Photo Espa?a, una revelaci¨®n
Bien organizada y con una muy variada oferta de autores, Photo Espa?a gira, en su cuarta convocatoria, en torno al tema del Sur. Con el fen¨®meno reciente de la globalizaci¨®n, el tema de las otras culturas ya ha constituido el eje de numerosas iniciativas art¨ªsticas internacionales en los ¨²ltimos a?os en el extranjero; pero en cambio, en el aspecto estrat¨¦gico, no puede pasar por alto su oportunidad para un pa¨ªs como Espa?a, cuya capital se sit¨²a durante m¨¢s de un mes como centro organizativo de un evento que por fin alcanza nivel internacional. Tambi¨¦n posee una coherencia suficiente en lo relativo a la tem¨¢tica, a diferencia de la trienal barcelonesa, entre cuyas numerosas iniciativas tan s¨®lo hay dos o tres propiamente meditadas y en la que todo parece un parche, como indica sabiamente la tirita de su logotipo.
En todo caso, hay que felicitar a La F¨¢brica, dirigida por Alberto Anaut, por la consolidaci¨®n del festival y este ¨¦xito de convocatoria. ?Ser¨¢ porque ha sido organizado por la iniciativa privada, que no recompensa tan s¨®lo a sus ac¨®litos pol¨ªticos y que ve en la calidad, la eficacia y el criterio los par¨¢metros por los que guiarse? ?O ser¨¢ que el medio de la fotograf¨ªa es menos mezquino que el de las artes pl¨¢sticas y en ¨¦l a¨²n existe, por su juventud, un entusiasmo compartido?
Photo Espa?a, bajo la direcci¨®n art¨ªstica de Oliva Mar¨ªa Rubio, ha contado con comisarios invitados del prestigio de Christian Cajoulle, ex director del Festival de Arl¨¦s; Pablo Ortiz Monasterio, impulsor del Centro de la Imagen de M¨¦xico, y Alejandro Castellote. Y del conjunto de las exposiciones vistas, les contar¨¦ lo que a m¨ª me ha parecido m¨¢s original. Una colectiva de artistas surafricanos revelaba -que ya es mucho- a tres excelentes fot¨®grafos. Uno de ellos es Roger Ballen, cuyos personajes est¨¢n, por su embrutecimiento f¨ªsico y ps¨ªquico, en el l¨ªmite de lo humano. Uno sal¨ªa con ganas de suicidarse despu¨¦s de ver a sus hermanos orejudos, un cachorro medio ahogado entre unos pies inmundos o a un borderline con su cerdo, verdaderas prolongaciones de aquellos 'desv¨ªos de la naturaleza' de los que hablaban Leiris y Bataille. Muy distinto es el mundo de Van der Merwe, que invita al espectador a hacer de voyeur -linterna incluida- de unas fotograf¨ªas de desnudos masculinos en parajes rocosos, algunos de ellos con su sexo en erecci¨®n, junto a fotograf¨ªas de grandes paisajes. Hijo de latifundistas, dice asociar la masculinidad al ser terrateniente, ya que en Sur¨¢frica s¨®lo se hereda si se es blanco y var¨®n. Y luego est¨¢ Jane Alexander, quien fotograf¨ªa a los ni?os de la calle -que eran encarcelados en verano durante el apartheid y dejados sueltos en invierno- con unas misteriosas m¨¢scaras, en unas im¨¢genes llenas de un misterio sobrecogedor,inquietante. El descubrir lo que se hace en tierras remotas nos lleva de la mano a otra de las mejores colectivas, la titulada Ir¨¢n, recorridos cruzados (que se expondr¨¢ en Barcelona). En ella Malekeh Nayimi manipula con colores retratos antiguos, y el resultado es una peque?a maravilla; Isabelle Eshragi nos describe la vida cotidiana de las mujeres iran¨ªes con soltura y poes¨ªa, y Shadi Gharidian las captura con traje y pose tradicional, y siempre con un detalle contempor¨¢neo, como gafas de sol o un peri¨®dico.
Despu¨¦s est¨¢ Cristina Garc¨ªa Rodero, en una exposici¨®n un punto excesiva de obras, pero con piezas maestras. Con su apariencia de gentil ama de casa -aunque con unos ojos como los de Brassa? en femenino-, esta mujer igual te fotograf¨ªa un espect¨¢culo porno como lo que une ciertos ritos vud¨²s y ciertos ritos cristianos: el trance, la histeria, el estar m¨¢s all¨¢, el ser transmisor. Y as¨ª, en su Hait¨ª, los personajes que surgen del barro son visiones puras de la alucinaci¨®n.
Otro tipo de magia est¨¢ presente en la obra del que se dice que es el 'inventor de la fotograf¨ªa en color', William Eggleston. El profundo sur de Estados Unidos est¨¢ reflejado en un rico blanco y su criado de color, en los caballos y los gigantescos coches, pero va m¨¢s all¨¢ en sus fotografias de adolescentes calcadas de los prerrafaelitas ingleses, en la brutalidad de un congelador repleto y en la luz sobrenatural que ba?a un fregadero. Otros descubrimientos son los de Juan Manuel Castro Prieto -con sus impecables im¨¢genes de un Per¨² at¨¢vico y de cielos antes o despu¨¦s de la tormenta- y el de la exposici¨®n en el Instituto de M¨¦xico, una peque?a joya. En ella Juan Cris¨®stomo M¨¦ndez, un fot¨®grafo de principios de siglo, y el pintor Francisco Toledo se unen bajo el tema del erotismo. La exuberante sensualidad del primero contrasta con las crudas visiones de sus genitales en el segundo, pero no se sabe cu¨¢l es mejor... En definitiva, una convocatoria para no perd¨¦rsela.
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