L'Horta, patrimonio natural y cultural
El d¨ªa 22 de marzo de 1852 se inaugur¨® el ferrocarril que hab¨ªa de efectuar el trayecto desde la ciudad de Valencia hasta el Grao. El acontecimiento, dada su singularidad, fue festejado multitudinariamente y bendecido por la burgues¨ªa como una fuente de riqueza y de vida. Durante el acto se repartieron versos, como era habitual en los grandes eventos, que cantaban el porvenir venturoso de la ciudad. En una de estas hojas po¨¦ticas se dec¨ªa: 'Per ahon vach no se ou atra veu: Al vapor, al vapor, al vapor'. Y, desde entonces, la ciudad de Valencia se puso a cabalgar a lomos del brioso pegaso del progreso marcando el paso de esta nueva canci¨®n: Al vapor, al vapor, al vapor.
En su huida de la larga noche hist¨®rica de la precariedad y la escasez, las sociedades en proceso de industrializaci¨®n, entonaban versos a los penachos de humo que desprend¨ªan las esbeltas chimeneas de las f¨¢bricas; y en el frenes¨ª que comenzaba a agitar las calles de los centros urbanos percib¨ªan los signos de las colmenas laboriosas y ahorradoras. Se derru¨ªan las murallas que aprisionaban el tr¨¢fico y el comercio, que asfixiaban la emancipaci¨®n e imped¨ªan respirar otros vientos culturales. No todas las opiniones, sin embargo, se rindieron tan de lleno a los imperativos de los nuevos tiempos. Tambi¨¦n, aunque fuera tangencialmente, se fue abriendo paso una nueva mirada, que todav¨ªa no conoc¨ªa su nombre, pero que operaba como conciencia irredenta de las esperanzas y formas de vida que el endiosado progreso dejaba en la cuneta. As¨ª, en 1858, en el pr¨®logo de una pintoresca obra titulada Los valencianos pintados por s¨ª mismos, se hac¨ªa el contraste entre la destrucci¨®n causada por las sucesivas oleadas de pueblos b¨¢rbaros, que en su 'precipitaci¨®n hist¨®rica' nunca hab¨ªan llegado a pulverizar la totalidad de las culturas conquistadas, y la 'destrucci¨®n inteligente y presumida' de la modernidad, que era 'mort¨ªfera y absoluta'. En la sociedad de 'v¨ªas ferradas' y cables el¨¦ctricos no hab¨ªa espacio para las huellas y esperanzas del pasado.
Hoy, siglo y medio despu¨¦s, en esta sociedad del riesgo en la que la naturaleza nos devuelve de golpe todos los efectos perversos provocados por la industrializaci¨®n y cuando los productos qu¨ªmicos flotantes en el aire, en el agua y en los alimentos, se transforman en venenos incontrolables, suenan aquellas palabras como una extra?a y clarividente premonici¨®n. Sin embargo, ?qu¨¦ lejos estaba tan l¨²cido prologista de imaginar la invasi¨®n de la 'verde llanura' de la Huerta por el cemento y el asfalto, por la aglomeraci¨®n urbana ca¨®tica y rudamente planificada? ?qu¨¦ lejos de atisbar esta desmesurada expansi¨®n urban¨ªstica que arrasa, excava, contamina, esa extensa llanura aluvial formada durante milenios y a la que generaciones sucesivas de esforzados agricultores han dado una fisonom¨ªa peculiar?
La iniciativa popular de promover una Ley reguladora del proceso de ordenaci¨®n y protecci¨®n de la Huerta de Valencia como espacio natural protegido debe ser entendida a la luz de los nuevos instrumentos conceptuales que nos proporciona la modernidad tard¨ªa para interpretar nuestra relaci¨®n con el entorno y con la historia. Cuando ya no existe la naturaleza, con su supuesta autenticidad primordial, necesitamos construir el medio ambiente para salvar nuestra existencia y la de las generaciones futuras; cuando la aceleraci¨®n hist¨®rica nos distancia de todo pasado y nos deja a la intemperie de la individualizaci¨®n, necesitamos construir el patrimonio cultural para asentar nuestro sentido de la continuidad hist¨®rica y de la comunidad c¨ªvica.
Todav¨ªa en la sociedad valenciana impera la l¨®gica descrita por la medalla del amor: hoy queremos m¨¢s crecimiento econ¨®mico que ayer, pero menos que ma?ana. Sin embargo, las encuestas indican que puede estar produci¨¦ndose un cambio de opini¨®n favorable hacia un consenso ambientalista: crecen los porcentajes de quienes se manifiestan a favor de adoptar medidas de protecci¨®n medioambiental, de quienes est¨¢n dispuestos a modificar sus conductas para reducir el cambio clim¨¢tico; de quienes quieren que la conservaci¨®n ponga frenos a la innovaci¨®n; que la racionalidad instrumental sea sometida a control por otras demandas y expectativas m¨¢s humanas.
Patrimonio natural y patrimonio cultural, en este contexto, son las nuevas herramientas conceptuales con las que hemos de instaurar la l¨®gica alternativa de que 'm¨¢s de lo mismo' (asfalto, cemento, cfc's, nitratos, consumismo) es irracional e insostenible. En tanto que patrimonio, la comarca de L'Horta es una herencia valiosa, que debe ser protegida, recuperada y preservada; en tanto que cultural, es una herencia p¨²blica y, por tanto, aunque sea propiedad de numerosas personas particulares o jur¨ªdicas, sus titulares deben quedar obligados por la publicidad de destino; en tanto que natural, pertenece tambi¨¦n a las generaciones futuras.
La disponibilidad de estas herramientas conceptuales y legales, sin embargo, no resuelve el problema, pues en una sociedad democr¨¢tica la legitimidad de las mismas ha de establecerse por procedimientos democr¨¢ticos. Y este es el experimentum crucis en el que estamos embarcados: ?ha penetrado suficientemente en la sociedad valenciana la percepci¨®n de las amenazas que supone la incesante expansi¨®n urban¨ªstica? ?ser¨¢ capaz de apoyar de manera suficiente una propuesta razonable? En ella no cabe ver la evocaci¨®n nost¨¢lgica que respiran los cuadros de barracas, emparrados y pac¨ªficos huertanos tocando la guitarra. Lo que est¨¢ en juego es otra forma de entender nuestro futuro: aquella en la que la prioridad procede de la calidad de vida para todos
Antonio Ari?o es profesor de la Universidad de Valencia.
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