Nadie camin¨® solo
Confraternizaci¨®n de hinchadas en Dortmund y toda Vitoria convertida en una 'grada'
No es f¨¢cil perderse en Dortmund. Casi todo conduce hasta la plaza del Viejo Mercado y en una final de la Copa de la UEFA, con ingleses de por medio, el sonido ambiental es suficiente para guiar al peregrino.
Si acaso el o¨ªdo se aver¨ªa, el color indica el camino: el grupo rojo, el del Liverpool, tira hacia la estricta plaza, salpicada de cerveza desde primeras horas de la ma?ana; el grupo arco iris, el del Alav¨¦s, hacia la carpa adyacente, donde huele a salchichas y se prodiga la cosecha vin¨ªcola tra¨ªda desde la propia tierra. Por una u otra v¨ªa, lo cierto es que nadie camin¨® ayer solo en Dortmund. Y tampoco en Vitoria.
Ayer, un mi¨¦rcoles cualquiera de labor, Vitoria trastoc¨® su rutina para seguir la primera final europea de su equipo de f¨²tbol, un milagro como otro cualquiera. El azul y blanco oficial del club qued¨® suspendido en los balcones, los bares y la ropa de muchos ciudadanos, vestidos como si fuera d¨ªa de Liga. No lo era.
Tras la bofetada, algunos cohetes en la capital alavesa. Los coches no se deten¨ªan en la plaza de la Virgen Blanca, pero tocaban el claxon
Era el d¨ªa m¨¢s importante de un equipo que pertenece a una capital volcada con el deporte. Aqu¨¦llos que no pudieron desplazarse a Dortmund, nost¨¢lgicos de una fiesta memorable, quisieron celebrar de la mano el triunfo o lamentar la derrota en el pabell¨®n de Mendizorroza frente a una pantalla de cine menos grande de lo deseado.
El color traduce la historia de club. El Alav¨¦s es la modernidad del arco iris. La traducci¨®n crom¨¢tica de la mercadotecnia. El azul, el amarillo, el blanco, el rojo, el naranja y el rosa identifican las seis camisetas que ha lucido a lo largo de su historia moderna, fruto de la euforia por la imagen.
Eso s¨ª, camisetas blanquiazules siempre, bipartitas a partes iguales, primeras y segundas equipaciones (blanquirrojas, naranjas) hasta alcanzar el rosa p¨¢lido de Europa y la imitaci¨®n del Boca Juniors elegida para la final. Los m¨¢s aut¨¦nticos prefer¨ªan aquellas rayadas hist¨®ricas, a las que ni siquiera hab¨ªan borrado el nombre.
Pero todos compart¨ªan una camarader¨ªa inesperada. La mayor¨ªa inglesa no se tradujo en abuso alguno. Repartidos a diez metros, con varias furgonetas policiales sin quitar ojo, el mestizaje era continuo y alcanzaba a todos los estratos de la afici¨®n. Varias mujeres de jugadores alavesistas bailaban la conga al lado de la carpa y pasaban por debajo de una pancarta del Liverpool sostenida por aficionados del club de Anfield.
Dentro de la carpa, lo que dominaba era la m¨²sica de los vallecanos S-kape y su himno a la Resistencia. M¨¢s all¨¢, los ingleses optaban por la actuaci¨®n en directo: el karaoke organizado por el Ayuntamiento de Dortmund era un desfile de voces aguardentosas, un remake de Rod Stewart cantando en un pub el You'll never walk alone (Nunca caminar¨¢s solo).
Mientras tanto, Vitoria simulaba la bajada de Celed¨®n, bajo una impresionante tormenta y era tal la simbiosis de unos y otros que hasta un improvisado traductor explic¨® a los ingleses que se agolpaban en la carpa alavesa el significado de Celed¨®n.
A las 20.45 sonaba el pitido inicial en el pabell¨®n de Mendizorroza, disfrazado de grada: no faltaban las bufandas, las camisetas rosas, las ikurri?as ni las reacciones habituales del f¨²tbol. Tambi¨¦n se escuchaba alg¨²n lamento previo, como el de Pedro Espinosa: "Lo bonito habr¨ªa sido estar all¨ª, en el campo. Unos amigos que viajaron en tren hasta Dortmund organizaron un campeonato de mus en el tren y se apuntaron 200 parejas. Son cosas que hay que vivir". Se trataba de sentirse como en el Westfalenstadion. Las circunstancias adversas enseguida resum¨ªan la fe de los aficionados en un grito: "?A por ellos, o¨¦, o¨¦, o¨¦!".
Los clientes de la cafeter¨ªa El Batan, junto a Mendizorroza, acog¨ªan el inicio del segundo tiempo con escepticismo... hasta que Contra se invent¨® un centro imposible, origen del 2-3. En la pared, una camiseta de la selecci¨®n rumana enmarcada y firmada por Contra parec¨ªa sonreir.
El autob¨²s de l¨ªnea n¨²mero 1 pasaba vac¨ªo camino del centro de la capital alavesa. La plaza de la Virgen Blanca, centro neur¨¢lgico y escenario de cualquier celebraci¨®n que se precie en Vitoria, estaba desierta. Como todas las calles. Faltaban tres minutos para el final del encuentro: 4-3 para el Liverpool. El sue?o se esfumaba. O no. Un alarido compartido se escapaba de los numerosos bares que circundan la plaza. Jordi hab¨ªa empatado. Todav¨ªa pod¨ªa darse la gran fiesta anunciada.
La pr¨®rroga confirmar¨ªa lo contrario, aunque, tras la bofetada inicial, se escucharon los primeros cohetes en el centro de Vitoria. Poco a poco, los aficionados se acercaron a la plaza, los coches pasaron sin detenerse aunque haciendo sonar sus claxones.
Muy pocos aceptaban detenerse en el altar de las celebraciones. Resultaba duro festejar una derrota. Todos desfilaban, atravesaban la plaza directos a los bares de la parte vieja. Nadie les pod¨ªa prohibir acabar la jornada con una copa en la mano, aunque no fuera la deseada.
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