Tela de recuerdos
El cultivo de lino, hoy en desuso, fue imprescindible para obtener tejidos en la anta?o aislada Puebla de la Sierra
El lino es una hierba anual, lampi?a, con un solo tallo de dos a cuatro palmos de altura, hojas de figura de hierro de lanza y florecicas azules de cinco p¨¦talos que no se conoce en estado silvestre, sino siempre cultivada, y ello desde tiempos remotos -en Babilonia, hace ya 7.000 a?os-, de modo que, cuando los hombres desa-parezcamos de la faz de la tierra, ella lo har¨¢ con nosotros: del ¨²ltimo lino sembrado ser¨¢ nuestra corona de flores; de lino, nuestra mortaja.
El Linum usitatissimum, que as¨ª lo llam¨® Linneo, tiene una utilidad superlativa. De su simiente, la linaza, se extrae un aceite secante que cualquiera que haga bricolaje conocer¨¢ de o¨ªdas, o al menos de olidas, pues est¨¢ en casi todos los barnices y pinturas. Y con sus semillas, tambi¨¦n, se hace harina de linaza, muy nutritiva ella. La linaza, adem¨¢s, es emoliente y laxante, y desde antiguo se ha administrado en infusi¨®n, cataplasma y lavativa, siendo de notar que as¨ª calma de paso los dolores hemorroidales. Aunque, para remedio notable, el que se daba en el Tesoro de pobres a la mujer de pechos inflamados y doloridos por exceso de leche: 'Toma la simiente de lino, m¨¢jala y dest¨¦mplala con aceite, ponlo sobre las tetas y luego deshinchar¨¢n'.
No era con estas sanas intenciones, sin embargo, el que se cultivaran linares en Puebla de la Sierra. En Puebla, como en todas las aldeas del extremo, montuoso y crudo norte de Madrid, el lino se plantaba para beneficiar su fibra, que en una comarca pobre y forzosamente aut¨¢rquica -en 1951, Puebla estuvo aislada por la nieve hasta el 30 de abril- era el ¨²nico modo de obtener sacos y s¨¢banas. De hecho, la escasez de dinero era tal que las ordenanzas municipales autorizaban los pagos con lino como moneda corriente.
Los linares se sembraban en mayo y se cosechaban, ya seca la hierba, a la oto?ada. A partir de ese momento, las mujeres se afanaban durante meses en cocer el lino, solearlo, machacarlo, espadillarlo, rastrillarlo y finalmente hilarlo con una rueca antediluviana de madera de espino que, para entendernos, era como una varilla para montar claras, pero a lo bestia.
Antiguamente hubo vecinos con telar propio, si bien en el pueblo ya s¨®lo se recuerda a un tejedor de Valverde de los Arroyos (Guadalajara) que ven¨ªa todos los a?os a por las madejas y regresaba luego con las labores, haciendo a trav¨¦s de estas monta?as m¨¢s viajes que la lanzadera de su telar.
Aunque hace m¨¢s de 40 a?os que no se cultivan los linares en Puebla de la Sierra, aquellos terrenos, aprovechados ahora como huertos y pastizales, siguen siendo los m¨¢s f¨¦rtiles y mejor regados del valle, y adentrarse en ellos es como hacerlo en una eterna primavera. Para m¨¢s felicidad, existe un itinerario de menos de una hora de duraci¨®n, se?alizado con trazos de pintura roja y azul, que nadie, ni el m¨¢s reacio a caminar de los urb¨ªcolas, juzgar¨¢ excesivo.
Tal itinerario invita a salir de Puebla por la carretera de Pr¨¢dena y, sin cruzar el primer puente, tomar un ancho camino que sube a la derecha, por la orilla del arroyo de la Cuesta, a la sombra de ¨¢lamos temblones y cerezos. M¨¢s arriba, por un puente sin pretiles, el camino salta el regato y avanza custodiado por cercas vivas de endrinos y ciruelos silvestres entre huertos de tomates, berzas, cebollas, jud¨ªas... Y luego se va desvaneciendo en el verdor inculto de los viejos linares, hasta que, cruzando un bosquete de rebollos, llega junto al estanque del Cerradillo, irrigador de tanto primor hort¨ªcola.
Para bajar de nuevo a Puebla se ha de desandar el camino 20 o 30 metros y tirar a la derecha por un senderillo que culebrea entre los j¨®venes rebollos, en paralelo a una reguera. Tras pasar unos prados con buenas vistas, el sendero gira a la izquierda y sale a la carretera junto a unos barracones usados a mediados del siglo pasado para alojar a las cuadrillas de plantadores de pinos. Fue llegar los pinos y empezar el valle a vaciarse de vida. Pero ¨¦sta es una historia que contaremos en otra ocasi¨®n, porque tambi¨¦n tiene tela.
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