El presidente que no ten¨ªa Senado
En estas columnas, en las que analizo la escena pol¨ªtica estadounidense para los lectores europeos, he insistido constantemente en que no piensen en t¨¦rminos de izquierdas, derechas o centro; que piensen en datos demogr¨¢ficos. Tambi¨¦n he se?alado que el mayor problema del Partido Republicano no son los dem¨®cratas, sino que se escindi¨® ideol¨®gicamente en dos desde la fracasada revoluci¨®n radical de derechas de Newt Gingrich a mediados de los noventa: el ala moderada del norte, que comprende la Costa Este y la Oeste, y los Estados del norte del Medio Oeste, entre ellos algunos tan tremendamente poderosos (por su enorme n¨²mero de votos electorales) como California, Nueva York y Pensilvania, que son los perdedores en esta guerra interna del partido. El tercer punto que he se?alado, para explicar la raz¨®n por la cual los dem¨®cratas estuvieron tan callados acerca de la forma en que Bush acab¨® por ser presidente, es que, debido al complejo sistema de equilibrio de poderes en el sistema estadounidense, el partido perdedor puede estar en una situaci¨®n de enorme poder.
Los tres factores alcanzaron su punto ¨¢lgido la semana pasada, cuando James Jeffords (un hombre larguirucho y puro de coraz¨®n muy a lo James Stewart), senador por un peque?o Estado de Nueva Inglaterra, Vermont, muy liberal y muy independiente (los matrimonios entre homosexuales son legales), anunci¨® su deserci¨®n del Partido Republicano. Dijo que no abandonaba el partido, que era el partido el que le hab¨ªa dejado a ¨¦l. Jeffords estaba irritado por las propuestas de Bush de recortar las ayudas en educaci¨®n y por su desd¨¦n hacia las cuestiones medioambientales.
Se hab¨ªan dado muchos cambios de partido antes -Hillary empez¨® como una joven republicana y nuestro provocador alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, empez¨® como dem¨®crata-, pero ninguno hab¨ªa tenido este impacto. Est¨¢bamos ya en una situaci¨®n hist¨®rica sin precedentes debido al empate de 50 a 50 en el Senado. Los dem¨®cratas estaban tranquilos, porque esto les daba ya un formidable poder. Su razonamiento era: dejemos que la Administraci¨®n de Bush lidie con la mala situaci¨®n econ¨®mica, dejemos que el tiempo aminore el efecto de los esc¨¢ndalos de Clinton y, despu¨¦s, en las pr¨®ximas elecciones, un candidato m¨¢s atractivo que Gore tendr¨¢ buenas oportunidades para ganar. Los dem¨®cratas contaban con el hecho de que, durante el Gobierno de Bush, el viejo senador republicano Strom Thurmond, de 98 a?os, morir¨ªa o se jubilar¨ªa, y el gobernador dem¨®crata de Carolina del Norte nombrar¨ªa autom¨¢ticamente a un dem¨®crata para su esca?o. Pero se supon¨ªa que este acontecimiento, que romper¨ªa el empate, tendr¨ªa lugar en el futuro, no justamente al comienzo del Gobierno de Bush, y que cuando se produjera ser¨ªa un 'acto de Dios', no un completo mot¨ªn.
La consecuencia inmediata del cambio de Jeffords es el fin del programa de Bush. Los dem¨®cratas son ahora el partido mayoritario; el senador Tom Daschle, de Dakota del Sur, pasa a ser el l¨ªder de la mayor¨ªa. Los dem¨®cratas establecer¨¢n el orden del d¨ªa; dirigir¨¢n todos los comit¨¦s del Senado. Esto es un poder verdaderamente enorme. Los dem¨®cratas tienen ahora la palabra acerca de c¨®mo se asignar¨¢ el dinero, las reformas en salud y educaci¨®n, y sobre la pol¨ªtica exterior. El senador Jeffords, cuyo tema principal ha sido el medio ambiente, est¨¢ designado para convertirse en el presidente de la Comisi¨®n de Medio Ambiente y Obras P¨²blicas, y se pondr¨¢ as¨ª punto final a los sue?os de Bush de perforar Alaska en busca de petr¨®leo. Y los dem¨®cratas tendr¨¢n m¨¢s que decir, pero no la ¨²ltima palabra, sobre los nombramientos en el poder judicial.
Bush probablemente gan¨® la nominaci¨®n republicana como candidato 'tiritas': el buen tipo de sonrisa agradable, el conservador compasivo, con el que la facci¨®n de Newt Gingrich del Partido Republicano quedaba amordazada hasta despu¨¦s de las elecciones. La ¨²nica bestia negra visible para Bush dentro del partido era John McCain. A Jeffords, ese tipo simp¨¢tico de Nueva Inglaterra, se le consideraba demasiado poco importante como para preocuparse por ¨¦l, y, de hecho, Bush y su equipo le miraban por encima del hombro. Hace unos d¨ªas, McCain anunci¨® firmemente su apoyo a Jeffords y su indignaci¨®n con sus compa?eros republicanos: 'Ya va siendo hora de que los republicanos crezcan y acepten sus responsabilidades'. R¨¢pidamente, los influyentes senadores republicanos moderados Arlen Spector, de Pensilvania (un Estado clave en las elecciones presidenciales), y Olimpia Snowe, de Maine, se unieron a ¨¦l en sus declaraciones p¨²blicas de que el Partido Republicano hab¨ªa traicionado a su ala moderada. Mientras tanto, el presidente Bush recib¨ªa un g¨¦lido recibimiento cuando visit¨® su alma m¨¢ter, la Universidad de Yale. Los estudiantes le abuchearon y, algo que se sale m¨¢s de lo habitual cuando se trata de la visita de un presidente de EE UU, la Universidad en conjunto mostr¨® indiferencia hacia su presencia.
Desde que lleg¨® un tanto err¨¢ticamente a la presidencia, Bush ha abandonado su programa moderado de agitaci¨®n y propaganda, que de todas formas consist¨ªa principalmente en ropa deportiva y acento rural, y ha vuelto a un orden del d¨ªa fiscal y social extremadamente conservador. Pero ahora que se le ha visto como si fuera simplemente otro petrolero de Tejas, s¨®lo que calzado con deportivas, ¨¦l y su partido tienen un grave problema. No s¨®lo han perdido la agenda en el Senado, sino que nadie puede ser elegido presidente de EE UU sin la ayuda del norte industrial. En las pr¨®ximas elecciones, los dem¨®cratas no tendr¨¢n el obst¨¢culo del voto dividido (Ralph Nader). Tambi¨¦n es importante que los europeos no se confundan, aunque otros y yo hablemos del 'voto conservador del sur'; este voto no es fundamentalista. El sur y el suroeste han dado grandes liberales, como Lyndon Johnson, as¨ª como conservadores, y no todos los conservadores son fundamentalistas. Los fundamentalistas tienden a votar de forma conservadora, y suelen ser del sur y del suroeste; no son un segmento creciente de la poblaci¨®n. Muchos de sus hijos abandonan su ideolog¨ªa extremadamente conservadora cuando van al norte a estudiar o a buscar trabajo. El ejemplo m¨¢s famoso es Hillary, que pas¨® de ser una republicana conservadora de una peque?a ciudad a ser, bueno..., Hillary.
Bush se acostumbr¨® tanto a sus t¨¢cticas propagand¨ªsticas en su enfrentamiento con Gore que el otro d¨ªa, en medio de la estela causada por el cambio de Jeffords, intent¨® como siempre salirse por la tangente a base de encanto, esta vez con los medios de comunicaci¨®n: '?Jeffords?', dijo sonriendo a las c¨¢maras, 'bueno, simplemente est¨¢ equivocado'. Sin el elemento de distracci¨®n de los esc¨¢ndalos de Clinton, Bush y su equipo parec¨ªan estar extra?amente fuera de contacto con opiniones muy importantes del Partido Republicano, con los medios de comunicaci¨®n y con la opini¨®n p¨²blica estadounidense. La miop¨ªa de Bush para tratar con el ala moderada de su partido, debida a la err¨®nea creencia de que ¨¦l y s¨®lo ¨¦l representa al partido en su totalidad, le ha costado el Senado. Una lectura igualmente err¨®nea de la opini¨®n p¨²blica votante de EE UU le costar¨ªa las pr¨®ximas elecciones.
Barbara Probst Solomon es periodista y escritora estadounidense.
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