Gallegos fuera
La rebeli¨®n de los trabajadores de Aerol¨ªneas Argentinas contra los gestores espa?oles de la compa?¨ªa hace aflorar un conjunto de problemas de pol¨ªtica exterior sobre los que Gobierno y multinacionales espa?olas deben meditar. Despu¨¦s de d¨¦cadas de carecer de una pol¨ªtica exterior que pudiera llamarse tal, y tras la transici¨®n democr¨¢tica, Espa?a ha iniciado con fuerza (aunque quiz¨¢s con escasos recursos) una pol¨ªtica exterior que, por razones hist¨®ricas, se ha volcado hacia Am¨¦rica Latina de modo que nos vanagloriamos de servir de mediadores entre Europa y ese continente, tarea en la que ciertamente Espa?a realiza una importante labor.
Pero a la condici¨®n de hacedor de pol¨ªtica del Reino de Espa?a se ha sumado en la ¨²ltima d¨¦cada la prodigiosa expansi¨®n de nuestras grandes empresas en los mercados americanos, que ha sido un ¨¦xito en muchos sentidos. Hace no menos de un lustro pude comprobar que en Europa s¨®lo hab¨ªa dos empresas espa?olas conocidas, SEAT e Iberia. La situaci¨®n ha cambiado radicalmente y contamos con una buena docena de multinacionales bien conocidas, no solo en Am¨¦rica o Europa sino en incluso en Wall Street. Pues bien, es evidente que esas empresas representan a Espa?a no menos que lo hace el juez Garz¨®n con sus aventuras extraterritoriales, nuestros embajadores o el propio Rey en sus viajes, nos guste o no a nosotros y les guste o no a ellas.
Por supuesto, la influencia es mutua. La pol¨ªtica exterior (por ejemplo en cooperaci¨®n) define la imagen de Espa?a y, por ende, la de las empresas espa?olas en Bolivia o Per¨², que deben contar con ella como marco para sus iniciativas empresariales. Pero tambi¨¦n viceversa: lo que esas empresas hacen con sus inversiones, el modo como tratan a sus trabajadores, proveedores o clientes, afecta a la imagen de Espa?a y conforma tambi¨¦n nuestra pol¨ªtica exterior. Guste o no, unos y otros van de la mano, por mucho que alarguen el brazo para buscar sanas distancias entre la pol¨ªtica y la econom¨ªa.
Por lo dem¨¢s, estas fuertes inversiones, que afianzan la imagen de Espa?a como pa¨ªs moderno, no dejan de suscitar riesgos. En alg¨²n caso por cuanto que han sido hechas por empresas p¨²blicas y hoy se encuadran en la SEPI (es el caso de Aerol¨ªneas), lo que vincula directamente al Reino de Espa?a con los problemas laborales de ciudadanos de otros pa¨ªses, situaci¨®n chusca que s¨®lo puede ser fuente de problemas. En otros casos, no poco frecuentes, por cuanto que las inversiones se han realizado aprovechando procesos privatizadores (siempre discutibles en su metodolog¨ªa y proclives a la sospecha) y en sectores de servicio directo al consumidor (como son comunicaciones, energ¨ªa o transporte), lo que les da una enorme visibilidad.
Sabemos adem¨¢s que las empresas norteamericanas reaccionaron con suspicacia a la inversi¨®n espa?ola y no pocos peri¨®dicos de ese pa¨ªs recordaron que regresaban los 'conquistadores', estereotipo dieciochesco e ilustrado sobre Espa?a que en Europa fue sustituido hace m¨¢s de un siglo por la Espa?a 'diferente', rom¨¢ntica y decimon¨®nica, pero que sobrevive con fuerza, no s¨®lo al sur de R¨ªo Grande sino tambi¨¦n en Estados Unidos (y de modo marcado entre los hispanos de ese pa¨ªs).
La sospecha de que ello pod¨ªa originar en alg¨²n pa¨ªs un recelo anti-espa?ol, trufado de sentimientos encontrados sobre el paternalismo, cuando no la prepotencia o soberbia de nuestra actuaci¨®n, ha sido acreditada por alguna investigaci¨®n realizada, justamente en Argentina. Y la tozuda insistencia de nuestros pol¨ªticos en hablar de 'Iberoam¨¦rica' cuando ellos se llaman a s¨ª mismos Latinoam¨¦rica (que recuerda la torpeza de llamar Jos¨¦, si no Pepe, a quien asegura llamarse Josep), no ayuda ciertamente.
El tema tiene, por supuesto, otras dimensiones y espacios. Pues al parecer el grito de 'gallegos fuera', si bien con menos casticismo, ha sonado igual en Alemania las ¨²ltimas semanas al hilo de nuestro papel de chupasangres del bienestar n¨®rdico. Y me temo que El Ejido tampoco ayuda a nuestros pescadores ni a nuestras empresas instaladas en Marruecos. En todo caso, la pol¨ªtica exterior de un pa¨ªs no es ya monopolio de Asuntos Exteriores pues otros actores (empresas, ayuntamientos o universidades, por citar algunos) participan tambi¨¦n. Es otra consecuencia de la globalizaci¨®n.
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