Ventajismo constitucional
La Constituci¨®n Espa?ola descansa en m¨²ltiples compromisos de naturaleza pol¨ªtica, pero de todos ellos el m¨¢s dif¨ªcil de alcanzar fue el reflejado en el art¨ªculo 2. Dicho art¨ªculo expresa el compromiso entre dos interpretaciones de la historia de Espa?a que hab¨ªan venido enfrent¨¢ndose desde hac¨ªa varios siglos, sin que hubi¨¦ramos sido capaces de encontrar un punto de encuentro entre ambas. Para unos, Espa?a es una naci¨®n ¨²nica; para otros, Espa?a es una realidad plurinacional. El constituyente resolvi¨® el enfrentamiento afirmando el principio de unidad pol¨ªtica de la naci¨®n espa?ola, pero condicionando su vigencia real y efectiva al ejercicio del derecho a la autonom¨ªa de las nacionalidades y regiones que la integran.
Adolfo Su¨¢rez consigui¨®, en una inteligente negociaci¨®n con Josep Tarradellas, incorporar al nacionalismo catal¨¢n a ese compromiso constituyente desde el principio. El nacionalismo vasco no lo rechaz¨® expresamente, pero tampoco lo acept¨®. Se mantuvo en una posici¨®n de desconfianza que ser¨ªa superada en el oto?o de 1979 con la negociaci¨®n, tambi¨¦n dirigida personalmente por Adolfo Su¨¢rez, del Estatuto de Autonom¨ªa. El nacionalismo vasco, que era la ¨²nica parte de la constituci¨®n material de Espa?a que hab¨ªa quedado fuera del consenso constituyente, se incorpor¨® al mismo a trav¨¦s del Estatuto de Gernika. Pol¨ªticamente no fue con la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n, sino con la del Estatuto vasco, con la que se cerr¨® el proceso constituyente. A partir de ese momento no quedaba ninguna parte significativa de la sociedad espa?ola fuera de la Constituci¨®n.
Este compromiso se alcanz¨® en el proceso constituyente, pero tiene que ser renovado constantemente. No hay, posiblemente, tarea m¨¢s importante para el Gobierno de la naci¨®n y para los de las comunidades aut¨®nomas que la de mantener vivo dicho compromiso y hacerlo operativo mediante el ejercicio de la parte de poder de la que cada uno dispone. Pero, sobre todo, para el Gobierno de la naci¨®n. ?sa fue, en mi opini¨®n, la aportaci¨®n m¨¢s importante de Adolfo Su¨¢rez al proceso constituyente. Y ¨¦sa tiene que continuar siendo la aportaci¨®n m¨¢s importante de quien ocupe la presidencia del Gobierno en cada momento. De ello depende la estructura del Estado y una convivencia no impuesta entre las diversas 'nacionalidades y regiones' que componen Espa?a.
En la renovaci¨®n de este compromiso no han faltado momentos de tensi¨®n, pero nunca hab¨ªa sido puesto en cuesti¨®n en cuanto tal desde 1979. Ha sido puesto en cuesti¨®n por primera vez durante la primera legislatura en la que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ha sido presidente del Gobierno y lo est¨¢ siendo todav¨ªa m¨¢s en el comienzo de esta segunda. La deslealtad con que el PNV y el PP se han comportado entre ellos y respecto de todos los dem¨¢s ha sido inmensa. La apuesta de Lizarra por parte del PNV, independientemente de que se hiciera con buena voluntad, supuso una ruptura del compromiso constituyente. De la misma manera que lo ha supuesto tambi¨¦n la 'cruzada antinacionalista' desatada por el PP aprovechando el error del PNV.
En lugar de intentar conseguir la rectificaci¨®n del PNV y de facilitar su reincorporaci¨®n al consenso constitucional, una vez que dicho partido hab¨ªa dado 'por muerto' el Pacto de Lizarra, el Gobierno y el PP han hecho un uso ventajista de la Constituci¨®n que acentuaba todav¨ªa m¨¢s la exclusi¨®n de la misma del nacionalismo vasco.
Afortunadamente, los electores han puesto las cosas en su sitio. A EH, en primer lugar, pero tambi¨¦n al PP. No se puede no aceptar la Constituci¨®n y el Estatuto como marco de referencia de la acci¨®n pol¨ªtica. Pero tampoco se puede expulsar al nacionalismo vasco de la Constituci¨®n, porque es materialmente parte de la misma. La autocalificaci¨®n de algunos partidos como constitucionalistas ha sido un disparate que es de esperar que desaparezca para siempre. No hay mayor manifestaci¨®n de ventajismo constitucional que ¨¦se.
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