As¨ª no se puede
Quiz¨¢ sin darse cuenta, con su pulso con Alemania sobre los fondos, Aznar ha hecho una gran aportaci¨®n a la construcci¨®n europea: ha puesto de relieve que, as¨ª, no se puede seguir. Por una parte, no se puede pedir que las regiones m¨¢s pobres de los actuales Quince sean las primeras que se sacrifiquen ante la ampliaci¨®n a pa¨ªses a¨²n m¨¢s pobres; por otra, si se mantiene este tipo de disputas, la Europa de los 27 que se dibuj¨® en Niza (y que probablemente llegue a contar hasta 37 miembros en la segunda d¨¦cada del siglo) ser¨¢ imposible de gestionar.
El pulso hispano-alem¨¢n ha sacado a la luz c¨¢lculos diversos: que Espa?a saca de la UE un equivalente al 1,5% del PIB anual espa?ol; que Alemania se beneficia del mercado espa?ol (1,6 billones de pesetas en el saldo comercial). Pero no se a?ade, por ejemplo, que el consorcio en el que participa Telef¨®nica paga al Estado alem¨¢n 1,4 billones de pesetas por una licencia de UMTS, es decir, pr¨¢cticamente el equivalente a lo que va a recibir Espa?a del Fondo de Cohesi¨®n en el periodo 2000-2006. Naturalmente, este baile de cifras acaba resultando absurdo. Si lo es a Quince, ?c¨®mo no lo ser¨¢ a 27 o m¨¢s!
Es necesario cambiar de mentalidad y de sistema. Por eso, una propuesta interesante del debate de estos d¨ªas ha sido la del presidente de la Comisi¨®n, Romano Prodi, al desempolvar la idea de un impuesto europeo, aunque es un error pol¨ªtico que lo haya hecho en plan llanero solitario, sin consultar siquiera a su colegio de comisarios. Ya la hemos expuesto hace tiempo; Joan Colom tambi¨¦n en el Parlamento Europeo; y, m¨¢s recientemente, lo ha insinuado el Gobierno belga. Prodi no ha precisado en qu¨¦ piensa, pero incluso sin precisiones, su propuesta ha levantado ampollas. Claro que, como escribiera Max Weber, hay que pedir lo imposible para lograr lo posible.
Podr¨ªa pensarse en europeizar toda o parte de la fiscalidad de los rendimientos del capital, lo que, adem¨¢s, reducir¨ªa la competencia entre Estados miembros en esta materia. Habr¨ªa que alimentar el presupuesto comunitario con otras partidas directas, como podr¨ªan ser las tasas de telecomunicaciones o los beneficios del BCE. Un impuesto europeo servir¨ªa, adem¨¢s, para que los ciudadanos tuvieran m¨¢s claro qu¨¦ parte de sus contribuciones va a la UE, cu¨¢l al Estado y cu¨¢l a los entes subestatales.
Claro que antes de pensar en los medios, habr¨ªa que contestar a la pregunta de qu¨¦ queremos hacer juntos en Europa. La mayor ambici¨®n geogr¨¢fica de la UE que supone la ampliaci¨®n y unificaci¨®n del continente debe llevar, no a rebajar , pero s¨ª a modificar su ambici¨®n funcional, para hacer mejor lo que tenga que hacer, que, sin tab¨²es, en algunos terrenos puede ser m¨¢s y en otros menos que ahora. Ahora bien, evitar que la UE ampliada se quede en espacio requerir¨¢, entre otras cosas, reforzar las acciones europeas de solidaridad y vertebraci¨®n. Es in¨²til hablar de la Europa de los valores, o de la Europa social, como han hecho Jospin, Schr?der y otros estos d¨ªas, y que, a la hora de la verdad, la solidaridad europea resulte diminuta. Hay que avanzar en la creaci¨®n de bienes p¨²blicos europeos, desde redes de comunicaci¨®n hasta medios para gestionar la inmigraci¨®n, pasando por la educaci¨®n, el acceso a nuevas tecnolog¨ªas y programas contra la exclusi¨®n social.
Finalmente, est¨¢ el nombre de la cosa. ?Acaso cabe hablar de federalismo o de federaci¨®n, aunque sea de Estados-naci¨®n, como lo llaman los franceses (que no es lo mismo que Estado federal, ni confederaci¨®n), con 27 miembros tan diversos y un presupuesto com¨²n exiguo que no sobrepase el 1,27% del PIB total? Ser¨ªa consagrar el principio antifederalizador de que unos legislen y otros paguen; es decir, que las instituciones europeas decidan y sean los Estados los que paguen los costes de sus decisiones y pol¨ªticas. Tambi¨¦n se me hace dif¨ªcil pensar en una federaci¨®n con 20 lenguas oficiales (que son las que tendr¨¢ la UE de 27). Para llamar a la cosa, Uni¨®n no est¨¢ mal. Comunidad era a¨²n mejor.
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