La mano del sue?o
Extracto del discurso La mano del sue?o, de Luis Mateo D¨ªez.
(...) 'El narrador necesita estar pose¨ªdo por la convicci¨®n de lo que escribe, ser due?o de la confianza m¨¢s absoluta, saber que lo que tiene entre las manos es completamente fiable y, como tal, veros¨ªmil, por muy fant¨¢stica o disparatada que resulte la materia del relato. La sobrecarga que adem¨¢s supone ser fiel, puede resultar excesiva.
A fin de cuentas la fidelidad a una experiencia puede convertirse en una carga m¨¢s moral que literaria, y lo moral que contiene lo literario destilar¨¢, para bien de lo literario y de lo moral, de la complejidad de la obra, de su misterio y belleza.
En cualquier caso, lo veros¨ªmil es lo que hace que lo imaginario sea verdadero, lo que podr¨ªa llevarme a afirmar con alguna exageraci¨®n que s¨®lo lo fiable es fiel, que la fidelidad de la f¨¢bula hace imprescindible su fiabilidad. Bien sabemos que la vida no es la ficci¨®n, pero que lo imaginario es otro ¨¢mbito de la vida. Fieles y fiables, ped¨ªan los viejos moralistas. Un buen relato, o el mismo que yo intent¨¦ escribir pero no pude y que probablemente tampoco hubiera sido bueno, debe ser honrado. La honradez es una forma de perfecci¨®n, no s¨®lo moral, tambi¨¦n art¨ªstica.
(...) Hay cierta actitud est¨¦tica en la imagen del escritor doliente, muy equiparable a la propia imagen elitista, distanciada, de quien se cree tocado por el dedo de los dioses. Es una imagen fatua que, a veces, tambi¨¦n alimenta la de un cierto malditismo, la variante del escritor que busca la maldici¨®n como patrimonio, cuando todos sabemos que la maldici¨®n no se gana, es un penoso tributo de la desgracia y la injusticia de la vida.
Una imagen que, como digo, me repele. Supongo que mi hedonismo me ayuda a huir de cualquier tipo de dolencia, especialmente del sufrimiento de la escritura. Y no es que me agrade la imagen contraria, la del placer de escribir, aunque, en cualquier caso, estoy m¨¢s cerca de la idea de que el arte le da a la vida placer e intensidad, que todo arte que se precie es placentero, por mucho dolor o sufrimiento que exprese.
(...) Me gusta esa idea de la memoria como maceraci¨®n de la experiencia y una de las frases m¨¢s pl¨¢sticas y significativas que he o¨ªdo en los ¨²ltimos tiempos es la que afirma que la imaginaci¨®n no es otra cosa que la memoria fermentada.
Para los escritores que a la hora de definirnos, de tener que decir algo de nosotros mismos, siempre algo de m¨¢s y algo de menos, nos declaramos escritores de la memoria, esa idea y esa frase resultan francamente elocuentes. Se escribe desde la memoria, donde se macera la experiencia de vivir y, al fin, lo m¨¢s imprescindible que es la imaginaci¨®n, esa facultad del alma, no es otra cosa que la memoria fermentada.
(...) Siempre pens¨¦ que la memoria del narrador es el dep¨®sito que mejor contiene los elementos literarios de su experiencia, ese humus que salva del olvido lo que merece perpetuarse en la escritura mientras se macera, que rescata lo m¨¢s significativo de lo que vivimos y recordamos para poder nutrir la fabulaci¨®n'.
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