En pantuflas
A MEDIDA que los gobernantes se acostumbran al ejercicio cotidiano del poder y se identifican personalmente con los papeles que les han tocado en el reparto de los cargos p¨²blicos, es f¨¢cil que pierdan el respeto debido a los espectadores y se pongan la ropa de andar por casa y las pantuflas para sentirse c¨®modos. La segunda legislatura -con mayor¨ªa absoluta- de los populares ha iniciado esa etapa de relajamiento somnoliento y de borborigmos digestivos: as¨ª lo prueban la indiferencia del Gobierno ante las cr¨ªticas de la opini¨®n p¨²blica y la resistencia a rendir cuentas (la accountability anglosajona) de sus actos ante el Parlamento. Sobran los ejemplos: desde las patochadas de la ministra de Sanidad para librarse de responsabilidades en la crisis de las vacas locas hasta las opacas respuestas dadas por el ministro de Agricultura a las acusaciones de haber incurrido en incompatibilidades, pasando por el rodillo aplicado a la oposici¨®n por la presidenta del Congreso.
La superflua necedad que el Gobierno hizo leer en p¨²blico al Rey el pasado 23 de abril ('a nadie se le oblig¨® nunca a hablar en castellano: fueron los pueblos mas diversos quienes hicieron suyos, por voluntad lib¨¦rrima, el idioma de Cervantes') les ha salido gratis total a los perpetradores del desatino; sin embargo, durante el mandato socialista una metedura de pata bastante menor produjo la fulminante destituci¨®n del responsable del desliz cometido por el Jefe del Estado. La pr¨¢ctica picaresca de copiar o parafrasear escritos ajenos para presentarlos como propios, sin entrecomillar los textos saqueados ni citar a su autor a pie de p¨¢gina, ha sido rebautizada por un alto cargo cultural del PP con el prestigioso eufemismo de intertextualidad: el secretario de Estado de Cultura y el nuevo director de la Biblioteca Nacional, atrapados in fraganti en esa apropiaci¨®n indebida, no han presentado su dimisi¨®n ni han sido cesados, sino que se han dedicado a insultar a quienes se limitaron a descubrir sus plagios.
El incumplimiento por el Ministerio de la Presidencia de la obligaci¨®n de facilitar dentro de los plazos legales (cinco d¨ªas antes de la celebraci¨®n de los comicios) la encuesta sobre las elecciones vascas realizada por el Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS) entre el 15 y el 25 de abril ha elevado el nivel de las aguas en esta preocupante crecida de arrogancia y abuso de poder. La tonta astucia de demorar la entrega del sondeo hasta despu¨¦s de que se abrieran las urnas se sald¨® con un fracaso: la Junta Electoral Central, que viene exigiendo desde 1993 el acceso a todas las encuestas realizadas durante el periodo de campa?a, oblig¨® al Gobierno a trasladar los resultados del sondeo a los grupos parlamentarios.
La Ley de Organizaci¨®n del CIS, de 19 de diciembre de 1995, garantiza la trasparencia de la actividad del centro y refuerza su vinculaci¨®n a las Cortes Generales a fin de facilitar el mejor conocimiento de la sociedad espa?ola a sus leg¨ªtimos representantes. Durante su permanencia en la oposici¨®n, tanto los portavoces del PP como los periodistas a su servicio (los publicistas consagrados a la devotio iberica del presidente Aznar han sido debidamente recompensados con espacios en la Televisi¨®n P¨²blica y otras canonj¨ªas) convirtieron en su deporte favorito las campa?as de desprestigio contra el CIS y sus sucesivos directores (Juli¨¢n Santamar¨ªa, Rosa Conde y Joaqu¨ªn Arango), acusados de servir a los intereses del PSOE. Vivir para ver. Sean cuales sean los motivos pol¨ªticos del intencionado retraso en la entrega de la encuesta sobre las elecciones vascas, para as¨ª impedir su difusi¨®n antes de los comicios o dentro del plazo legal establecido, el Gobierno ha mostrado con esa est¨²pida ocultaci¨®n su descaro; el incumplimiento del mandato legal de respetar la independencia del CIS revela la voluntad de hacer trampas en el juego a la vista del p¨²blico y de manejar los aparatos del Estado como si fuesen bienes patrimoniales. Pero todos tranquilos: la impunidad de Arias Ca?ete y Villalobos, del amanuense que oblig¨® al Rey a hacer el rid¨ªculo y de los altos cargos intertextualizadores adelantan que nadie pagar¨¢ tampoco el pato en esta ocasi¨®n.
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