El s¨ªmbolo entra?able
Karmona, el capit¨¢n alavesista, representa el ¨¦xito del f¨²tbol m¨¢s modesto
El Deportivo Alav¨¦s es Antonio Karmona. Karmona es el Alav¨¦s. Son indisociables. El esp¨ªritu del club y del capit¨¢n es una misma cosa. Han crecido juntos desde la nada hasta el infinito en menos de un lustro. Su aventura en com¨²n comenz¨® en el verano de 1996 en la Segunda Divisi¨®n. Un mes antes, el Alav¨¦s hab¨ªa ascendido en el campo de La Victoria, en Ja¨¦n, tras cinco en la Segunda B y otros tantos en la Tercera. Sal¨ªa de las catacumbas. Karmona, parecido. Ven¨ªa de salvar al ?ibar, el equipo milagro de la Segunda, y de una trayectoria ligada a lo m¨¢s profundo del f¨²tbol.
Karmona termin¨® cayendo en el Alav¨¦s como pod¨ªa estar ahora repartiendo y recogiendo balonazos en campos de arena, por la Tercera, con unos honorarios de 75.000 pesetas mensuales. Lo m¨¢s natural es que, como buen bermeano, hubiera terminado pescando, el oficio familiar, del que su padre se jubil¨® el a?o pasado. En Bermeo no hay otra profesi¨®n posible. ?l no ha dejado que se pierda del todo la tradici¨®n. Posee el t¨ªtulo de capit¨¢n de barco por la escuela de Pasajes. Es, por tanto, doblemente capit¨¢n, aunque, de momento, s¨®lo ejerce en tierra firme.
Experiencia en dirigir colectivos no le falta. Es de esos futbolistas que incluso en el caso de que no puedan jugar, por las razones que sean, son imprescindibles en un vestuario. A Karmona no le toca jugar ahora. Su puesto habitual lo ocupa Eggen, aunque ayer Man¨¦ hizo una excepci¨®n y les coloc¨® juntos. 'Despu¨¦s de lo que ha pringado', opinaba su padre, 'se merec¨ªa jugar una final'.
Sin embargo, Karmona, a sus 33 a?os, parece perder sitio en el equipo ¨²ltimamente. Tuvo tiempos mejores. En su deb¨² en Primera, con 30 a?os, empez¨® y termin¨® la Liga jugando. No se perdi¨® ni un solo minuto. Fue el ¨²nico futbolista de campo que lo logr¨®. Y su m¨¦rito es a¨²n mayor si se tiene en cuenta que juega en el centro de la defensa, el lugar m¨¢s propenso a las tarjetas. Aunque ahora haya perdido en el campo los galones de mariscal, en el orden interno el capit¨¢n sigue ejerciendo. Con sobriedad, sensatez y amabilidad se ha ganado un lugar fundamental en el alavesismo. En su caso, la persona y el futbolista se asemejan. Es directo y tranquilo. A Karmona no se le conocen enemigos.
El capit¨¢n alavesista no tuvo la suerte de otros vizca¨ªnos. No pis¨® Lezama ni por asomo. Tuvo que quedarse en casa, en su Bermeo, arrancando desde lo m¨¢s bajo. Jug¨® desde Regional, categor¨ªa m¨¢s propia de treinta?eros con muslos rollizos que de jovencitos que quieren prosperar en el f¨²tbol. 'Le pegaban bien. Desde los 17 a?os ya andaba con los mayores', recuerda su padre, tambi¨¦n llamado Antonio; 'ha pasado por todo'.
Karmona no debe favores. Tras un paso por otro club vizca¨ªno, la Cultural de Durango, ingres¨® en Segunda en el Sestao. Cre¨ªa subirse a un trampol¨ªn, pero, en realidad, all¨ª le esperaba un pozo. El club no pagaba a la plantilla y termin¨® desapareciendo. El ?ibar, al que tuvo que marcharse despu¨¦s, no pertenece al grupo de los clubes boyantes. Por eso nunca, hasta llegar al Alav¨¦s, tuvo la absoluta seguridad de poderse dedicar profesionalmente al f¨²tbol. As¨ª que jam¨¢s quiso dejar de estudiar.
As¨ª, pues, Karmona encontr¨® tarde su sitio en el f¨²tbol, pero lo encontr¨®. Posiblemente su apariencia le haya perjudicado. Corre en posici¨®n algo encorvada y parece tosco. No es un estilista, pero tiene una virtud enorme: conoce sus limitaciones. Gracias a eso, no intenta filigranas, pero tampoco rifa la pelota. Es especialista en sacar de atolladeros a sus compa?eros de la defensa. Cumple el prototipo del jugador alavesista con la lecci¨®n bien aprendida y agradecido con la tarea de su t¨¢cnico. Dice de Man¨¦ que es el mejor entrenador con el que el Alav¨¦s se pod¨ªa haber topado.
El club le ha correspondido renov¨¢ndole su contrato por un a?o m¨¢s, hasta 2002, y ofreci¨¦ndole un puesto en el organigrama. Es natural. Perdurar en el equipo vitoriano durante m¨¢s de cinco a?os no es sencillo. S¨®lo est¨¢ al alcance de un s¨ªmbolo.
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