Luis Mateo D¨ªez reflexiona en su ingreso en la Academia sobre el arte de novelar
El escritor evoca un viejo sue?o para explicar su pasi¨®n por crear mundos narrativos
Arropado por los aplausos de m¨¢s de 800 personas, Luis Mateo D¨ªez entraba, pasadas las siete de la tarde, en el sal¨®n de actos de la Real Academia Espa?ola. Lo acompa?aban sus padrinos, Luis Mar¨ªa Anson y ?ngel Gonz¨¢lez. El escritor leon¨¦s cumpl¨ªa con el rito de leer su discurso de entrada a la Academia. Luis Mateo D¨ªez (Villablino, Le¨®n, 1942) opt¨® por un discurso de creaci¨®n, basado en c¨®mo los escritores se encuentran a veces con algo que no pueden escribir. Esa idea abri¨® una espiral alrededor de la cual apoy¨® los elementos sobre los que crea una historia.
La mano del sue?o (Algunas consideraciones sobre el arte narrativo, la imaginaci¨®n y la memoria), t¨ªtulo del discurso con el que Mateo D¨ªez ingres¨® en la Real Academia Espa?ola, comienza con un sue?o y un recuerdo infantil que el escritor nunca fue capaz de contar. No falt¨® tampoco en el discurso del nuevo acad¨¦mico un recuerdo para los amigos que avalan su historia de escritor, y a Claudio Rodr¨ªguez (uno de los primeros libros de poes¨ªa que compr¨® en su vida y uno de los que m¨¢s veces ha le¨ªdo es Don de la ebriedad), al que sustituye en al sill¨®n I de la Academia.
En el sue?o de Mateo D¨ªez, un hombre se sienta a los pies de su cama, acaricia su frente, le llama por su nombre y le coge de la mano. En el recuerdo se encuentra con un vagabundo que se sienta a su lado, en un pelda?o de la fuente que hay en el centro de la plaza de su pueblo, mientras el peque?o merienda una rebanada de pan untada con mantequilla y salpicada de az¨²car. 'Voy a decirte una cosa, chaval. En este pueblo no hay m¨¢s vivos que muertos, del mismo modo que no hay m¨¢s cr¨ªos que cr¨ªas, ni m¨¢s gatos que perros. Siempre os creisteis m¨¢s de lo que sois, y sois muy poco. Cualquier forastero lo sabe...'. Las palabras de Cribas consiguieron estropearle la merienda, y el ni?o guard¨® el secreto de lo que le hab¨ªa dicho, entre otras cosas, porque los amigos no le hubieran cre¨ªdo y porque tuvo que pasar bastante tiempo para que percibiera el sentido de sus palabras.
El recuerdo y el sue?o de infancia conforman 'el sustrato de la ¨²nica historia que a lo largo de mi modesta vida de narrador no he logrado escribir, por mucho que lo haya intentado. Las historias que se niegan alimentan una rara zozobra que perdura m¨¢s de lo debido'.
Para el nuevo acad¨¦mico, el recuerdo y el sue?o imprim¨ªan una huella excesiva: 'La parte sustancial de la experiencia que habitualmente necesito para escribir tiene que macerarse en la memoria para poder alimentar la imaginaci¨®n, y al macerarse, se transformar¨¢ sin remedio. Mi recuerdo y mi sue?o no hab¨ªan encontrado el fulgor de su transformaci¨®n, permanec¨ªan inc¨®lumes, eran un alimento crudo'.
La memoria como dep¨®sito de la experiencia y la uni¨®n de esa memoria con la imaginaci¨®n centraron buena parte del discurso. Mateo D¨ªez habl¨® tambi¨¦n de la importancia de la palabra como materia de la narraci¨®n y como sustento de un estilo literario. 'No hay camino en la escritura sin su hallazgo, la ficci¨®n no puede llegar a buen t¨¦rmino sin la palabra adecuada. No sirve cualquier palabra para contar cualquier historia y, adem¨¢s, la palabra con que las historias pueden contarse es una palabra que obtiene una peculiar entidad que la convierte en palabra narrativa'.
En el discurso de entrada en la Academia del autor de La ruina del cielo no falt¨® tampoco una referencia a la inquietud y la falta de complacencia con la que el autor escribe. Su disertaci¨®n concluy¨® como a ¨¦l le gusta que terminen los relatos. 'El ¨²nico logro de esta historia es su t¨ªtulo. Lo supe desde la primera frase de la primera vez que intent¨¦ escribirla. Dicen que los buenos t¨ªtulos suelen estar muy cerca de las ideas po¨¦ticas que presiden las f¨¢bulas. A lo mejor es que en este caso el t¨ªtulo es la historia y con ¨¦l debo resignarme'.
Ox¨ªgeno
El discurso de Luis Mateo D¨ªez fue contestado por el ling¨¹ista Manuel Seco, que repas¨® la amplia carrera literaria del autor de La fuente la edad, El diablo meridiano y El esp¨ªritu del p¨¢ramo, desde que se embarc¨® en sus a?os j¨®venes en aventuras po¨¦ticas. 'La lengua es como el ox¨ªgeno para un escritor. No ha de sorprendernos que nuestro compa?ero lleve en lo m¨¢s hondo de su alma la devoci¨®n a este precioso instrumento. ?l confiesa que sigue al pie de la letra el consejo de Conrad de no pasar nunca a la l¨ªnea siguiente hasta no estar totalmente de acuerdo con lo que se acaba de escribir. En efecto, una caracter¨ªstica suya evidente es la severa atenci¨®n a la forma en todo lo que compone. La estructura general de la obra, la selecci¨®n de las palabras, con una brillante riqueza de l¨¦xico, la disposici¨®n y la medida de las frases, el equilibro de cada conjunto, todo est¨¢ ordenado al mensaje que desea transmitir y al efecto que desea obtener'.
Los paisanos de Le¨®n
Ex ministros, sindicalistas, paisanos de Le¨®n, lectores fieles, funcionarios del Ayuntamiento de Madrid, escritores y cr¨ªticos literarios. La entrada de Luis Mateo D¨ªez en la Real Academia Espa?ola abarrot¨® el sal¨®n de plenos. Mart¨ªn Villa, Barrionuevo, Carmen Alborch, Antonio Gamoneda, Mart¨ªn Nogal, Jos¨¦ Luis Fidalgo, el alcalde de Le¨®n, Mario Amilibia, y el presidente de las Cortes de la Comunidad de Castilla y Le¨®n, Manuel Estrella, entre otros, siguieron con atenci¨®n la lectura de los discursos. Mateo D¨ªez fue elegido el 22 de junio de 2000 para ocupar la vacante de Claudio Rodr¨ªguez, pero desde ayer, y una vez cumplido con el rito del discurso, Mateo D¨ªez es acad¨¦mico. El escritor tiene previsto acudir al pleno de la Academia el pr¨®ximo jueves e incorporarse cuanto antes en alguna comisi¨®n. 'He sido requerido para trabajar y me gusta asumir ese compromiso', asegur¨® el escritor poco antes de leer su alocuci¨®n. 'No soy un estudioso de la lengua, pero la conozco desde otro ¨¢ngulo; el creador se mueve en un espacio que se haya entre la libertad y la norma y en ese territorio hay muchos puntos de encuentro'. Como escritor, su inter¨¦s se centra en la memoria de las palabras y en todo lo que es el diccionario hist¨®rico.
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