Baja la velocidad de las ideas
El mismo d¨ªa en el que un koala perplejo llegaba al Zoo de Madrid en limusina, la polic¨ªa dispers¨® a un grupo de se?oras que dorm¨ªan en la calle porque sus viviendas se ven¨ªan abajo. Mientras se preparaba para el koala una vivienda de 300 metros cuadrados con una temperatura estable de 22 grados y una humedad relativa del 60%, los vecinos de la calle de Rocafort intentaban salvar de la furia del delegado del Gobierno sus tiendas de campa?a. No lo lograron: la noche siguiente, que era la del pasado martes, aunque llovi¨® e hizo fr¨ªo, tuvieron que dormir a la intemperie, pues los antidisturbios se hab¨ªan cargado las tiendas de campa?a por orden expresa del se?or Ansu¨¢tegui, que no tiene maneras.
Cuando el koala se haya aclimatado, el Zoo organizar¨¢ visitas escolares para que los ni?os vean c¨®mo el animalito de peluche come eucalipto mientras mira a su alrededor con extra?eza. Todo esto de las visitas al Zoo es estupendo, pero los estudiantes deber¨ªan ver tambi¨¦n el campamento de Sintel, que acaba de cumplir cien d¨ªas, para que los chicos aprendan un poco de antropolog¨ªa. Siempre nos hemos quejado de que la ecolog¨ªa no tenga en cuenta al ser humano por el simple hecho de que no est¨¦ en peligro de extinci¨®n. Quiz¨¢ no est¨¦ en peligro de extinci¨®n el cuerpo humano, pero s¨ª conquistas como la moral, e ideales como la igualdad o la fraternidad, que s¨®lo tienen sentido en ese cuerpo. No es que pretendamos equiparar la vida de un koala a la de un ser humano, pero s¨ª al menos a la de veinte, que son los vecinos de la calle de Rocafort a los que el Delegado del Gobierno, el tal Ansu¨¢tegui, no deja dormir en la acera. No hace mucho, un dirigente del PP pon¨ªa reparos a la construcci¨®n de un aeropuerto en Campo Real porque hab¨ªa, dijo, una familia de avutardas. Al hombre no se le hab¨ªa ocurrido contar las familias de seres humanos de Coslada y alrededores.
El caso es que eran las ocho y media de la ma?ana cuando unos furgones de la polic¨ªa llegaron a la calle de Rocafort y, siguiendo instrucciones del delegado del Gobierno (un Gobierno obsesionado con la ecolog¨ªa y las familias de avutardas), cortaron los tirantes de las tiendas, que se vinieron abajo como es l¨®gico, y espantaron a sus inquilinos cuando sal¨ªan de debajo de las lonas frot¨¢ndose los ojos. Entre tanto, el koala, que hab¨ªa viajado en primera clase desde EE UU, aterrizaba en Madrid provocando una excitaci¨®n zool¨®gica incre¨ªble en los telediarios. Seg¨²n fuentes de la Delegaci¨®n del Gobierno, los vecinos cuyas casas de la calle de Rocafort se caen a pedazos estaban acampados de manera ilegal en la v¨ªa p¨²blica, al contrario del koala, que ven¨ªa con todos sus papeles en regla y un cuidador a cada lado, por si estornudaba.
-No tengo a donde ir, me sentar¨¦ en un banco; espero que no me digan que tambi¨¦n estoy de forma ilegal en la v¨ªa p¨²blica -dijo una de las vecinas a Susana Hidalgo, que cubr¨ªa la informaci¨®n para este peri¨®dico.
Mar¨ªa Tard¨®n fue y declar¨®:
-A partir de ahora actuaremos con igual contundencia para prevenir estas situaciones que nunca deben plantearse.
En efecto, nunca se deber¨ªa quedar uno sin vivienda, pero la concejal de Seguridad (?de la seguridad de qui¨¦n?) no se refer¨ªa a eso, sino al campamento de los empleados de Sintel. Las autoridades viven aterradas bajo la posibilidad de que ese modelo de denuncia se extienda. No les preocupa tanto el problema como su manifestaci¨®n. Pero la realidad es muy tozuda y, cuando la tapas por un sitio, saca los pies por otro. Las autoridades madrile?as est¨¢n desbordadas por la realidad y, vista su incapacidad para arreglarla, han decidido reprimirla.
En esas est¨¢bamos cuando el director general de Tributos (hay directores generales para todo) dio un paso al frente y explic¨® que al carecer de un m¨¦todo para aplicar el impuesto sucesorio, pues no saben a ciencia cierta qui¨¦nes mueren en la regi¨®n, su gente utilizaba hasta hace muy poco las p¨¢ginas de esquelas mortuorias aparecidas en el Abc. No puede ser, no puede ser, nos decimos con los pelos de punta; pero s¨ª puede ser, s¨ª puede ser, porque la velocidad media del pensamiento ha ca¨ªdo por debajo de niveles a los que no est¨¢bamos acostumbrados, igual que la velocidad media del tr¨¢fico, que en el centro de la ciudad est¨¢ en poco m¨¢s de 13 kil¨®metros por hora. A ese paso no llegamos a ning¨²n sitio. Menos mal que el koala goz¨® de escolta policial y lleg¨® a su mansi¨®n del Zool¨®gico sin ning¨²n contratiempo. Que sea para bien.
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