El para¨ªso de Virgilio y Garcilaso
La subida al Castillo de Tur¨®n, en Ardales (M¨¢laga), descubre la riqueza del valle alto del Guadalhorce
La imagen del locus amoenus, aquel m¨ªtico lugar de sosiego que inspiraba a los poetas cl¨¢sicos y que despu¨¦s cant¨® Garcilaso de la Vega, sigue intacta ahora -y a escasa media hora en coche del bullicio de M¨¢laga capital- en el t¨¦rmino municipal de Ardales. Se trata del valle del R¨ªo Tur¨®n, cuyo esplendor sereno se aprecia inmejorablemente desde la atalaya privilegiada del castillo con el que comparte nombre.
Del castillo se dice que es m¨¢s bien una antigua fortaleza ¨¢rabe construida despu¨¦s del siglo IX para la defensa de Bobastro, una peque?a poblaci¨®n cristiana rebelde con el poder del califato de C¨®rdoba, cuyas ruinas se conservan a¨²n cerca de Ardales. Pero con toda seguridad los centinelas de aquel tiempo tambi¨¦n so?aron alguna vez contemplando desde sus atalayas el cauce manso del Tur¨®n, que lame sin enturbiarlo su cauce y en primavera luce un fest¨®n de adelfas rosadas.
Para llegar al inicio de la ruta hay que internarse en las calles blancas de Ardales. Cruzando la plaza, se toma una calle que sigue recta por la derecha y se baja hasta llegar al puente que cruza el r¨ªo, ya en la salida del pueblo. A partir de ah¨ª, la ruta se puede hacer a pie o en coche, aunque si se escoge esta opci¨®n, es mejor llevar un todoterreno, porque la ¨²ltima parte del camino es tortuosa.
Al cruzar el r¨ªo se encuentra un carril que corre paralelo a su curso. Hay que tomarlo hacia la izquierda. El primer tramo de la ruta corre paralelo al Tur¨®n, y no es dif¨ªcil observar ranas, peces y gal¨¢pagos, adem¨¢s de p¨¢jaros de ribera como lavanderas y mirlos.
Frente a la loma del castillo, al otro lado lado del r¨ªo, se divisan las estribaciones de las sierras de Alcapara¨ªn y de Uma; y m¨¢s abajo, las frondosas huertas de limoneros caracter¨ªsticas del Valle del Guadalhorce.
Al cabo de caminar unos 300 metros, el camino se separa del r¨ªo y asciende entre tierras de labor, sembradas sobre todo de olivos. A la derecha, junto al cerro del Tur¨®n, otros riscos de formas caprichosas juegan a ser ruinas de castillos surgiendo entre altas matas de romero; masas espesas de coscoja y aulaga y viejos acebuches.
Cuando llega el buen tiempo, no es dif¨ªcil tropezar con alguna culebra bastarda, abundantes incluso en primavera pero inofensivas y huidizas. Tambi¨¦n se descubren sobre las rocas grises magn¨ªficos ejemplares de lagartos ocelados, de color verde intenso surcado por bandas longitudinales negras, rojas y amarillas, que tambi¨¦n huyen del excursionista en cuanto se sienten observados.
Despu¨¦s de seguir este camino durante poco m¨¢s de un kil¨®metro aparece a la derecha un sendero que asciende hasta el castillo. En el primer tramo, de unos dos kil¨®metros, el matorral es alto, espeso y abundante, y se puede coger la sombra de alg¨²n arbolillo de los que crecen en la pendiente. La ¨²ltima parte del camino, sin embargo, discurre por una finca de secano en cuesta que se debe evitar a horas de sol inclemente.
Sin embargo, superado este hito, aparece ya la veredita que sube hasta el castillo, y el esfuerzo queda recompensado. La fortaleza, a pesar de su antig¨¹edad, est¨¢ bien conservada, y uno de los encantos que se aprecia desde el soberbio mirador son las pozas del r¨ªo, que tientan al ba?o en los meses calurosos.
Desde la parte oriental del castillo se aprecia un sendero entre el matorral que se puede seguir si se desea prolongar la excursi¨®n. Este camino baja en direcci¨®n Suroeste hacia la zona de huertas y casas de labor, por donde est¨¢n algunas de las pozas, y desemboca en el camino que se sigui¨® para subir al castillo.
El recorrido completo no llega a los diez kil¨®metros, de modo que si se sale por la ma?ana temprano, a mediod¨ªa se pueden reponer energ¨ªas en alguno de los bares del pueblo, donde bordan guisos como la caldereta de cabrito, el cordero al pastoril o los gazpachos.
Y despu¨¦s, comprar en cualquier obrador o cooperativa las inefables galletas de almendra, un dulce de origen ¨¢rabe que resume en unos pocos bocados el esp¨ªritu de Ardales: discreto por fuera y delicioso por dentro. Porque, a pesar de no ser Ardales un pueblo muy conocido, su t¨¦rmino municipal encierra tesoros naturales e hist¨®ricos como la Cueva de Do?a Trinidad, Bobastro, El Chorro o el Tur¨®n, un r¨ªo que hubiera enamorado a Virgilio y Garcilaso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.