Jaime Ben¨ªtez, defensor del castellano
El autor destaca c¨®mo gracias a este rector la Universidad de R¨ªo Piedras represent¨® en los a?os de posguerra un segundo lugar de exilio para los espa?oles
Me llega la noticia de que el creador y mantenedor durante muchos lustros de la Universidad de Puerto Rico, en R¨ªo Piedras, Jaime Ben¨ªtez, acaba de fallecer a los 92 a?os de edad. Amparado en la labor pol¨ªtica del gobernador don Luis Mu?oz Mar¨ªn, gran entusiasta de la f¨®rmula de Estado Libre Asociado a Estados Unidos, lejos del radicalismo de los independentistas y del asimilismo de los partidarios de convertir a la isla en un Estado m¨¢s de Norteam¨¦rica, 'la Universidad de Puerto Rico', ha explicado ¨¦l mismo, 'es un centro de estudios superiores de reciente fundaci¨®n, un sistema universitario de considerable amplitud y reconocido nivel intelectual (...) cuyos t¨ªtulos son acreditados y reconocidos en Europa, en Estados Unidos y en la Am¨¦rica Latina, de cuya Uni¨®n de Universidades es miembro fundador'.
'Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, que tuvo en la universidad su ¨²ltimo refugio, falleci¨® all¨ª mismo poco despu¨¦s de recibir el Premio Nobel'
Jaime Ben¨ªtez era un joven profesor -hab¨ªa estudiado en diversos colleges y universidades en Estados Unidos- cuando Mu?oz Mar¨ªn le ofreci¨® el rectorado de esa nueva Universidad, moderna en sus objetivos, biling¨¹e y, con ello, defensora de la lengua castellana.
No se limit¨® Ben¨ªtez a obtener el profesorado entre los mejores valores portorrique?os, sino que llev¨® a sus aulas a muchos espa?oles perseguidos en la Pen¨ªnsula y a algunos valiosos suramericanos. En cierto modo, Puerta Rico represent¨® entonces un segundo lugar de exilio, como M¨¦xico fue el primero y m¨¢s importante. Pod¨ªamos citar muchos de estos nombres transterrados, pero el temor de olvidarme de alguno me aconseja citar s¨®lo a dos intelectuales de primera magnitud: el pol¨ªtologo Manuel Garc¨ªa Pelayo y el fil¨®sofo Antonio Rodr¨ªguez-Hu¨¦scar. La compenetraci¨®n del rector con este ¨²ltimo fue tan extrema que le hizo director de la revista La Torre, que iba a ser el estandarte intelectual de aquel recinto universitario. Pero no olvido, claro, a Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, que tuvo all¨ª su ¨²ltimo y generoso refugio y que muri¨®, entre la tristeza de todos, all¨ª mismo en 1958. Poco antes, en 1956, le hab¨ªan concedido el Premio Nobel y ser¨ªa el propio Jaime Ben¨ªtez quien acudir¨ªa a Suecia a recogerlo.
Ben¨ªtez intent¨® aplicar en R¨ªo Piedras las teor¨ªas educativas de Ortega en sus lecciones sobre Misi¨®n de la Universidad, consecuencia de las cuales fue la creaci¨®n de una facultad de Estudios Generales, todav¨ªa vigente. Pero no consigui¨® nunca que su admirado Ortega fuera por Puerto Rico, aunque se vieron en Norteam¨¦rica. Pero prefiero que esta relaci¨®n, entusiasta por ambas partes, la cuente el propio Rector en unas palabras que pronunci¨® con ocasi¨®n de rendirse un homenaje en R¨ªo Piedras a mi padre el 6 de diciembre de 1955, dos meses despu¨¦s de su muerte.
'Conoc¨ª a don Jos¨¦ Ortega y Gasset en un pintoresco y deshabitado pueblecito del lejano Oeste de Estados Unidos. (...) Bajo la inspiraci¨®n de Robert Hutchins y el patronato de la Fundaci¨®n Ford, se celebr¨® en Aspen, Colorado, en junio de 1949, el primer centenario de la muerte de Goethe, con el concurso de gran parte de la intelectualidad de Norteam¨¦rica y la participaci¨®n destacada de Albert Schweitzer y Jos¨¦ Ortega y Gasset.
Era su primer y ¨²nico viaje a Estados Unidos. Por mi parte, iba exclusivamente a verle cara a cara. Entre los vivos, era la persona a quien m¨¢s deb¨ªa intelectualmente, y le guardaba esa gratitud especial que sienten los disc¨ªpulos por sus grandes maestros. (...)
Concurr¨ªa a Aspen, en el verano de 1949, con gran expectaci¨®n y alguna angustia. ?C¨®mo resultar¨ªa todo aquello? (...) Pero el encuentro fue feliz, cordial y sin tropiezos. Ortega estuvo sumamente generoso, y ¨¦l, Emilio Belaval y yo trabamos gran amistad. La conferencia nos preocupaba a todos: bajo una carpa de lona, ante cinco mil espectadores, de los cuales no m¨¢s de diez hablaban espa?ol, y luego de unas palabras de Hutchins, Ortega se adelant¨® al proscenio. Nunca he visto un p¨²blico atender mejor a orador alguno que el que escuch¨®, sin entender lo que dec¨ªa, la voz acompasada y limpia del fil¨®sofo espa?ol. La traducci¨®n -p¨¢rrafo a p¨¢rrafo- de Thorton Wilder fue excelente, obligando al auditorio casi a pensar en espa?ol.
(...) Dejamos concertado un pr¨®ximo viaje a Puerto Rico fijando plazo y tema. Fue posponi¨¦ndose por diversos motivos. La Fundaci¨®n Ford tambi¨¦n le apremiaba para que regresara en viaje m¨¢s extenso a Estados Unidos. Interesaban nombrarle consultor general. (...) Pero Ortega no contestaba cartas. Ya la muerte le rondaba. (...) Al enterarme de su gravedad, quise ir a Madrid. (...) El d¨ªa que iba a ser de mi partida lleg¨® el cable de su muerte'.
Ben¨ªtez acaba de seguirle en ese camino hacia el otro lado de la vida, que tomaremos todos alg¨²n d¨ªa.
Pero ha dejado una obra considerable y muchos intelectuales espa?oles a¨²n vivos deben guardarle un agradecido recuerdo.
Espero asimismo que los actuales gobernantes de Puerto Rico, no obstante estar m¨¢s volcados hacia su poderoso vecino, sepan mantener y desarrollar esta Universidad de doble cultura -la americana y la hispana- inventada por mi buen amigo, su ex rector Jaime Ben¨ªtez. Un s¨ªntoma alentador es que la Gobernadora, Sila Calder¨®n, haya decretado tres d¨ªas de duelo nacional.
Env¨ªo un conmovido saludo a su esposa, la din¨¢mica Lul¨², que tanto le ayud¨® y anim¨® en las tribulaciones por las que pasa todo el que tiene ¨¦xito en la vida. En 1943, por invitaci¨®n del Rector, visitamos mi mujer y yo R¨ªo Piedras y parte del pa¨ªs. Yo buscaba su apoyo intelectual para la reanudaci¨®n de la Revista de Occidente. All¨ª estaban la sabrosa y espa?ola ciudad vieja de San Juan, los lujosos clubes de golf, la organizaci¨®n eficaz americana de la existencia, los Marines instalados en la antigua fortaleza espa?ola, el mar verde y azul donde en 1898 se hundi¨® nuestra vieja Escuadra, y la Torre de la Universidad, que como un faro ilumina las esperanzas educativas de esta isla c¨¢lida y vegetal.
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