El toreo al rev¨¦s
El toreo es parar, templar y mandar... cargando la suerte. ?O no?
Se hace la pregunta porque la inmensa mayor¨ªa de los toreros actuales hacen el toreo al rev¨¦s. De entrada, el primer tiempo -parar- no lo ejecutan nunca porque no cargan la suerte. En el mejor de los casos adelantan la pierna contraria al citar, lo que nada tiene que ver con cargar la suerte, aunque muchos crean lo contrario. Y en el peor -que es el com¨²n- en vez de adelantar la pierna la atrasan y realizan el toreo con la suerte descargada.
Dicho lo cual, quede claro el convencimiento de que todo eso de cargar la suerte o descargarla, y lo de parar, templar y mandar, a la mayor¨ªa del p¨²blico y del escalaf¨®n de matadores, les importa un pepino. El toreo que ¨¦stos hacen siempre y aquellos acostumbran a ver ha producido que cuando peor se torea m¨¢s se se aplaude, lo cual pudo apreciarse en la siniestra tarde de autos.
Alcurruc¨¦n / Moreno, Uceda, Mill¨¢n
Toros de Alcurruc¨¦n, desiguales de presencia aunque con trap¨ªo, muy bien armados y astifinos; de poca bravura pero con casta, nobles; 6?, bravo en varas, luego top¨®n. Jos¨¦ Luis Moreno: estocada tendida, rueda vertiginosa e insistente de peones y descabello (silencio); pinchazo, estocada y rueda de peones (silencio). Uceda Leal: estocada desprendida (irrelevante petici¨®n y vuelta con algunas protestas); dos pinchazos, estocada trasera tendida -aviso- y descabello (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando saluda). Jes¨²s Mill¨¢n: pinchazo, otro hondo, rueda de peones y descabello (palmas y tambi¨¦n protestas cuando saluda); estocada corta delantera perdiendo la muleta (silencio). Plaza de Las Ventas, 28 de mayo. 21? corrida de abono. Cerca del lleno.
A Uceda Leal, acreditado art¨ªfice del toreo puro en pasados fastos, cuando le cantaron fuerte el ¨®le y le aplaudieron de verdad fue justamente cada vez que descargaba la suerte. Y es que tore¨® as¨ª: una vez remataba cada pase, perd¨ªa un paso y escond¨ªa descaradamente la pierna atr¨¢s para hilvanar el siguiente.
Pudo alcanzar un cierto ¨¦xito Uceda Leal; ahora bien, le correspondieron sendas golosinas de toro, que iban y ven¨ªan humillados, y tanta facilidad, unida a las ventajas que se tomaba, restaban a la tarea muletera emoci¨®n y grandeza.
Los otros dos espadas, ni eso. Jos¨¦ Luis Moreno y Jes¨²s Mill¨¢n a¨²n estaban menos por la labor de parar, templar y mandar, y ni siquiera pod¨ªa eximirles ese gusto interpretativo que a su colega le sobra y a ellos les cuesta sentir.
De manera que la corrida se convirti¨® en un tost¨®n. Los toros, de correcta l¨¢mina y bien armadas cabezas, flojillos en general, daban juego, lo que no agravaba las inhibiciones y las mediocridades de sus lidiadores. Uno a veces piensa que muchos coletudos quiz¨¢ no quieran ser toreros en su versi¨®n cabal. El traje de luces, los viajes, los partidarios, los homenajes, salir por televisi¨®n, seguramente s¨ª: eso les priva y les pone. Pero lo que no les pone de ninguna de las maneras es asumir los riesgos deol toreo verdadero.
Ninguno de los tres ha alcanzado la categor¨ªa de figura, ni le llueven los contratos y, sin embargo, su aton¨ªa, su renuncia a intervenir en la lidia cuando les correspond¨ªa, daban la sensaci¨®n de que ya se han comprado todos los cortijos, han cumplido todos sus sue?os y est¨¢n de vuelta de todo.
Los tres espadas pasaban de competir, pasaban de lancear a la ver¨®nica, pasaban de quites, pasaban de aprovechar la nobleza de los toros para volver boca abajo la plaza y abrir la puerta grande.
Jes¨²s Mill¨¢n, el ne¨®fito, que hab¨ªa sido recibido con esa amable expectaci¨®n caracter¨ªstica del p¨²blico de Las Ventas con los modestos cuando tienen condiciones y desean abrirse camino, defraud¨® precisamente por las inhibiciones aludidas y tambi¨¦n por la vulgaridad de su faena al tercer toro de la tarde, cuya docilidad les estuvo brindando un triunfo sonado. En su otro toro ya no pudo haber rectificaci¨®n ni desquite, pues el animal, muy protestado por su apariencia anovillada, bravo en varas, acab¨® distra¨ªdo, tomando los enga?os con la cara alta. Un diestro docto en tauromaquia -suele ser el caso de los veteranos- quiz¨¢ habr¨ªa empleado un muleteo de recurso para obligarlo a humillar (ense?arle, se suele matizar en la jerga); algo que no cabr¨ªa exigir de la juventud de Mill¨¢n, que se limit¨® a acompa?ar los viajes, situ¨¢ndose prudentemente fuera cacho.
Uceda Leal, art¨ªfice de los m¨¢s cadenciosos muletazos de la corrida, sigue sin dar motivos para ascender de categor¨ªa. Y Jos¨¦ Luis Moreno, deslucido frente a un toro manejable, y sin posibilidad de torear a un inv¨¢lido que se desplomaba continuamente, tampoco permiti¨® hacerse ilusiones respecto a su futuro.
Si un d¨ªa se decidieran, los tres, a torear por derecho, con las de parar, templar y mandar, acababan con el cuadro. Claro que una cosa es decirlo, otra ponerle el cascabel al gato.
Babelia
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