Es la entrada a Porcelanosa, la industria m¨¢s conocida de Vila-real, un municipio de cerca de 40.000 habitantes, convertida en plat¨® y donde se ha construido un palacio de quita y pon para recibir a Carlos de Inglaterra que, al menos en este peque?o municipio castellonense, fue rey por un d¨ªa.
Nunca los azulejos de un ba?o hab¨ªan dado tanto de s¨ª. La colaboraci¨®n de Porcelanosa con la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Gales, iniciada con la reforma del edificio del siglo XIX que alberga la entidad, ha causado el mayor revuelo social que se recuerda por estas tierras.
La visita del pr¨ªncipe a la poblaci¨®n castellonense agota los esm¨®quines de alquiler
Por su relaci¨®n con la fundaci¨®n brit¨¢nica, el presidente de Porcelanosa, el recientemente fallecido Jos¨¦ Soriano, invit¨® al pr¨ªncipe Carlos a que visitara su f¨¢brica en Vila-real. Despu¨¦s, ¨¦ste encarg¨® a la empresa castellonense el dise?o y fabricaci¨®n de un jard¨ªn r¨¦plica de la Alhambra granadina para el Chelsea Flower, un concurso de jardiner¨ªa que abre la temporada social inglesa. El heredero de la corona brit¨¢nica anunci¨® su intenci¨®n de aceptar la invitaci¨®n de Soriano y, a su vez, supervisar su encargo. Pero ayer fueron la viuda y las hijas de Jos¨¦ Soriano quienes hubieron de recibirlo, ya que un accidente de tr¨¢fico acab¨® con la vida del presidente de este grupo empresarial el pasado mes de diciembre. As¨ª, se pens¨® utilizar la visita del pr¨ªncipe de Gales para, adem¨¢s, rendir un homenaje al que fuera fundador de la empresa cer¨¢mica m¨¢s conocida en el mundo.
Carlos de Inglaterra hab¨ªa de compartir almuerzo con los operarios, pero un sorbo de zumo de naranja y un trocito de jam¨®n dieron fin a la previsi¨®n. Mucha mezcla de clases sociales y cierta desorganizaci¨®n. El pr¨ªncipe de Gales, tan profesional durante toda su visita, se interes¨® tanto por el proceso de fabricaci¨®n de las baldosas como por los ingredientes de los platos que no prob¨®.
Por la tarde no falt¨® nada para componer una imagen ciertamente surrealista. Se pusieron plantas donde antes hab¨ªa asfalto, las flores tra¨ªdas de Holanda sustituyeron al cemento y el alto techo met¨¢lico de la nave, tan poco acogedor para semejante cita, fue ocultado por una interminable gasa blanca. Bajo ella, la mesa fabricada para la ocasi¨®n con el ¨²ltimo grito en material para revestir cocinas y ba?os, el gres porcel¨¢nico. A cada invitado le correspondi¨®, como espacio ¨²til en tan original mueble, una baldosa de 60 cent¨ªmetros de ancho, 20 menos que al pr¨ªncipe; sobre ella, vajilla y cristaler¨ªa inglesas, algo que no gust¨® del todo a los locales, azahar, champ¨¢n franc¨¦s, vinos de la Rioja y de Rueda y naranjas valencianas. La cena, ligera, consisti¨® en dorada, pintada, mermelada de naranja helada on toast y trufas artesanas de chocolate, todo sin ajo, un ingrediente 'prohibido' por Carlos de Inglaterra. El invitado de honor quer¨ªa cordero de su tierra, pero la fiebre aftosa impidi¨® su entrada en el men¨² preparado, en su mayor parte, por cocineros brit¨¢nicos y servido por m¨¢s de setenta camareros.
La cena, con cerca de quinientos invitados, present¨® colores distintos a los del mediod¨ªa. El negro triunf¨® entre las famosas, y los pasteles, entre las locales. In¨¦s Sastre, una de las pocas que se atrevi¨® con un color claro, recorri¨®, espectacular, los 100 metros de moqueta lila. Sof¨ªa Loren e Isabel Preysler fueron las ¨²nicas que arrancaron el aplauso de las apenas 40 personas que, curiosas, se situaron tras la valla de la f¨¢brica. Otras de las habituales de la casa, Ira de F¨¹rstemberg o Carmen Mart¨ªnez Bordiu, tambi¨¦n acudieron a la cita.
Compartir viandas con un pr¨ªncipe extranjero no es el pan nuestro de cada d¨ªa y para la sociedad de Castell¨®n la fecha ha sido un quebradero de cabeza. Primero hubo que hacerse con un esmoquin (se agotaron los de alquiler) o un vestido de relumbr¨®n, despu¨¦s conseguir ser invitado y, finalmente, aprenderse el abec¨¦ del saber estar en fastos de este tipo.
Todo para rendir homenaje a un hombre, Jos¨¦ Soriano, que nunca llevaba corbata.
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