Un novillo encastado
El sexto novillo, de nombre Pastelito, y de 429 kilos de peso, result¨® ser una m¨¢quina de embestir y despert¨® a todos del sue?o reparador de una tarde que iba para la desverg¨¹enza y el olvido. Sin hacer una buena pelea en varas, acudi¨® veloz y codicioso a la muleta que Salvador Vega le mostr¨® desde los medios. Embisti¨® alegre y no dej¨® de perseguir la franela hasta su muerte.
El novillero malague?o, muy decidido toda la tarde, le plant¨® cara con gallard¨ªa y arrestos y consigui¨® una faena vibrante, aunque de escasos ribetes artistas. Nunca perdi¨® la cara al novillo ni se amilan¨® ante la casta del animal. Tore¨® por ambas manos en pases largos y en tandas ligadas, aunque siempre sobresali¨® la bravura de Pastelito sobre la madurez torera del joven novillero. Cort¨® una oreja con fuerza, pero m¨¢s ardiente fue la ovaci¨®n que despidi¨® a un novillo de cualidades excepcionales.
Torrestrella / Roca, Amaya, Vega
Novillos de Torrestrella, desiguales de presentaci¨®n. Los tres primeros, impresentables, blandos y sosos; el 6?, noble y encastado. Rafael Roca: dos pinchazos, estocada -aviso- y dos descabellos (silencio); estocada que asoma (silencio). Alejandro Amaya: estocada (ovaci¨®n); tres pinchazos -aviso- y estocada (ovaci¨®n). Salvador Vega: estocada (ovaci¨®n); pinchazo y estocada (oreja). Plaza de la Maestranza, 30 de mayo. Novillada de abono. Menos de media entrada.
De cualquier modo, Pastelito fue una isla en una novillada que hasta entonces hab¨ªa sido una tomadura de pelo para que, de una vez por todas, desaparezca la muy escasa afici¨®n sevillana y huyan los turistas aletargados por el aburrimiento.
Era una novillada de lujo, de la muy postinera ganader¨ªa de Torrestrella, pero el lujo taurino de ahora es sin¨®nimo de falta de trap¨ªo, invalidez, ausencia de casta y bondad de vaca lechera.
Los novillos de ?lvaro Domecq -sobre todo, los tres primeros- no eran chicos, sino de juguete, aut¨¦nticos toritos de peluche para acariciarlos, jugar con ellos en el patio y sacarlos de paseo. En otras palabras, una tomadura de pelo a una plaza que ha sido santo y se?a de la tauromaquia y a una afici¨®n que, aunque ayer estaba en la playa -lista que es la gente- se merece un respeto. Pero en esta tierra bendita cr¨ªa fama y ¨¦chate a dormir, que el que paga es el sufrido espectador, que se aburre, calla y sufre todas las tropel¨ªas inimaginables.
El problema es que a esta fiesta ya nadie parece guardarle respeto. No se lo guarda el ganadero, que manda a Sevilla novillos impresentables; ni la empresa, que lo permite, ni, por supuesto, la autoridad, sin criterio ni conocimiento, que acepta tan grave desprop¨®sito.
No se lo guardan, siquiera, los toreros, j¨®venes que pasan noches en vela con La Maestranza en la cabeza, dibujando una y otra vez esa faena de triunfo que les abra las puertas de la gloria. Pero en ¨¦stas se quedan fritos y cuando se despiertan se les ha desdibujado el sue?o. Se visten en el hotel con mucha parsimonia, escuchan miles de consejos, llegan a la plaza y la realidad se les presenta con una crudeza dram¨¢tica. No s¨®lo son inexpertos, que lo son y mucho, sino que parecen aut¨®matas, fr¨ªos, desangelados, conformistas y aburridos. Gente, al final, necesitada de gloria pero sin ¨¢nimo para encontrarla.
Rafael Roca, por ejemplo, dio toda una lecci¨®n de inexperiencia taurina y ech¨® por tierra una oportunidad para la gloria. El mexicano Amaya compuso bonitas posturas, pero su toreo es poco profundo, y la mayor decisi¨®n la protagoniz¨® el malague?o Vega.
La banda de m¨²sica inici¨® los sones de un pasodoble cuando Amaya compon¨ªa unos pases de media factura ante un noble quinto con el que quiso imitar a Jos¨¦ Tom¨¢s en la seriedad, la verticalidad y las manoletinas, pero todo qued¨® en un vano intento. La m¨²sica cay¨® pronto. En el anterior permiti¨® que la concurrencia echara una siesta mientras ¨¦l imaginaba posturas art¨ªsticas en lugar de torear.
Tampoco tore¨® Roca a su primero, que era un novillito sin fuerzas, ni al cuarto, noble y con recorrido. Le falt¨® br¨ªo, decisi¨®n, coraz¨®n y conocimiento; da muchos pases pero pocos a derechas y es precavido y poco seguro. Salvador Vega estuvo decidido en su primero, pero quiso dar la vuelta al ruedo y no se lo permitieron. Se envalenton¨® ante el encastado sexto y dej¨® un buen sabor de boca para el futuro.
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