De Espa?a vengo
La zarzuela recobra, de nuevo, el pulso. Estamos, en esp¨ªritu y planteamiento, en las ant¨ªpodas de la representaci¨®n anterior de Pan y toros. Con El ni?o jud¨ªo se vuelve la mirada a las esencias populares del g¨¦nero. Jes¨²s Castej¨®n lleva la escena con maestr¨ªa, dominando cada truco del teatro y consiguiendo un ponderado equilibrio entre el tono de revista y un incisivo sentido del humor. Lleva, claro, la zarzuela en las venas, y eso se nota.
Se nota, sobre todo, en la soberbia direcci¨®n de actores del cuarteto protagonista: Rafa Castej¨®n, de casta le viene al galgo; Carmen Gonz¨¢lez, llena de temperamento y fogosidad; Pedro Miguel Mart¨ªnez, colosal actor, con gracia por arrobas, y el actor de cine Mulie Jarju, que se integra a las mil maravillas en el corte ir¨®nico de la comedia. La escena par¨®dica de imitaci¨®n de las hermanas Catafalco es desternillante, por la capacidad de poner todos los t¨®picos patas arriba. La zarzuela es disparatada: un viaje desde Madrid a Alepo (Jerusal¨¦n) y la India, en busca de un padre rico para un ni?o jud¨ªo. Castej¨®n se mueve a sus anchas en el retrato madrile?o-orientalista. Hay una gran sensaci¨®n de movilidad (el espect¨¢culo comienza en la calle con danzas del vientre y ritmos orientales y llena tambi¨¦n el entreacto).
Adem¨¢s est¨¢ el director musical Miguel Roa, que tambi¨¦n lleva la zarzuela en la sangre. En el ritmo general de la representaci¨®n y en momentos concretos especiales, como la coreograf¨ªa de las esclavas (magn¨ªfica, por cierto), de la que Roa extrae un sonido precioso de la orquesta. En la sensaci¨®n satisfactoria de conjunto se disculpa que algunas voces sean limitadas y que la dicci¨®n de algunos cantantes no siempre sea transparente y precisa (Albert Montserrat es, en este sentido, quiz¨¢ el m¨¢s riguroso). Lo que sobresale, lo que trasciende al espectador es una inmensa sensaci¨®n de verdad. Hay tambi¨¦n excesos -la escena sadomasoquista del tormento, por ejemplo- pero enturbian poco el ritmo de un espect¨¢culo lleno de vitalidad, de humor socarr¨®n, de conocimiento de lo que se trae entre manos. El p¨²blico zarzuelero, tan bullicioso como siempre, disfrut¨® de lo lindo. Y al final todos, o casi todos, sal¨ªan a la calle con la sonrisa puesta.
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