Consideraciones postelectorales
Se han celebrado las elecciones vascas. Unas elecciones muy esperadas, que incluso pueden haber servido para algo. Pero ahora viene lo dif¨ªcil. Y la dificultad es previa incluso a la de saber administrar los resultados de estas elecciones: se encuentra en la misma interpretaci¨®n de los resultados. Es necesario hacer justicia a ¨¦stos, entender su significado. Esta exigencia es siempre importante, pero m¨¢s cuando lo que est¨¢ en juego es la paz en libertad, cuando se trata de hacer frente al terror y de superarlo, cuando lo que preocupa es evitar cualquier riesgo de fractura en la cohesi¨®n de la sociedad vasca.
Antes de pasar a cualquier interpretaci¨®n y valoraci¨®n de los resultados es preciso proceder a algunas constataciones. Estas elecciones han producido una victoria del nacionalismo moderado, una victoria de Ibarretxe. Una victoria que no significa la conquista de la mayor¨ªa absoluta, pero s¨ª significa ser la fuerza m¨¢s votada, poder formar Gobierno e incluso poder gobernar en minor¨ªa.
La segunda constataci¨®n pertinente es la del fracaso del nacionalismo radical. Es la ¨²nica fuerza que baja en n¨²mero absoluto de votos, a pesar de la gran participaci¨®n electoral. Su representaci¨®n parlamentaria ha quedado reducida a la mitad. No estar¨¢n en situaci¨®n de condicionar la vida parlamentaria.
Tercera constataci¨®n: el fracaso de la autoproclamada alternancia. La decepci¨®n del Partido Popular y del Partido Socialista tiene, en parte, su ra¨ªz en haberse exigido a s¨ª mismos alcanzar una meta quim¨¦rica, en haber esperado demasiado. La mayor¨ªa absoluta para el conjunto PP-PSOE no ten¨ªa ning¨²n fundamento en la realidad social.
Cuarta constataci¨®n: no solamente ha fracasado la pretensi¨®n de sustituir al nacionalismo en las instituciones vascas de gobierno, sino que ha fracasado la estrategia seguida por el Partido Popular y por el Gobierno del Estado de querer laminar al conjunto del nacionalismo, de querer culpabilizar a todos los nacionalistas, de demonizar al nacionalismo y de querer curar a la sociedad vasca de la enfermedad del nacionalismo.
Quinta constataci¨®n: a pesar de todas las constataciones anteriores, y siguiendo la costumbre de contar los votos como nacionalistas o no nacionalistas, costumbre que el d¨ªa que Euskadi llegue a ser una sociedad normal perder¨¢ su sentido, nos encontramos con que su reparto no ha variado sustancialmente respecto al resultado del 28 de octubre de 1998; es decir, respecto del resultado que se produjo en las elecciones celebradas bajo las condiciones de la tregua de ETA y de la proclamada unidad nacionalista en el acuerdo de Estella-Lizarra.
La sociedad vasca sigue siendo, electoralmente y respecto a su ubicaci¨®n en la coordenada nacionalista-no nacionalista, igual que lo era en las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas; es decir, una sociedad plural en lo que al sentimiento de pertenencia se refiere.
Teniendo en cuenta estas constataciones es como hay que intentar analizar el significado de estas elecciones. La primera consideraci¨®n que quisiera ofrecerle al lector comienza por la ¨²ltima constataci¨®n: la divisi¨®n electoral en dos campos. Creo que ser¨ªa un error creer que la sociedad vasca est¨¢ ubicada limpiamente en dos bloques separados pol¨ªticamente. Creo que no es cierto que existan dos comunidades pol¨ªticas netamente separadas. Ser¨ªa un error grave por parte de todos los partidos pol¨ªticos suponer que es posible dar una significaci¨®n unilateral y exclusiva a los votos que han recibido.
Desde el voto radical nacionalista hasta el voto netamente espa?ol existe un deslizamiento en la significaci¨®n y en la ubicaci¨®n del voto vasco. Ser¨ªa mejor interpretar la adjudicaci¨®n de los votos como una campana de Gauss, de forma que la mayor¨ªa de los votos tienden a concentrarse en el centro de la campana, hacia el que la curva de ascenso es muy r¨¢pida, al igual que la de descenso, mientras que hacia los extremos las curvas tienden a ser m¨¢s planas.
Es preciso que los partidos, todos, sepan consolidar ese centro. Es preciso que los partidos pol¨ªticos vascos entiendan que su labor a favor de la normalizaci¨®n tan predicada de la sociedad vasca radica en el fortalecimiento de ese centro. Y ello implica fortalecimiento institucional. Son precisamente las instituciones p¨²blicas los ejes que componen el centro de la campana de Gauss, hacia el que tienden, por un lado y por otro, las curvas de la campana.
Como segunda consideraci¨®n importante quisiera subrayar el gran n¨²mero de votos que, seg¨²n todas las evidencias, han ido del nacionalismo radical al nacionalismo democr¨¢tico, de EH al bloque PNV-EA. Para el futuro de la sociedad vasca es de una importancia extrema que estos dos partidos, PNV y EA, sean capaces de fijar definitivamente esos votos en el nacionalismo pac¨ªfico y en el nacionalismo democr¨¢tico, aquel que sabe defender su visi¨®n del Pa¨ªs Vasco y de la sociedad vasca sin violentar su realidad plural ni tratar de homogeneizarla por todos los medios. En este esfuerzo y en el ¨¦xito que le pueda acompa?ar radicar¨¢ en buena medida gran parte de la soluci¨®n al problema del terror.
La tercera consideraci¨®n, en conexi¨®n estrecha con las dos anteriores, nos lleva a ser conscientes de que nos encontramos con la situaci¨®n que nos es conocida desde hace muchos a?os: la necesidad de encontrar y labrar una soluci¨®n al problema del terror desde y en el respeto profundo a la realidad plural de la sociedad vasca; es decir, de buscar la paz en la libertad.
Esa soluci¨®n para el problema del terror no va a ser f¨¢cil, y nos volveremos a enga?ar si creemos que puede venir de la mano de alguna receta sencilla. No la hay. Pudiera ser m¨¢s o menos f¨¢cil conseguir la paz aceptando el requisito de considerar a la sociedad vasca como un todo homog¨¦neo que se define a s¨ª misma de una forma uniforme en sus derechos. Pero para ello ser¨ªa necesario sacrificar la pluralidad que nos caracteriza, ser¨ªa necesario sacrificar la libertad de quienes no encajan en la homogeneidad. Y no podemos olvidar que la democracia, en ¨²ltimo t¨¦rmino, se mide en la capacidad de la integraci¨®n de las diferencias.
Solamente un desarrollo continuo y cabal de las instituciones que nos hemos dado, un fortalecimiento institucional de la sociedad, la vasca y la espa?ola, puede preparar una situaci¨®n en la que plantear hablar y negociar con los terroristas pierda su significado de ceder al chantaje. Para que se d¨¦ ese fortalecimiento institucional de la sociedad vasca y de la espa?ola es preciso que sus instituciones desarrollen una capacidad cada vez mayor de integrar diferencias. Por supuesto, las instituciones vascas, especialmente si est¨¢n regidas por los nacionalistas. Por supuesto que el nacionalismo debe entender que la sociedad vasca es plural en lo que afecta al sentimiento de pertenencia, y debe extraer todas las consecuencias que de ese entendimiento se derivan, en especial la de que no existe un sujeto un¨ªvoco y homog¨¦neo de quien se puedan predicar derechos de Estado-naci¨®n.
Pero tambi¨¦n las instituciones espa?olas, comenzando con la Constituci¨®n. No basta con proclamar sin cesar el apego a los valores constitucionales y tratar de laminar a partir de esa proclama lo que esos valores han querido precisamente proteger y desarrollar. C¨¢novas cre¨® el nacionalismo vasco. Franco lo enraiz¨® hasta l¨ªmites insospechados. Aznar est¨¢ en camino de volver a dotarle de unidad y de api?arlo. Debiera distanciarse de quienes pretenden convencerle de que el Estado espa?ol que se ha construido a partir de la transici¨®n a la democracia debe ser llenado ahora de Espa?a como naci¨®n. El sentido de Estado le debiera llevar a recordar que esfuerzos parecidos han conducido siempre a lo contrario: a sembrar la semilla de la desintegraci¨®n.
A nadie nos hace falta una hinchaz¨®n nacionalista. M¨¢s bien lo contrario: una fuerte dosis de secularizaci¨®n y de laicidad nos vendr¨ªa muy bien a todos. Y, dicho de paso, tambi¨¦n a todos esos comentaristas que con ocasi¨®n de combatir el crimen terrorista han declarado la guerra al infiel. No se trata de desarmar voluntades, pero s¨ª de desarmar las palabras y los sentimientos.
Joseba Arregi ha sido parlamentario auton¨®mico del PNV en las dos ¨²ltimas legislaturas.
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