Recuperar la confianza
La violencia en Oriente Medio ha alcanzado una intensidad tal en los ¨²ltimos d¨ªas que algunos hablan ya directamente de guerra. Pero no importa tanto c¨®mo denominemos a este largo y doloroso conflicto, que existe desde hace m¨¢s de cincuenta a?os, sino la impresi¨®n de que si no se pone hoy freno al mismo, no habr¨¢ m¨¢s oportunidades para la paz. Lo cierto es que estamos asistiendo no s¨®lo a un recrudecimiento de los enfrentamientos, sino a una intensificaci¨®n de la desigualdad existente entre las dos partes de la contienda. El uso de aviones por parte de Israel, para responder a un ataque de un grupo terrorista palestino, es absolutamente desproporcionado, pero, sobre todo, es terriblemente injusto porque la reacci¨®n va dirigida no contra los terroristas, sino contra todo el pueblo palestino. Ham¨¢s, como otros grupos poco interesados en que se llegue a un acuerdo con Israel, sabe que de su actividad criminal se culpar¨¢ a la Autoridad Nacional Palestina. ?ste es, en el fondo, su objetivo: debilitar la fr¨¢gil instituci¨®n palestina y, al mismo tiempo, debilitar la tambi¨¦n discutida autoridad de Arafat, bloqueando la posibilidad de negociaci¨®n alguna con el que llaman 'Estado sionista'. Israel, contestando con una mayor e indiscriminada violencia, provoca m¨¢s violencia. Y as¨ª podr¨ªamos seguir de forma indefinida, con unos pocos fan¨¢ticos empe?ados en librar una batalla, olvidando cu¨¢l es la voluntad de sus pueblos.
El ¨²ltimo y sangriento atentado cometido por extremistas palestinos es una muestra m¨¢s de la sinraz¨®n de esta violencia indiscriminada que provoca m¨¢s dolor y nos aleja a¨²n m¨¢s de la paz. El balance de v¨ªctimas en estos ocho meses en que se han intensificado los ataques es desolador. ?De qu¨¦ sirven tantos muertos? ?Hasta cu¨¢ndo soportaremos tanto horror? Lo cierto es que, a pesar de los esfuerzos que se vienen realizando a favor de la paz, la sensaci¨®n que hoy nos domina es la de fracaso, pero tambi¨¦n la de impotencia. La violencia -en mayor o menor grado- lleva mucho tiempo presente en las sociedades israel¨ªes y palestinas y es posible que se hayan acostumbrado a convivir con la guerra. La presencia de los soldados con sus metralletas, los adolescentes con piedras, los aviones, los francotiradores..., el miedo a los atentados y a los bombardeos durante la noche, forman parte del paisaje cotidiano de mucha gente que ha crecido entre el odio, gente a la que le han ense?ado a mirar a su vecino como un enemigo a eliminar.
La situaci¨®n de confrontaci¨®n entre los pueblos no ser¨¢ f¨¢cil superar, aunque ma?ana sus dirigentes llegaran al ansiado acuerdo de paz. Desgraciadamente, vamos a necesitar mucho tiempo para que se recupere la confianza perdida, para convencer a la gente de que es posible la convivencia, para que se instale el respeto por el que representa una cultura, una identidad o religi¨®n diferente. El reto inmediato es que cese la violencia, pero no habr¨¢ futuro ni esperanza si no se sientan las bases de una convivencia pac¨ªfica, si no se educa a la gente para el respeto a la diversidad, si los dirigentes no preparan, en definitiva, a sus sociedades para que acepten las condiciones que finalmente acuerden entre ellos.
Son ya demasiados a?os en guerra, demasiados muertos, demasiados planes de paz frustrados. La escala del horror ha alcanzado tal dimensi¨®n que, incluso para los observadores m¨¢s insensibles, empieza a resultar insoportable enfrentarse cada d¨ªa a la noticia de nuevas v¨ªctimas de la violencia. Pero, precisamente porque la situaci¨®n es insoportable, debemos aprovecharla y forzar a las partes para que se sienten a negociar. Existen ya muchos puntos de acuerdo y no tendr¨ªamos que empezar de cero. Algunos se podr¨¢n preguntar, leg¨ªtimamente, que para qu¨¦, y debemos contestar, con convicci¨®n, que para dar una nueva oportunidad a la paz. La paz sigue siendo posible. Es algo tan sencillo como eso: no dejar que las dificultades quiebren el ¨¢nimo de los que tienen la responsabilidad de proporcionar seguridad y libertad a sus pueblos.
En estos ¨²ltimos a?os, y a pesar de los fracasos, se han dado pasos importantes para el proceso de paz. Si hacemos un repaso de los asuntos que se han tratado en las reuniones, de las negociaciones iniciadas, de lo que signific¨® el simple hecho de que las partes se sentaran a hablar, creo que tenemos motivos para confiar en que encontremos soluciones que satisfagan a todos. La Conferencia de Madrid en 1991 fue el punto de partida m¨¢s importante hacia la paz, donde, por primera vez, se llega a la convicci¨®n de que la guerra y el enfrentamiento nunca permitir¨ªan solucionar la crisis de Oriente Medio. Israel, adem¨¢s, reconoci¨® que una victoria militar no le permitir¨ªa imponer una soluci¨®n a su medida y, al tiempo, todos los estados ¨¢rabes asumieron que Israel era una realidad que deb¨ªan aceptar. Se consolid¨® en Madrid la necesidad de encontrar una soluci¨®n a trav¨¦s de la negociaci¨®n y el reconocimiento de las resoluciones de Naciones Unidas, y todo ello en un marco diplom¨¢tico multilateral que superaba posiciones anteriores. Despu¨¦s lleg¨® Oslo, que supuso el establecimiento de una autonom¨ªa en Gaza y Jeric¨® y el regreso de la direcci¨®n de la OLP a Palestina. Se estableci¨® un periodo interino de cinco a?os, que se prolong¨® en exceso y permiti¨® que los acuerdos fueran reinterpretados una y otra vez sin entrar en el fondo de los temas m¨¢s complejos. El resultado de esta actitud fue que los elementos m¨¢s importantes del acuerdo, como el compromiso sobre el no establecimiento de nuevos asentamientos, no fueron respetados. El fracaso de Oslo llev¨® a Camp David, en el inicio del pasado verano. Fue ¨¦ste el primer intento serio de tratar las cuestiones m¨¢s delicadas de esta compleja negociaci¨®n. Tras diez a?os, cuestiones tan sensibles, como la posible partici¨®n de Jerusal¨¦n, el derecho de retorno de los refugiados o el problema del agua, fueron puestas encima de la mesa. Hay que reconocer que las propuestas israel¨ªes fueron audaces, aunque no suficientes para que el mundo ¨¢rabe le hubiera permitido a Arafat llegar a un compromiso. Quiz¨¢s ni los dirigentes ni sus sociedades estaban preparadas para la negociaci¨®n.
Recuerdo, de forma sucinta, lo logrado para poner de manifiesto que se ha ido avanzando, que existe la posibilidad de encontrar soluciones que den satisfacci¨®n a las pretensiones de las partes en conflicto, pero, para ello, hay que cumplir determinados requisitos: tener valent¨ªa pol¨ªtica y un firme compromiso con la paz y saber que en toda negociaci¨®n la postura del 'todo o nada' no suele llevar a ninguna parte. La comunidad internacional tiene, tambi¨¦n, una enorme responsabilidad en este momento del proceso; ha de ofrecer a las partes un marco de discusiones que les permita la negociaci¨®n directa y, al mismo tiempo, realizar una presi¨®n que obligue a Israel y a Palestina a que cumplan con lo ya acordado. Parece muy simple, pero todav¨ªa no lo hemos conseguido. Parece dif¨ªcil que la comunidad internacional consiga ejercer esa presi¨®n, pero lo cierto es que no hemos utilizado todos los instrumentos que tenemos a nuestro alcance para que se respeten unos par¨¢metros m¨ªnimos que reactive el proceso de paz. El alto el fuego no es una derrota, sino un ¨¦xito hacia la normalidad. Estados Unidos est¨¢ en condiciones de forzar a Sharon y a Arafat para que vuelvan a la mesa de negociaciones, pero tambi¨¦n lo est¨¢ la Uni¨®n Europea, y, lo que es una novedad, la entrada de Naciones Unidas en el escenario abre un nuevo marco de relaciones y permite ejercer una presi¨®n global. No podemos fracasar de nuevo, hoy tenemos la posibilidad de ofrecer una respuesta conjunta.
Las dos ¨²ltimas iniciativas que ofrecen una salida a la crisis representan una buena opci¨®n. Tanto el informe de la Comisi¨®n Mitchell, constituida tras Sharm el Sheij, como la propuesta jordano-egipcia coinciden en se?alar un mismo camino para la paz: un alto el fuego (algo que ya han aceptados las partes), un periodo de 'enfriamiento', el establecimiento de medidas de confianza y la apertura de la negociaci¨®n pol¨ªtica. Dentro de las medidas de confianza hemos de incluir la congelaci¨®n de los asentamientos en los territorios palestinos, a pesar de la negativa de Sharon, pues son muchos a?os de incumplimiento de una cl¨¢usula que resulta imprescindible para la normalizaci¨®n de la convivencia en un territorio tan disputado. No creo que esto sea pedir tanto y no creo, tampoco, que cueste tanto persuadir a Israel que acepte este m¨ªnimo. Basta tener voluntad y valent¨ªa pol¨ªtica.
S¨®lo la negociaci¨®n pol¨ªtica nos permitir¨¢ salir de este laberinto lleno de horror. Cuando hayamos persuadido a las partes de que vuelvan, cuanto antes, a la mesa de negociaciones, hemos de convencerlas para que se preparen y preparen a sus sociedades para que acepten lo acordado. Ser¨¢n decisiones hist¨®ricas, concesiones para construir el futuro com¨²n. Y, por ello, ser¨¢ inexcusable, cuando llegue tal momento, que asuman el m¨¢s importante papel al que un gobernante est¨¢ obligado: la de actuar con generosidad para contribuir a que la paz para todos sea una realidad.
Trinidad Jim¨¦nez es secretaria de Pol¨ªtica Internacional del PSOE.
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