?Resistir¨¢ el Atl¨¦tico?
Toc¨® llorar en casa de los Gil. Toc¨® tristeza. El Atl¨¦tico deber¨¢ arrastrarse otro a?o por la Segunda. Y de nuevo, con el drama todav¨ªa caliente, asaltan las dudas. ?Lo resistir¨¢ el Atl¨¦tico? ?Ser¨¢ capaz de soportar el desgaste de otra incursi¨®n por la categor¨ªa? No es una inc¨®gnita deportiva, por donde la lecci¨®n del estrepitoso fracaso de este curso parece aprendida -la designaci¨®n de Luis Aragon¨¦s como entrenador no es s¨®lo una garant¨ªa, sino la prueba m¨¢s palpable de que esta vez s¨ª se quiere empezar el proyecto por orden-. La pregunta es econ¨®mica, variable a partir de la cual, guste o no, se interpreta el f¨²tbol de esta ¨¦poca. Ya no es una cuesti¨®n de goles, sino de millones. Y es por ah¨ª por donde la condena de otro a?o en el infierno suena en el est¨®mago del Atl¨¦tico a pu?alada mortal.
En el primer viaje por la Segunda Divisi¨®n, pese al v¨¦rtigo que gener¨® al principio el descenso, la tesorer¨ªa del club bail¨® sevillanas. Una p¨®liza de seguro suaviz¨® el agujero de los fijos por derechos de televisi¨®n, la plantilla estaba repleta de piezas jugosas que vender bajo la coartada del 'c¨®mo van a querer jugar en segunda' y la mercadotecnia funcion¨® como un tiro. El Atl¨¦tico hizo portentosas piruetas de marketing, las orient¨® alrededor de una hinchada exagerada en su fidelidad, y supo venderse en Segunda. Probablemente mejor que de haber seguido en Primera. El a?ito en el infierno le sali¨® al Atl¨¦tico de lo m¨¢s rentable. Pero un segundo a?o...
El panorama pinta en bastos. El club, aunque en una versi¨®n light, sigue fiscalizado. No le quedan demasiadas piezas en el escaparate para ofrecer. Ni excusas a las que aferrarse para desprenderse de, caso Fernando Torres, con las que a¨²n cuenta. Y en el negocio que se mueve alrededor del f¨²tbol, en la pura venta del producto, son esta vez los actores de la parte contraria los que sujetan la sart¨¦n por el mango. El Atl¨¦tico est¨¢ atrapado, condenado a apretarse dos o tres agujeros m¨¢s el cintur¨®n. Y obligado, mientras desarrolla una revoluci¨®n deportiva desde la modestia y el sentido com¨²n, a temerse lo peor en asuntos de contabilidad.
Le queda una bala, la hinchada, cuya capacidad de aguante tiene la ¨²ltima palabra. Hoy por hoy el Atl¨¦tico no es m¨¢s que una cuota de mercado. No tiene m¨¢s patrimonio que la devoci¨®n emocional que genera entre sus seguidores. Un capital abstracto, pero que le ha permitido seguir como tercera marca espa?ola pese a la Segunda Divisi¨®n, pese a sus gestores y pese a lo que usted quiera. Y de su habilidad para conservarlo depende ahora la salud del club. Si la afici¨®n rojiblanca repite en su fidelidad, si las gradas del Calder¨®n se llenan de 50.000 cada ma?ana por muy Ja¨¦n de turno que se ponga delante, si la venta de camisetas y bufandas permanece en lo m¨¢s alto del top ten, entonces vale. Pero no parece f¨¢cil. Hasta para un seguidor tan especial como el atl¨¦tico, la paciencia tiene un techo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.