A punto de vapuleo

Maragall es un pol¨ªtico con una acreditada eficacia como gestor. Y como dirigente, porque tirios y troyanos le reconocen un olfato pol¨ªtico y una coherencia que le ha llevado a mantener sus posiciones incluso en momentos en que la coyuntura parece aconsejar abandonarlas. Es lo que ha sucedido, por ejemplo, con su defensa del di¨¢logo entre nacionalistas y no nacionalistas como condici¨®n insoslayable para avanzar en la pacificaci¨®n de Euskadi.

Pero Dios no le ha llamado a ser un polemista parlamentario. Ayer se demostr¨® de nuevo, a prop¨®sito de la pregunta que formul¨® a Jordi Pujol sobre las repercusiones de las elecciones vascas en Catalu?a. No es la primera vez que Pujol est¨¢ a punto de vapulearle, y si ayer no culmin¨® el lance s¨®lo fue porque en el debate se introdujo el factor terrorismo y ah¨ª el presidente de la Generalitat tuvo que frenar.

Maragall es brillante cuando habla ante auditorios que le admiran, cosa que le sucede con frecuencia. Y si son reducidos, llega a encandilar. Pero lleva mal que le contradigan. Es decir, se le resiste la esencia del debate parlamentario.