El escudo no gusta

En lo que puede ser un preludio de la pr¨®xima cumbre con George Bush de la OTAN y de la Uni¨®n Europea, la reuni¨®n ministerial de la Alianza Atl¨¢ntica en Budapest -primera en un pa¨ªs perteneciente al antiguo Pacto de Varsovia- ha puesto de relieve los recelos de los europeos a avalar la defunci¨®n del Tratado ABM (de limitaci¨®n de los sistemas contra misiles bal¨ªsticos) y a apoyar a Washington en sus planes para desarrollar un escudo antimisiles. La reuni¨®n de la OTAN ha reflejado estos desacuerdos, optando el comunicado final de la reuni¨®n de Budapest por no mencionar ni el ABM, ni el programa del escudo bal¨ªstico, ni una percepci¨®n de 'amenazas comunes', expresi¨®n que ahora impulsa la Administraci¨®n de Bush en lugar de la antigua Defensa Nacional contra Misiles (NMD). Washington busca definir un programa universal que no s¨®lo cubra a Estados Unidos frente a posibles ataques limitados.

El secretario de Estado Colin Powell insisti¨® al menos ante los aliados y ante su hom¨®logo ruso en Budapest sobre la necesidad de efectuar consultas. Los Gobiernos europeos, especialmente el franc¨¦s y el alem¨¢n (el espa?ol parece m¨¢s sumiso en esta materia), no comparten la visi¨®n de la Administraci¨®n de Bush sobre riesgos de seguridad. Creen que el programa del escudo antimisiles puede resultar desestabilizador y llegar a provocar una nueva carrera de armamentos en tierra o en el espacio. Y aunque la guerra fr¨ªa e incluso la posguerra fr¨ªa hayan quedado atr¨¢s, los europeos temen que Washington desmonte el entramado de acuerdos de control de armamentos que se ha tardado a?os en montar y pulir. La primera medida contra los misiles y las armas nucleares es evitar su proliferaci¨®n. Y no contribuye a ello el mal ejemplo de EE UU al negarse a ratificar la prohibici¨®n total de pruebas nucleares.