Romper las urnas y destrozar los espejos
El asesinato de Santiago Oleaga, director financiero de El Diario Vasco de San Sebasti¨¢n, apag¨® el pasado jueves las d¨¦biles esperanzas que pudieran abrigar todav¨ªa los nacionalistas moderados sobre la eventual disposici¨®n de los nacionalistas radicales a escuchar la voz de las urnas; en la convocatoria del 13-M, EH, el brazo pol¨ªtico de ETA, perdi¨® el 50% de los esca?os y casi el 40% de los votos obtenidos en los comicios de 1998. Si las bravuconadas y las amenazas del m¨¢s puro estilo fascista puestas en pr¨¢ctica el 13-M en los colegios electorales por los amigos de ETA para intimidar a los votantes populares y socialistas se inscriben en su incoado proyecto de romper las urnas, la criminal ofensiva lanzada por el brazo armado del nacionalismo radical contra los profesionales de los medios de comunicaci¨®n tras la ruptura de la tregua (L¨®pez de Lacalle, Aurora Intxausti y Juan Palomo, antes del 13-M; Gorka Landaburu y Santiago Oleaga, despu¨¦s) se propone destrozar los espejos que reflejan el pluralismo de la sociedad vasca.
El presidente del PNV atribuy¨® a la 'degeneraci¨®n' de ETA la decisi¨®n de elegir a un ejecutivo de la empresa, en vez de a un periodista, como blanco individual del reciente atentado institucional contra El Diario Vasco; ese extra?o comentario, compatible con la en¨¦rgica condena del asesinato, muestra hasta qu¨¦ punto Arzalluz ignora los sentimientos de identidad, pertenencia y solidaridad de los propietarios y empleados de un medio de comunicaci¨®n frente a las agresiones: el taller, la redacci¨®n y la administraci¨®n de un peri¨®dico no son segmentos estancos de una entidad abstracta sino vasos comunicantes de un organismo vivo defensor de la libertad de prensa. Santiago Oleaga llevaba a?os compartiendo la incierta suerte de los informadores y de los comentaristas de El Diario Vasco, el peri¨®dico donostiarra sometido desde hace tiempo -al igual que su hermano bilba¨ªno El Correo- no s¨®lo a las amenazas terroristas del brazo armado del nacionalismo radical sino tambi¨¦n a las campa?as propagand¨ªsticas de boicoteo comercial y desprestigio emprendidas por un cualificado sector del nacionalismo moderado.
La tosquedad sectaria de los etarras alimenta la conjetura de que el asesinato del director financiero de El Diario Vasco tal vez pretendiera sembrar la ciza?a entre el personal directivo de la empresa y los periodistas, condenados a servir de chivo expiatorio como causantes de los peligros corridos por sus patronos. El valiente comunicado le¨ªdo por Jos¨¦ Mar¨ªa Bergareche, consejero-delegado del grupo editorial, despej¨® cualquier duda al respecto. Mas all¨¢ de la presumible estrategia de exarcebar las contradicciones internas entre capital y trabajo o entre los periodistas y el resto de la plantilla, los asesinatos y los atentados de caracter individual contra los profesionales de las empresas de comunicaci¨®n pretenden impedir a los medios del Pa¨ªs Vasco (incluyendo dentro de ese rengl¨®n a las redacciones locales de televisiones, radios y diarios de alcance estatal) la difusi¨®n de informaci¨®n veraz y el debate libre de ideas. En la l¨®gica terrorista, personas e instituciones se mezclan de manera inextricable; Fernando Reinares (Patriotas de la muerte, Taurus, 2001) describe magistralmente el resorte de los mecanismos psicosociales que producen la desinhibici¨®n moral de los matarifes de ETA: la supresi¨®n de la condici¨®n humana de las victimas, reducidas al papel de meros s¨ªmbolos de una categor¨ªa social (empresarios) o de una profesi¨®n (periodistas).
El presidente del PNV ha reivindicado, tras el asesinato de Santiago Oleaga, su derecho a criticar a los peri¨®dicos y periodistas discrepantes con el nacionalismo aunque sean tambi¨¦n blanco de las amenazas de ETA. Ciertamente, los medios de comunicaci¨®n no tienen bula para injuriar o mentir; sucede, sin embargo, que 'alg¨²n grado de abuso- dijo el juez norteamericano Brennan glosando al presidente Madison- es inseparable del uso de las cosas', especialmente si se trata de una instituci¨®n tan b¨¢sica para las sociedades democr¨¢ticas como es la libertad de prensa. En cualquier caso, los periodistas no pierden la esperanza de que alg¨²n d¨ªa Arzalluz haga suya una c¨¦lebre frase de atribuci¨®n incierta: 'Discrepo totalmente de sus ideas, pero estar¨ªa dispuesto a sacrificar mi vida para defender su derecho a seguir manteni¨¦ndolas'.
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