El siglo de las ciudades
En la cumbre de R¨ªo de Janeiro se debati¨® el papel de las urbes en la era de la globalizaci¨®n
En el siglo XIX, los protagonistas de la historia del mundo fueron los imperios, en el XX lo fueron los Estados, y las ciudades lo ser¨¢n durante la centuria que acaba de comenzar. ?Por qu¨¦? No es ninguna teor¨ªa pol¨ªtica, sino la consecuencia l¨®gica de que m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n mundial vivir¨¢ en ciudades.
En la cumbre de ciudades celebrada el pasado fin de semana en R¨ªo de Janeiro se insist¨ªa una y otra vez en la urgencia de que los poderes locales se articulen mejor, tengan voz propia ante los principales foros de decisi¨®n y, sobre todo, dispongan de los recursos econ¨®micos suficientes para atender la mayor¨ªa de las demandas que generan los colectivos urbanos.
Fue un encuentro de contenidos m¨¢s bien te¨®ricos y pol¨ªticos, sobre la estrategia de las ciudades ante la era de la globalizaci¨®n, en el que particip¨® el alcalde de Barcelona, Joan Clos. Pero bastaba con pisar la ciudad de R¨ªo de Janeiro para constatar sobre el asfalto lo que se apuntaba en el foro de debate: el crecimiento urbano descontrolado, los desequilibrios sociales, la falta de servicios y, como consecuencia de todo ello, un grave problema de seguridad. El propio alcalde de R¨ªo de Janerio, C¨¦sar Maia, explic¨® al de Barcelona que el ¨ªndice de muertes violentas de la antigua capital brasile?a se sit¨²a en 66 muertos por cada 100.000 habitantes al a?o. Con seis millonees de habitantes, el n¨²mero de asesinatos anuales en R¨ªo de Janeiro pasa de 4.000.
Esa realidad se aprecia en las calles. Los autobuses llevan unos letreros en los que se pide a la poblaci¨®n que denuncie todo tipo de acci¨®n violenta. Los enfrentamientos entre bandas de delincuencia organizada son habituales y hasta en el estadio de Maracan¨¢ se indica un tel¨¦fono para denunciar agresiones.
La inseguridad tiene repercusi¨®n directa en lo que deber¨ªa ser una de las principales fuentes de ingresos de la ciudad: el turismo. Pese al fenomenal potencial de R¨ªo de Janeiro, la ciudad s¨®lo consigue atraer a medio mill¨®n de turistas al a?o cuando Barcelona, por ejemplo, es visitada por 3,3 millones de turistas anualmente.
M¨¢s competencias
En la la cumbre de ciudades se habl¨® de que las administraciones locales deben asumir m¨¢s competencias para distribuir de forma m¨¢s equitativa los recursos y mitigar las diferencias sociales. Eso era, otra vez, la discusi¨®n, que se ce?¨ªa m¨¢s bien al marco te¨®rico. Y la pr¨¢ctica se volv¨ªa a encontrar en las calles de R¨ªo, donde conviven dos mundos opuestos. Junto a la opulencia de la minor¨ªa de las zonas de Ipanema, Flamingo y Copacabana se erigen las favelas, barrios completos de barracas, un fen¨®meno que tambi¨¦n han vivido capitales como Barcelona en otras ¨¦pocas.
Nadie acierta a contestar cu¨¢l puede ser la poblaci¨®n total que vive en unas construccciones que trepan entre el espacio que queda entre los rascacielos alineados en la bah¨ªa de R¨ªo y los montes que ponen el l¨ªmite a la ciudad. La pregunta tambi¨¦n se la hizo Clos a su hom¨®nimo, quien reconoci¨® que se trata de un asentamiento que escapa a cualquier control. M¨¢s tarde, Clos lo pudo comprobar.
S¨®lo en el bario de favelas de la Rocinha -el m¨¢s grande de la ciudad- se calcula que viven m¨¢s de 250.000 personas. Un paseo organizado con jeep, ch¨®fer y gu¨ªa sirvi¨® para tener una idea, cuando menos aproximada, de lo que ocurre en el interior del complejo entramado de angostos pasos entre construcciones. 'Eso s¨ª, las vistas son muy buenas', insist¨ªa Isabella, una joven gu¨ªa.
Dentro de un barrio de favelas todo est¨¢ controlado por un orden interno que nada tiene que ver con la ciudad que se extiende a sus pies. 'No hay peligro para los de dentro, aqu¨ª no hay miseria, tenemos una escuela y m¨¦dicos', explicaba Isabella desde una visi¨®n conformista de la realidad. Pero los rostros de las mujeres demostraban lo contrario.
La visita s¨®lo discurri¨® por la parte m¨¢s baja del barrio, donde est¨¢n los comercios y los establecimientos, y tambi¨¦n una inmobiliaria. 'Las casas se empiezan a construir, pero casi nunca se acaban del todo. A medida que se puede, cuando hay m¨¢s dinero, se van ampliando', dec¨ªa Isabella. La ampliaci¨®n de las casas es, en principio, para las familias, pero luego se alquilan 'cuartos' si quedan libres. Lo mismo ocurre con la ocupaci¨®n del suelo, que escapa al control de la ciudad de R¨ªo, que no obstante ha puesto en marcha un programa llamado Favela Barrio para dotar de infraestructuras y pavimentar los asentamientos. '?Y qui¨¦n controla la propiedad?', pregunt¨® Clos a la gu¨ªa. La sonrisa de la joven fue la respuesta.
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