No hay manera
Ver torear se ha convertido en una vana pretensi¨®n, una entelequia, el sue?o de una noche de verano. A los toreros de la nueva ola les dan igual los toros que les echen. Ya pueden ser nobles que no hay manera.
Toreando o sin torear, los toros que les salgan han de ser santos; enti¨¦ndase, buc¨®licos borregos, o no juegan. Si los toros sacan casta, por tanto esa agresividad cong¨¦nita del toro de lidia normal, o no le dan un pase o, si se lo dan, va el toro y los coge.
Y as¨ª marcha la fiesta, con sus decires y sus excusas: que si el toro era tobillero, que si me miraba, que si pegaba cabezazos, que si no transmit¨ªa, que bueno, transmitir¨ªa, pero ten¨ªa peligro sordo y la gente no lo ha sabido ver...
Corte / Higares, Liria, Padilla
Toros 1?, 3? y 6?, de Conde de la Corte, y 2? y 5?, de Mar¨ªa Olea, muy desiguales de presencia, en general con trap¨ªo; con casta; manejables, aunque varios presentaron dificultades. 4?, de ?ngel S¨¢nchez y S¨¢nchez, de trap¨ªo, grande, serio y muy bien armado, dio poco juego. ?scar Higares: dos pinchazos y estocada ladeada (silencio); tres pinchazos y estocada contraria perdiendo la muleta (silencio). Pep¨ªn Liria: estocada corta tendida, rueda insistente de peones y descabello (gran ovaci¨®n y salida al tercio); tres pinchazos, tres descabellos -aviso- y cinco descabellos (silencio). Juan Jos¨¦ Padilla: pinchazo saliendo desarmado y perseguido y estocada corta ladeada (silencio); bajonazo (silencio). Plaza de Las Ventas, 6 de mayo. 28? corrida de abono. Lleno.
Las cosas que se oyen en el mundillo taurino... Las cosas que se oyen hoy en el mundillo hace unas d¨¦cadas s¨®lo las dec¨ªan los tontos de baba y eso si la hab¨ªan cogido de an¨ªs.
Y luego est¨¢n las que se oyen por la periferia, que oscilan entre la exageraci¨®n y el disparate. Lo que se o¨ªa ayer acerca de la cogida de El Juli, sin ir m¨¢s lejos, tampoco se explica salvo que se dijese bajo los efectos del co?ac.
Los toros condesos sacaron la casta caracter¨ªstica de su raza y a los diestros semejantes humos les inspiraban poca confianza. Una vez m¨¢s se except¨²a Pep¨ªn Liria, a quien no le arredran los retos de la casta ni las bronquedades bovinas, y se faja con lo que sea menester. El inconveniente surge, no obstante, cuando en el toro predomina la nobleza pues entonces no se encuentra.
Necesita Pep¨ªn Liria las emociones fuertes, medirse con los toros duros de pezu?a, intentar ganarles la pelea, lo cual suele suceder. Y esto fue, justo, lo que no pudo ocurrir pues los toros de Pep¨ªn Liria, sobre todo el primero, desarrollaron nobleza suficiente para hacerles el toreo bueno.
El pundonor del corajudo diestro era evidente mas ya es sabido que las musas son caprichosas y a veces no acuden a los m¨¢s voluntariosos sino a los m¨¢s holgazanes; les da por ah¨ª, qu¨¦ se le va a hacer. Y Pep¨ªn Liria, empe?ado en cuajar con maneras divinas los derechazos y los naturales a su primer toro, resulta que le sal¨ªan mediatizados por las limitaciones y las cortapisas connaturales a la levedad del ser. De cualquier forma remat¨® la faena mediante ayudados toreros, mat¨® pronto y el p¨²blico le premi¨® el esfuerzo con una gran ovaci¨®n.
Con el quinto toro, en cambio, Pep¨ªn Liria estuvo francamente apelmazado. Se ve que se le hab¨ªa contagiado el sopor de la tarde y percib¨ªa los recelos de un p¨²blico que estaba deseando huir.
El ambiente, en efecto, no era propicio. La mala tarde empez¨® ya con el toro que abri¨® plaza, manejable por el pit¨®n derecho, peligroso por el izquierdo, que acab¨® volteando a ?scar Higares precisamente cuando intentaba darle un natural. Hasta entonces, Higares lo hab¨ªa toreado fuera cacho, estirando cuanto pod¨ªa su largo brazo y, naturalmente, faltaban la est¨¦tica y la emoci¨®n. En las postrimer¨ªas del trasteo se ech¨® la muleta a la izquierda, el toro le avis¨® par de veces y a la tercera le entrampill¨® y se lo ech¨® a los lomos. Cay¨® Higares bajo el toro y para evitar los derrotes no se le ocurri¨® mejor recurso que abrazarse a las patas traseras del animal, dej¨¢ndolo as¨ª inm¨®vil. Lo nunca visto.
El cuarto toro, hierro ?ngel S¨¢nchez, de mucha seriedad y trap¨ªo, ten¨ªa apenas media arrancada e Higares intent¨® aplicarle el mismo estilo de faena que al toro anterior, con adversa fortuna. Y sufri¨® varios achuchones, m¨¢s un desarme en el que sali¨® perseguido y gracias a que el pe¨®n Pirri le hizo el quite cortando oportunamente el peligroso viaje del toro.
Las intervenciones de Juan Jos¨¦ Padilla empeoraron el panorama. Comentaba un aficionado que este torero, sin la portagayola, no es nadie. Banderille¨® empleando sus condiciones atl¨¦ticas, mulete¨® sin arte ni recursos, mat¨® fatal, y al cobrar el horrendo bajonazo que tumb¨® al sexto toro, la gente, harta de que no toree ni dios, hastiada, aburrida, se precipit¨® a los vomitorios huyendo de all¨ª y jurando que no volver¨ªa ni loca. Y qui¨¦n sabe: a lo mejor es verdad.
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