Puig, Cirici y Moragas
El d¨ªa 10 de marzo de 1966, en medio del encierro conocido como la Caputxinada, en el que se fund¨® el Sindicato Democr¨¢tico de Estudiantes en abierta oposici¨®n al r¨¦gimen, estaba convocada en el Colegio de Arquitectos una conferencia de A. Cirici Pellicer dedicada a la obra del arquitecto J. Puig i Cadafalch que, como consecuencia de la depuraci¨®n pol¨ªtica, hab¨ªa sido expulsado del Colegio en 1939. El decano, Antoni de Moragas -ese ciudadano ¨ªnclito al que hay que referirse tantas veces- participaba en el encierro, inmobilizado brutalmente por la polic¨ªa. Se inici¨® en estas tensas circunstancias la conferencia de Cirici -otro ciudadano represaliado en su ¨¦poca universitaria- pero enseguida el p¨²blico reclam¨® violentamente la presencia del decano. La conferencia fue inmediatamente suspendida por la autoridad gubernativa y el acto se convirti¨® en un popular apoyo al Sindicato Democr¨¢tico y en un homenaje a Moragas. Recuerdo muy bien la emoci¨®n que esta noticia provoc¨® entre los estudiantes, profesores y pol¨ªticos enclaustrados.
El a?o Puig i Cadafalch propici¨® hace unos d¨ªas la lectura de una conferencia de Alexandre Cirici Pellicer sobre el arquitecto dictada en 1966. Habr¨ªa que recuperar este corpus cr¨ªtico
Hace pocos d¨ªas el Colegio -aprovechando la ocasi¨®n del a?o Puig i Cadafalch- reprodujo lo que hab¨ªa tenido que ser aquel acto acad¨¦mico. Gemma Nierga dio lectura al texto de Cirici que aunque se hab¨ªa publicado en parte en Cuadernos de Arquitectura, permanec¨ªa in¨¦dito como pieza oral. El acto tuvo el tono de un homenaje a Puig, a Cirici y a Moragas, es decir, a un aspecto de la cultura catalanista que se mantuvo en oposici¨®n al franquismo. Pero, adem¨¢s, permiti¨® la reconsideraci¨®n de un texto que seguramente es una de las mejores piezas de cr¨ªtica arquitect¨®nica -y, a?adir¨ªa, de cr¨ªtica de arte- que se han escrito en este pa¨ªs.
El texto es un an¨¢lisis profundo de la obra de Puig desde dos puntos de vista: la permanencia de unos estilemas y unos recursos sint¨¢cticos a lo largo de toda su actividad creativa y la clasificaci¨®n de sus obras en tres periodos -¨¦pocas rosa, blanca y amarilla- que expresan la evoluci¨®n propia de unos sistemas y la adaptaci¨®n a peque?as rupturas en la evoluci¨®n cultural de su generaci¨®n y de su pa¨ªs. El primero es de una precisi¨®n sorprendente, anticipadora de los m¨¦todos anal¨ªticos que luego prosperaron en diversos campos acad¨¦micos, pero que no han tenido demasiada fortuna en la posterior historiograf¨ªa arquitect¨®nica local. El segundo se apoya en aquella vivaz inteligencia que permiti¨® siempre a Cirici alcanzar una s¨ªntesis en todos los temas que estudiaba, una s¨ªntesis que parecer¨ªa a veces demasiado forzada si no se entendiera a partir de unas ideas y de una concepci¨®n unitaria de la cultura.
Esa concepci¨®n unitaria es uno de los grandes conceptos en el que se apoya todo el texto. El encuadramiento de Puig en el contexto de la cultura catalana se justifica con una riqu¨ªsima aportaci¨®n de datos y sugerencias, de relaciones expl¨ªcitas o subyacentes, que permite presentarlo como la gran charnela cultural entre el Modernisme y el Noucentisme, es decir, como el clausurador del primero y el iniciador del segundo. Si Cirici hubiera ampliado su an¨¢lisis, incluyendo la actividad de Puig como historiador y, sobre todo, como pol¨ªtico -cosa dif¨ªcil dada la contenci¨®n tem¨¢tica impuesta en aquellos a?os por una censura tremendamente anticatalanista- habr¨ªa quedado todav¨ªa m¨¢s evidente esa transici¨®n entre dos f¨®rmulas sociales, pol¨ªticas y culturales de Catalu?a. Incluso se habr¨ªa podido ampliar en t¨¦rminos casi pol¨ªticos una sugerencia que era evidentemente muy novedosa: Cirici explica una serie de elementos estil¨ªsticos del ¨²ltimo Puig como una interpretaci¨®n bastante directa de la arquitectura valenciana de sus momentos hist¨®ricos m¨¢s brillantes, incorpor¨¢ndola a la reivindicaci¨®n de una historia com¨²n.
Pero estas relaciones estil¨ªsticas y tem¨¢ticas no se limitan a Catalu?a porque las observaciones m¨¢s precisas se refieren a la cultura internacional con un detalle descriptivo exhaustivo. Por ejemplo, la influencia directa de la arquitectura americana -la de Chicago, m¨¢s precisamente- con la tem¨¢tica del bloque de oficinas y con la limpieza ornamental de un eclecticismo tipol¨®gico. La constataci¨®n del uso de los elementos decorativos del barroco valenciano sobre esas estructuras americanas es quiz¨¢ el punto m¨¢s sorprendente de todo el texto.
Hoy en d¨ªa echamos mucho de menos el alto valor cient¨ªfico de Cirici, una persona que ha dejado un gran vac¨ªo en la historia y la cr¨ªtica de arte en Catalu?a. Este texto nos lleva a recordar que tanto Puig como Cirici merecen hoy d¨ªa m¨¢s atenci¨®n de la que les dedicamos. ?No habr¨ªa que publicar un gran corpus documental sobre Puig, que lo situara al nivel bibliogr¨¢fico de sus contempor¨¢neos europeos? Y, por otro lado, ?no habr¨ªa que pensar en la publicaci¨®n de la obra completa de Cirici?
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