El amo de Italia
Italia va hoy a una elecci¨®n general que, seg¨²n todos los pron¨®sticos, ganar¨¢ la alianza derechista del magnate Silvio Berlusconi, ahora en la oposici¨®n. En realidad, la mayor duda parece consistir en cu¨¢l ser¨¢ la ventaja de Berlusconi sobre la coalici¨®n gubernamental. Si ser¨¢ de una magnitud que permite poner un ordenamiento pol¨ªtico patas arriba o solamente un triunfo ajustado que exige pactar con el adversario. Los comicios son, de hecho, el corolario l¨®gico y la prueba de fuego del tradicional cinismo con que los italianos ven a su clase pol¨ªtica; un supremo relativismo basado en que el pa¨ªs ha ido prosperando de forma ininterrumpida al margen de las componendas pol¨ªticas de los partidos.
Quiz¨¢ como consecuencia de ello, a muchos electores no les importe que su pr¨®ximo primer ministro sea un ciudadano perseguido por corrupci¨®n y con formidables conflictos de intereses por resolver. O que su riqueza y los m¨¦todos empleados para obtenerla est¨¦n sometidos a pesquisas judiciales. O que el hombre m¨¢s rico de Italia sea due?o de tres cadenas de televisi¨®n privadas y pueda obtener de las urnas el control pol¨ªtico de otras tres, lo que, a efectos pr¨¢cticos, le convertir¨ªa en el monopolizador de la informaci¨®n y la opini¨®n. De creer las encuestas, las dudas expresadas recientemente por destacados medios occidentales sobre la idoneidad del l¨ªder de Forza Italia para dirigir un Estado democr¨¢tico han proporcionado a Il Cavaliere dos puntos suplementarios en intenci¨®n de voto.
El multimillonario hecho a s¨ª mismo parece el nuevo campe¨®n de las clases medias. Se han olvidado los tumultuosos siete meses que Berlusconi estuvo en el poder en 1994. Y los inmunerables encontronazos con la justicia, dentro y fuera de su pa¨ªs, y las investigaciones pendientes. Seg¨²n los sondeos, los italianos perciben a Berlusconi m¨¢s como el ep¨ªtome de una inocente manera, a la italiana, de entender y practicar la vida p¨²blica que como una amenaza real a un sistema que se quiere democr¨¢tico. Prima en Italia, al parecer, la admiraci¨®n por quien ha sido capaz de llegar tan lejos sobre la reflexi¨®n a prop¨®sito de los m¨¦todos del viaje.
Sean cuales fueren las preferencias del electorado, Silvio Berlusconi -aparte de promesas dignas de chabacanos concursos televisivos, del tipo de rebajas sustanciales de impuestos y masivo gasto en infraestructuras sin aumentar el d¨¦ficit p¨²blico- no ha explicado nada preciso a sus conciudadanos en una campa?a que ha resultado la m¨¢s sucia y vac¨ªa en muchas d¨¦cadas. Tampoco lo han hecho sus oponentes, porque de hecho, y con la complicidad de la izquierda encabezada por Franscesco Rutelli, las elecciones de hoy se han convertido en un refer¨¦ndum sobre Il Cavaliere. En Italia se ha hablado estas semanas de Berlusconi, de su oscuro pasado, de si su imperio medi¨¢tico es fruto de pr¨¢cticas inadmisibles en un pa¨ªs sometido a la ley y bajo un sistema transparente. Pero no de la Uni¨®n Europea, ni de la reforma del ag¨®nico sistema de pensiones, ni del control de la televisi¨®n. Lo m¨¢s lejos que ha llegado el jefe del Polo por las Libertades -que incluye aliados tan liberales como los posfascistas de la Alianza Nacional y los antiguos separatistas de la Liga Norte- a prop¨®sito de su crucial conflicto de intereses ha sido anunciar que si llega al Gobierno pedir¨¢ ayuda a expertos internacionales para que le propongan legislaci¨®n adecuada. Quiere dict¨¢menes contra el sentido com¨²n.
Es imposible dejar aparte las consideraciones ¨¦ticas sobre el riesgo de que Berlusconi pueda convertirse a partir de hoy en un r¨¦gimen en s¨ª mismo. Cabe preguntarse, adem¨¢s, por la eficacia de un eventual Gobierno presidido por alguien sobre quien penden grav¨ªsimas acusaciones e investigaciones fiscales y de corrupci¨®n. Nada de esto le ha impedido a Aznar reiterarle un apoyo que ya le evit¨® en el pasado un molesto suplicatorio en el Parlamento Europeo.
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