Puro conformismo
A los novilleros no se les puede negar que est¨¢n placeados, que manejan con soltura los enga?os y que trazan algunos pases que resultan bonitos; no se les puede negar la ilusi¨®n con la que dicen que hacen el pase¨ªllo en la Maestranza y los muchos sue?os de gloria que atesoran en noches en vela.
Pero tampoco se les puede negar su conformismo. Son hijos de la ¨¦poca de la comodidad, y se les nota demasiado. Los tres novilleros de ayer torean bien y se muestran seguros en su quehacer, pero salen con la derrota dibujada en la cara, con el ¨¢nimo muy corto y sin deseos de comerse el mundo.
As¨ª es muy dif¨ªcil triunfar; as¨ª es muy dif¨ªcil estar por encima de unos novillos blandos y nobles que exig¨ªan m¨¢s entrega por parte de sus matadores. ?se fue el problema fundamental de Jos¨¦ Luis Osuna, un novillero que tiene maneras de artista, que maneja con gracia el capote y la muleta, pero todo el resultado conseguido se redujo a una vuelta al ruedo.
San Miguel / Osuna, Mart¨ªnez, Montoya
Novillos de San Miguel (el 5?, devuelto por inv¨¢lido), muy flojos, sosos y nobles; el 4?, encastado. Jos¨¦ Luis Osuna: estocada y un descabello (ovaci¨®n); pinchazo y casi entera ca¨ªda (vuelta). Sergio Mart¨ªnez: estocada baja (ovaci¨®n); tres pinchazos, media y un descabello (silencio). Juan Miguel Montoya: pinchazo y estocada (palmas); cinco pinchazos -aviso- y estocada (silencio). Plaza de la Maestranza, 17 de junio. Novillada de abono. Media entrada.
Y eso que tuvo toro para el triunfo, el cuarto, un novillo encastado que fue a m¨¢s en la muleta y que le permiti¨® varias tandas por ambos lados, casi todas r¨¢pidas y superficiales. Destac¨® m¨¢s por naturales, algunos de bella factura, pero su labor no fue ni maciza ni ligada.
De hecho, s¨®lo dio la vuelta cuando su encastado oponente, de embestida larga y a veces ¨¢spera, le ofrec¨ªa un triunfo mayor. Ya demostr¨® en su primero que sabe torear en unas hondas ver¨®nicas y largos naturales; lo que no qued¨® claro es si tiene madera de triunfador.
El conformismo, como casi todo en la vida, se contagia. Por tal motivo, Mart¨ªnez y Montoya pasaron inadvertidos. El primero, de gran estatura, traza bien los muletazos, pero su toreo resulta desangelado. Entre su frialdad y la invalidez de los novillos no encontr¨® la forma de calentar el ambiente. La verdad es que su lote no fue propicio para el triunfo, lo que no le exime del pecado de conformismo.
Y el tercero no iba a ser menos. Montoya quiere hacer un toreo agitanado, pero le falta el sosiego necesario para que su labor resulte meritoria. La faena a su primero, un novillo soso y blando, fue larga, triste y aburrida.
Mejor¨® en el sexto, tan blando como sus hermanos, y logr¨® sus mejores momentos en aislados derechazos largos y desmayados. El novillo fue a menos y tambi¨¦n el ¨¢nimo del novillero, conformista siempre, que dio un mitin a la hora de matar.
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