En la cama del genio
El turismo se acaba y no quiero estropearles las vacaciones. Lo que acabar¨¢ pronto es la antigua noci¨®n de trueque impl¨ªcita en las salidas fuera de casa. Esa noci¨®n de permuta de una realidad agobiada y parecida todos los d¨ªas a s¨ª misma, por otra nueva e inesperada, abierta al azar de un itinerario donde no haya muebles ni vecinos sabidos. En el moderno desplazamiento tur¨ªstico se va cada vez m¨¢s de paquete, como el segund¨®n pasivo de las motos, y el obligatorio casco de la seguridad que proporciona la agencia de viajes nos hace a todos pr¨¢cticamente iguales bajo la visera. Y somos tantos. Tan vulgares al elegir destino.
Contra el reino del minibar en la habitaci¨®n del hotel y los buf¨¦s con calderos de beicon frito y jud¨ªas ba?adas en salsa de tomate para el desayuno masivo, se invent¨® el minimalismo de las casas rurales y las magdalenas artesanales, pero ¨¦stas ya no nos sacan del atolladero. En las hospeder¨ªas de muchos monasterios hay lista de espera.
Esperanza. Es lo que he sentido leyendo el anuncio de que ustedes o yo podemos alquilar la espl¨¦ndida casa donde vivi¨® los ¨²ltimos 20 a?os de su vida y escribi¨® varias obras maestras Henry James. La casa tiene (esa generosidad tan brit¨¢nica con las cosas inanimadas) un nombre,Lamb House, y est¨¢ en Rye, un precioso pueblecito costero al sur de Londres que visit¨¦ hace a?os. Aunque el prop¨®sito de aquel viaje no era rendir culto a James, sino consumar un ligue que en la gran ciudad se me resist¨ªa, la verdad es que tuvimos tiempo en los respiros del dirty weekend de acercarnos a Lamb House, que entonces ni se alquilaba ni se visitaba. Pero como los ingleses -otra costumbre de gente forjada en la liberalidad- suelen dejar descorridos los visillos de sus ventanas, pude ver desde la calle todo lo que quiso mi imaginaci¨®n. Un sal¨®n todav¨ªa victoriano, unas librer¨ªas de buena madera, el escritorio con vistas al mar al que quiz¨¢ se sentaba el mism¨ªsimo maestro. Y todo eso ofrecido hoy por 1.100 libras esterlinas al mes, que, seg¨²n est¨¢ el ¨ªndice de precios en Madrid, no es nada. ?Se oir¨¢n en Lamb House sicofon¨ªas jamesianas?
Nunca he sido muy aficionado como viajero a hacer la ruta de los grandes artistas; prefiero, por un af¨¢n de lujo me temo que peque?oburgu¨¦s, la de los grandes expresos europeos. Ahora bien, una cosa es visitar tur¨ªsticamente, despu¨¦s de la catedral, el museo o la mezquita, la casa final de Goya en Burdeos, el jard¨ªn japon¨¦s creado por Monet, la suite del hotel marroqu¨ª en la que dicen que Orson Welles se embriagaba para darle un sentido al rodaje de Otelo, y otra distinta vivir en los lugares donde los genios admirados tuvieron los mismos problemas de fontaner¨ªa que t¨² tienes en tu pisito alquilado. No creo en ning¨²n dios, ni siquiera (como dec¨ªa el ateo Bu?uel) en el verdadero, pero soy devoto de los santos evangelios del arte. De ah¨ª la v¨ªa prometedora que se nos abre a partir del cartel de For rent puesto en la casa de James.
El municipio propende hoy a la placa conmemorativa y la apertura de casas-museo donde hasta el orinal del gran difunto se expone en vitrina. Eso es mitoman¨ªa paleta m¨¢s que fe en la palabra creadora. No hay que desfallecer. Artistas los ha habido a millares y muchos de ellos tuvieron que mudarse a menudo, dejando pufos a la patrona. Todo es ponerse a buscar. Lo que nos espera es el turismo ejemplar. Abandonar la playa atiborrada por el sendero arbolado donde Rilke todas las tardes paseaba pensando en el siguiente verso de una eleg¨ªa de Duino. Mirar por la ventana de Vicente Aleixandre en la casa familiar de la antigua calle Velintonia. A pocos metros est¨¢ el Madrid del claxon, pero si tus ojos se fijan tanto en las cosas cercanas como los de ¨¦l, quiz¨¢ te salga una buena met¨¢fora. Y habr¨¢ viviendas oscuras, mal ventiladas, recuperables, donde la cama de un genio siga a trav¨¦s de los siglos caliente para que tu cuerpo encuentre en ella consuelo. ?se s¨ª que es un viaje inolvidable.
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