El hombre inescrutable
Alguna vez H¨¦ctor C¨²per ha declarado que los equipos son un reflejo del car¨¢cter de sus entrenadores, de tal manera que el factor humano ser¨ªa finalmente tan determinante o m¨¢s que las abstracciones t¨¢cticas. En palabras de un obsesivo confeso, su punto de vista adquiere mayor relieve por cuanto sus equipos se analizan casi siempre como si fueran piezas de laboratorio, dise?adas por un perfeccionista de la pizarra y las flechas. Perfeccionista es, y el rigor t¨¢ctico figura como uno de sus sellos, pero probablemente tiene raz¨®n C¨²per cuando dice que los equipos proyectan la manera de ser de los entrenadores. Los hay ansiosos, que responden a la ansiedad de sus t¨¦cnicos. O relajados. O primarios. O barrocos. Todo el arco de personalidades se reproduce en el f¨²tbol, lo que no se descarta en aquel Mallorca y en este Valencia de C¨²per.
'Fueron tiempos duros [la dictadura en Argentina]. Los jugadores nos exclu¨ªamos de todo. Me lo reprocho'
"No soy fr¨ªo, s¨®lo escondo las emociones. Trato de mantenerme imperturbable. Me ayuda a ser feliz"
?Y c¨®mo es C¨²per? Eso es un misterio para quienes no le conocen, la inmensa mayor¨ªa en el f¨²tbol. En un mundo de celebridades expuestas al ojo p¨²blico, C¨²per aparece como un enigma. Despu¨¦s de cuatro temporadas en Espa?a -dos en el Mallorca y dos en el Valencia- apenas se sabe nada de ¨¦l, y puede decirse que este desconocimiento del personaje est¨¢ absolutamente relacionado con el car¨¢cter de C¨²per. No compadrea con los periodistas, no frecuenta emisoras de radio ni programas de televisi¨®n, desde?a cualquier demagogia con los aficionados, soluciona con discursos breves y secos sus conferencias de prensa, se mantiene inalterable en el ¨¦xito y el fracaso. O, mejor, en el ¨¦xito, porque tiene un historial intachable: al Mallorca, en su primera temporada, le coloc¨® en la Liga de Campeones y en la segunda le hizo finalista de la Recopa; alcanz¨® la final de la Copa de Europa en su primer a?o en el Valencia y ahora vuelve a ella pese a sufrir el acoso de gran parte de la afici¨®n de Mestalla y la cr¨ªtica local. Se sabe que C¨²per ha sufrido. Lo delata el cabello encanecido y un rostro que no disimula el impacto de las emociones, de los dramas cotidianos que se abaten sobre los entrenadores. ?l lo dice: 'No s¨¦ cu¨¢nto m¨¢s hay que hacer para lograr el reconocimiento, o, cuando menos, el reconocimiento del equipo'.
Vuelca ese comentario y casi al instante da la impresi¨®n de arrepentirse. Podr¨ªa interpretarse como una se?al de debilidad. 'Yo trato de ocultar las carencias en todos los ¨®rdenes de la vida. Tapo mis errores para intentar exhibir mis cualidades', a?ade. Y s¨®lo le falta agregar que as¨ª en la vida como en el f¨²tbol, pues sus equipos son dif¨ªciles de descifrar, por compactos, por la ausencia de aristas y de fisuras, por p¨¦treos, hasta el punto de parecer inexpresivos, cosa que se lleva mal en una ciudad tan exuberante como Valencia. Pero en eso no enga?a a nadie. El Valencia refleja su car¨¢cter, forjado por una infancia que considera 'dura, pero reconfortante'.
C¨²per viene de Cooper, 'de un bisabuelo ingl¨¦s que lleg¨® a las tierras de Santa F¨¦'. Aquel Cooper no era ingeniero ferroviario ni terrateniente. Lleg¨® como uno m¨¢s de los centenares de miles de emigrantes que buscaban una vida nueva en Argentina. Se registr¨® como Cooper, pero le inscribieron como C¨²per. 'Qu¨¦ iba a saber el hombre del registro de c¨®mo se escrib¨ªa el apellido. Lleg¨® solo, se cas¨® con una ind¨ªgena y vivi¨® en el campo. As¨ª que de ingl¨¦s no tengo nada', se sincera; 'en mi familia siempre ha sido fuerte la presencia italiana por mis otros apellidos: Pistelli, Santarelli...'.
C¨²per tambi¨¦n viene de Chab¨¢s, peque?o pueblo agr¨ªcola de la provincia de Santa F¨¦, al noreste de Buenos Aires, y de una familia v¨ªctima de la tragedia. Su madre muri¨®, con 20 a?os, pocos meses despu¨¦s de alumbrar a su segundo hijo. 'Me cri¨¦ con mi abuela; una infancia llena de pobreza y carencias', recuerda. Habla de ello con la certeza de que sus primeros a?os fueron decisivos en la forja de su personalidad y con el orgullo de aqu¨¦llos que han sabido aprovechar las privaciones para afirmarse en la vida. Y con agradecimiento a quien le mostr¨® el camino: 'Tuve suerte con mi abuela, llena de sabidur¨ªa intuitiva. Me repet¨ªa que la educaci¨®n era fundamental. Me hizo disciplinado. Me inculc¨® la importancia de cumplir los horarios, asumir las responsabilidades, mantener la honradez por encima de todo, seg¨²n la idea de pobre pero honrado'.
La huella de la infancia se aprecia en sus costumbres. 'Como no ten¨ªamos agua caliente, me lavaba con agua fr¨ªa. Hoy es el d¨ªa en que siempre me ducho con agua fr¨ªa', se?ala a modo de prueba de lo que significaron aquellos a?os. Del sentido de la responsabilidad que adquiri¨® le queda un confesado arraigo por el orden. 'Aprend¨ª que con el orden ahorras tiempo, encuentras antes las cosas, vives mejor. El orden mejora la calidad de vida', apunta, y dan ganas de decirle que eso lo ha llevado al f¨²tbol hasta las ¨²ltimas consecuencias. Sus equipos son hijos del equilibrio, de un orden evidente, heredado de las prioridades de su entrenador.
En Chab¨¢s s¨®lo disfrut¨® de un juguete durante su infancia: 'Y tambi¨¦n ten¨ªa la pelota. Era barata. Siempre he sabido valorar lo que tengo. Ella [la abuela] me lo ense?¨®. Aquel juguete era algo extraordinario para m¨ª'. Si algo se reprocha es haber abandonado la escuela con nueve a?os: 'Quiz¨¢ porque era en lo ¨²nico en lo que no me exig¨ªan con la misma dureza; ha sido una de las pocas cosas de mi vida en la que no puse todo mi esfuerzo'. Con apenas diez a?os comenz¨® a ganarse la vida -'cuando pude dejar la escuela, la dej¨¦'- con trabajos que reportaban ayuda a la familia: 'Me dije: 'Voy a trabajar y ayudo', y as¨ª pude sacar alg¨²n dinero limpiando cristales'. Para entonces, ya adivinaba que su pasi¨®n por el f¨²tbol tendr¨ªa consecuencias. Hab¨ªa algo que le empujaba a jugar, a disputar partidos contra adultos, a medir sus cualidades y a tapar sus carencias, conforme a la idea que tiene de si mismo y de su trabajo.
En los a?os sesenta salieron algunos buenos futbolistas de Chab¨¢s. Casi todos fueron a Buenos Aires en busca de fortuna. Coll jugaba en el Chacarita y Walter Fern¨¢ndez lo hac¨ªa en el Hurac¨¢n. Se hablaba de ellos, como h¨¦roes, de la forma en que se generan lazos de admiraci¨®n por los m¨¢s j¨®venes. C¨²per era uno de ellos. Antes de cumplir los 14 a?os trabajaba en un banco y dedicaba su tiempo libre a jugar al f¨²tbol: 'Cunina. Me llamaban Cunina, como a mi padre y mi abuelo. No s¨¦ por qu¨¦. No s¨¦ lo que significa, pero as¨ª me llamaban'. Aquel apodo respond¨ªa a un jugador con buenas condiciones, un central zurdo dispuesto a ganarse la vida como jugador: 'Los chicos iban a estudiar. Yo decid¨ª hacer la carrera de jugador de f¨²tbol'. Si eso pasaba por abandonar Chab¨¢s y lanzarse a la aventura en Buenos Aires, le importaba poco porque sus prioridades pasaban por 'el f¨²tbol y el f¨²tbol'.
Muy pronto tuvo la oportunidad de viajar a la capital. Un amigo de su padre se interes¨® por sus cualidades y le ofreci¨® hacerse una prueba en el Ferrocarril Oeste, el popular Ferro, en el que C¨²per permanecer¨ªa durante 15 a?os, entre 1974 y 1989: 'Ped¨ª permiso en el banco. Yo me probaba en los clubes, no s¨®lo en el Ferro. Pasaron 15 d¨ªas y despu¨¦s otros 15, hasta que en el banco me dieron 48 horas para regresar. Fue entonces cuando pens¨¦ que para trabajar en un banco hab¨ªa tiempo; para el f¨²tbol, no'. No fue f¨¢cil su adaptaci¨®n a Buenos Aires, ni sus comienzos en el f¨²tbol -'me dijeron que no val¨ªa'- hasta que logr¨® instalarse en el equipo: 'Trabajaba lavando copas en un restaurante de ocho a dos. Llamaba a mi abuela para decirle que estaba bien. Al menos, ten¨ªa la posibilidad de comer una vez al d¨ªa en el restaurante. Por aquella ¨¦poca viv¨ªa en una pensi¨®n llena de uruguayos'.
Su carrera estuvo a punto de quebrarse cuando le despidieron del restaurante: 'La cosa se complic¨® porque ten¨ªa una comida menos'. C¨²per consider¨® que ni el f¨²tbol merec¨ªa tanto sacrificio: 'Hice las maletas y me fui al club, donde dije que iba a saludarles porque me iba'. Aquel d¨ªa le ofrecieron pensi¨®n, cama y comida. Por fin se sent¨ªa futbolista profesional. En el Ferro alcanz¨® notoriedad como defensa central y se gan¨® fama de perfeccionista: 'Siempre he cre¨ªdo que hay que buscar la perfecci¨®n. Yo quer¨ªa saber absolutamente todo'. De aquel tiempo guarda la idea de que los entrenamientos nunca son distendidos, 'y si lo son es porque se busca algo, no porque s¨ª'. En suma, estaba dando cuerpo al entrenador que llevaba dentro.
'No ten¨ªa grandes virtudes. Acaso era un buen cabeceador y tambi¨¦n un tiempista, como se dice en Argentina para definir a los defensas que miden bien sus acciones. No era r¨¢pido. Ten¨ªa que jugar con concentraci¨®n e intuici¨®n porque no era veloz', confiesa. Sin embargo, ayud¨® mucho a hacer historia en el Ferro que dirigi¨® Timoteo Griguol. Contra pron¨®stico, pues es un equipo de segundo orden, gan¨® dos Ligas, en 1982 y 1984, con una defensa que todav¨ªa se recuerda en Buenos Aires: G¨®mez -su actual ayudante en el Valencia-, Rochi, C¨²per y Garr¨¦, este ¨²ltimo campe¨®n del mundo con la selecci¨®n nacional en 1986.
Como jugador vivi¨® una turbulenta ¨¦poca en Argentina, sometida durante a?os a una aberrante dictadura militar. Hombre anal¨ªtico, de tendencia pol¨ªtica conservadora -'soy un poco conservador por naturaleza, tomo precauciones, busco la seguridad'-, C¨²per no duda en reprocharse su actitud personal ante la tragedia que vivi¨® su pa¨ªs: 'Fueron tiempos muy duros y hab¨ªa mucha ignorancia. Las cosas se intu¨ªan, pero se disfrazaban, y los jugadores nos exclu¨ªamos de todo aquello como si no fuera con nosotros. A veces, ese tipo de exclusiones son muy graves. Era una manera de quitarnos responsabilidades. Me lo reprocho. Nunca se debe mirar a otro lado porque el conocimiento enriquece, el saber, la curiosidad'.
En Buenos Aires cambi¨® su vida radicalmente. Casi en la frontera de los 30 a?os, volvi¨® a la escuela para retomar los estudios primarios abandonados en Chab¨¢s: 'Me sent¨ªa un poco rid¨ªculo estudiando geograf¨ªa e historia con chicos de 12 o 13 a?os, pero necesitaba recuperar esa parte de mi vida. Ten¨ªa buena relaci¨®n con algunos periodistas, como V¨ªctor Hugo Morales y Adri¨¢n Paenza, y quer¨ªa hacerme entrenador. Si iba hacia el periodismo o la carrera de entrenador, necesitaba al menos un certificado de estudios'. C¨²per asegura que su matrimonio con Cintia, con quien tiene tres hijos de 14, 10 y 9 a?os, fue decisivo en su estabilidad: 'Ella viene de un medio muy diferente al m¨ªo. Forma parte de una familia de m¨¦dicos con un gran sentido de la familia. Ha tenido una influencia muy grande sobre m¨ª, porque yo me hab¨ªa criado solo. Me ha ayudado a valorar lo que significa la convivencia en una familia. Sabe que soy poco hablador, pero entiende mis silencios y me permite dedicarme a esta profesi¨®n'. La profesi¨®n le llena totalmente. Al contrario que muchos de sus colegas no siente el vac¨ªo de los ex futbolistas: 'No cambio mi posici¨®n por aqu¨¦lla. Quiz¨¢ como entrenador pierdes protagonismo, pero es lo que me gusta. Lo que s¨ª noto es que las derrotas me duelen m¨¢s ahora'.
Hay mucho de solitario en el car¨¢cter de C¨²per. ?Y fr¨ªo? 'No, s¨®lo escondo las emociones. Trato de mantenerme imperturbable. Puede parecer extra?o, pero me ayuda a ser feliz. Me resultar¨ªa complicado si cualquier problema me derrotara', advierte. A veces, cuando quiere descargarse de tensiones, va al cine: 'Me despejo y muchas veces acabo por identificarme con los protagonistas de las pel¨ªculas'. Sus favoritas son los westerns y sus actores predilectos Gary Cooper y John Wayne, h¨¦roes en busca de desaf¨ªos ¨¦picos. El suyo ocurri¨® con su salto a Espa?a, tras su paso como entrenador por el Lan¨²s y antes el Hurac¨¢n. Ahora, cuando se le dice que nunca ha fracasado, aclara que s¨ª, y recuerda la temporada de su renuncia en el Hurac¨¢n: 'Me tuve que ir despu¨¦s de dos buenos a?os. En ese momento supe que no hay que renunciar ni en las peores circunstancias porque siempre hay que confiar en la capacidad de uno. Que desconf¨ªen los otros, no uno'.
A mediados de la anterior d¨¦cada, el f¨²tbol argentino comenzaba a ser ingrato por el clima de violencia y las incertidumbres econ¨®micas. C¨²per se hab¨ªa ganado una buena fama en el Lan¨²s y sent¨ªa que era el momento de dar el salto. 'Estaba predispuesto', comenta, ' porque vi una cierta agresividad que no me gustaba'. Su primera relaci¨®n con el f¨²tbol espa?ol fue de sorpresa por su car¨¢cter agradable: 'Vi los banquillos, sin protecci¨®n, sin vallas, y me dije: 'Ac¨¢ me van a matar'. Pero el f¨²tbol espa?ol es incre¨ªble. Aqu¨ª la gente puede ir a los campos sin preocupaciones, sin la familia'.
En Mallorca, la familia C¨²per dispone de una casa a la que acude con frecuencia: 'Es el lugar perfecto, un sitio donde he sido verdaderamente feliz y adonde vuelvo para recobrar la tranquilidad'. No le ocurre lo mismo en Valencia, donde apenas sale y se mantiene firme en la defensa de sus ideas, del f¨²tbol que le gusta: solidario, equilibrado, con preponderancia defensiva -'es imposible armar un buen ataque a partir de una mala defensa'- y con la eficacia que ha vuelto a demostrarse. A C¨²per le entusiasma la Liga espa?ola 'por su capacidad competitiva y porque no hay excusas para nadie: buenos campos, dinero y los jugadores perfectamente atendidos'. 'Creo', agrega, 'que es la mejor por imprevisible. Nadie te asegura que el Madrid vaya a ganar se enfrente a quien se enfrente'.
Ahora no quiere desvelar su futuro. No seguir¨¢ en el Valencia porque siente que su trabajo no ha sido reconocido por la gente. 'No digo que soy infeliz...', expone con un tono de decepci¨®n. Se le nota la huella de dos a?os de convulsiones. Mientras el equipo alcanzaba su techo con la presencia en dos finales de la Copa de Europa, C¨²per ha sido discutido por algunos sectores en grado superlativo. El ambiente de Mestalla le ha vuelto m¨¢s retra¨ªdo, pero en ning¨²n caso le ha derrotado porque esa incomprensi¨®n tambi¨¦n supone un desaf¨ªo, la clase de reto que va con el estilo de un entrenador que aprendi¨® de ni?o sus deberes b¨¢sicos: persistir en las ideas, superar las adversidades, resistir sin queja y ganar la batalla. A escasas horas de la final frente al Bayern M¨²nich, en eso est¨¢ H¨¦ctor C¨²per.
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