Bueno, bonito y... barato
La proliferaci¨®n de los men¨²s del d¨ªa ha transformado la gastronom¨ªa en un reino de la vulgaridad
Ha llovido mucho desde que Brillat Savarin defini¨® de forma magistral el nuevo concepto de ese fen¨®meno culinario y social que supuso el Restaurant, que se desarroll¨® al rebufo de la Revoluci¨®n francesa. As¨ª nos dice que: 'El restaurante es un comercio en el que se ofrece al p¨²blico un fest¨ªn siempre dispuesto, y cuyos platos se detallan, por raciones a precio fijo, a demanda de los consumidores'. En los primeros restaurantes, los platos se hallaban inscritos en grandes tablones o pizarras con las especialidades del d¨ªa y sus tarifas. Pasaron muchos a?os hasta que estas sugerencias se expresaran por escrito a cada comensal. Por lo general, conocemos hoy d¨ªa como men¨² o minuta las ofertas del restaurante que tienen un car¨¢cter de comida completa con platos taxativamente fijados (as¨ª como, por lo general, su precio). Y, por contra, la carta, aunque tenga una significaci¨®n casi id¨¦ntica en su origen, se entiende hoy m¨¢s como una serie de propuestas de las que puede optar el comensal libremente, seg¨²n su gusto.
Dentro de lo que hemos conocido siempre como men¨² fijo, los hay de distinto pelaje y categor¨ªa. Desde los pantagru¨¦licos men¨²s de fiesta de los siglos XVIII y XIX, con una nomina de platos interminable, de los que hoy d¨ªa es heredero, en sentido minimalista, el men¨² degustaci¨®n largo y estrecho. Por contra, el hermano pobre es, sin duda, el Men¨² del d¨ªa (disfrazado a veces con eufemismos como el men¨² de trabajo o de la casa). Por desgracia, hoy por hoy, este men¨² del d¨ªa, sucesor del desprestigiado y burocr¨¢tico men¨² tur¨ªstico (nefasto invento del Ministerio de Informaci¨®n y Turismo de la era Fraga), no ha mejorado mucho la vulgaridad de su antecesor. Pululan por doquier este tipo de men¨²s en los que siempre nos topamos con una retah¨ªla de platos aburridos, hechos sin gracia -cuando no penosamente realizados- y en los que no falta la consabida ensalada mixta, el filete de baja calidad o el escalope grasiento, el flan y el yogur.
De todas formas, en caso de duda, es mejor aferrarse a ofertas simplonas y ricas )potajes y guisotes, pescados baratos, pero frescos) que optar por platos elaborados con g¨¦neros m¨¢s encopetados pero de rebajas. No hagamos nunca como esa persona, aparentemente culta, que hizo la pregunta m¨¢s tonta del mundo ante la oferta de un men¨² inferior a mil pesetas: '?La merluza del men¨² es fresca?' Y es que, a veces, queremos duros a peseta. Hay contadas excepciones (y m¨¢s que desconozco) que son gloriosas en este reino de la vulgaridad del men¨² del d¨ªa.
En Zumarraga, el restaurante Kabia, con Juanma Hurtado al frente, ofrece un men¨² diario, de insuperable relaci¨®n calidad-precio, a tan solo a 1.200 pesetas (el fin de semana a 1.800), en que se pueden ver entre otras lindezas: una ensalada de bacalao con mahonesa de anchoas, quiche de verduras con salsa de hongos, rabo de buey en hojaldre y helado de caf¨¦ irland¨¦s con salsa de chocolate blanco. En San Sebasti¨¢n, en el renovado Patio de Ramuntxo (Jokin de Aguirre con su joven equipo dirigido por Asier Abal) nos ofrecen cambiantes e imaginativos men¨²s del d¨ªa (1.800 pesetas, vino por copas aparte) con ofertas as¨ª: arroz cremoso de hongos con bacalao, salmonetes con coliflor, crema de lim¨®n y tomillo, costilla de cerdo glaseada con frambuesas y mousse de pi?a con pi?a caramelizada. En la Parte Vieja donostiarra, el emergente restaurante La muralla, cuyo chef es I?igo Bozal, proponede lunes a viernes un men¨² apote¨®sico (2.000 pesetas con un vino m¨¢s que digno) que cambia cada semana y con cinco ofertas por cada una de las tres partes del men¨². Como bot¨®n de muestra: pasta con gambas y salsa de ahumados, ensalada de pollo escabechado con pi?a, magret de pato con manzanas y salsa agridulce y biscuit de pl¨¢tano con crema de chocolate amargo. Es decir, lo m¨¢s sencillo puede ser imaginativo. Poco dinero, muchas ideas. ?Por qu¨¦ no?
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