Antiglobalizadores
Es cada vez m¨¢s dif¨ªcil organizar una reuni¨®n internacional sin que grupos de antiglobalizadores violentos intenten reventarla. Durante el ¨²ltimo a?o se ha vivido esta presi¨®n desde Seattle hasta Gotemburgo, e incluso este fin de semana en Barcelona, a pesar de que el Banco Mundial anulara, por temor a ese fen¨®meno, su reuni¨®n, reemplaz¨¢ndola por una videoconferencia. La protesta antiglobalizadora es parte indisociable de la propia globalizaci¨®n. Pero es necesario separar y marcar una frontera bien clara entre las inaceptables expresiones violentas de una parte de los que protestan y el contenido de su protesta, compartido por personas que merecen ser escuchadas.
As¨ª lo comprendi¨® el Foro Econ¨®mico Mundial de Davos, que este a?o supo protegerse de los violentos, pero incorpor¨® en sus debates a algunos representantes de los movimientos antiglobalizaci¨®n, as¨ª como sus preocupaciones: las crecientes diferencias entre ricos y pobres, la brecha digital, las patentes caras para unos medicamentos que ?frica no se puede pagar o el deterioro medioambiental. Tambi¨¦n la falta de control democr¨¢tico de la globalizaci¨®n misma. La protesta no est¨¢ exenta de contradicciones, pues un personaje como el franc¨¦s Jos¨¦ Bov¨¦ se agita contra la globalizaci¨®n y quema un McDonald's, pero quiere que se mantengan a raya las importaciones de productos de pa¨ªses pobres, en defensa de la sacrosanta pol¨ªtica agr¨ªcola de la UE.
Si no hace tanto tiempo la informaci¨®n de los movimientos de protesta circulaba en ciclostil, los variopintos movimientos antiglobalizadores han sabido aprovechar bien algunos aspectos de la globalizaci¨®n, como la Red, con sus p¨¢ginas web, el correo electr¨®nico y los tel¨¦fonos m¨®viles, elementos para comunicarse y coordinarse. El mayor impacto de la reuni¨®n antiglobalizaci¨®n en Porto Alegre (Brasil), en enero de 2001, frente a la de Davos, se produjo esencialmente a trav¨¦s de Internet. El abaratamiento de los transportes, otra caracter¨ªstica de la actual globalizaci¨®n, facilita viajar a estos manifestantes, que suelen ser esencialmente j¨®venes, lo que favorece las concentraciones de miles de ellos en un lugar determinado. Es lo que se ha venido a llamar la Red Mundial de Descontentos.
En Gotemburgo, algunos Gobiernos, incluido el espa?ol, acusaron a estos movimientos de ser todo menos espont¨¢neos, insinuando la existencia de fuentes ocultas de financiaci¨®n. La prensa italiana ha publicado reportajes sobre contactos entre grupos italianos y vascos. Pero ya no hay oro de Mosc¨² que financie estas movilizaciones. Claro que se coordinan, se financian y se organizan, y preparan sus actos y manifestaciones como todo hijo de vecino. Estamos ante una nueva forma de protesta a la que no se puede responder con medidas del siglo XIX.
Adem¨¢s, es saludable que haya grupos, especialmente de j¨®venes, que expongan estas preocupaciones con la fuerza de los argumentos morales, pero no con el argumento de la fuerza. Contra ¨¦sta, las autoridades p¨²blicas leg¨ªtimas deben tomar medidas, en el mismo sentido en que el control de los violentos en los estadios no debe llevar a impedir los partidos de f¨²tbol. Espa?a afronta a este respecto un reto real en el primer semestre de 2002, en las diversas cumbres de la UE bajo presidencia espa?ola. La polic¨ªa debe tomar precauciones y estudiar medidas preventivas para evitar lo que hicieron sus inexpertos colegas suecos en Gotemburgo: usar fuego real contra los manifestantes.
?stos son nuevos tiempos que reclaman sobre todo que la globalizaci¨®n se gobierne de forma democr¨¢tica y con justicia social. Mientras eso no ocurra, hay que asumir que la antiglobalizaci¨®n ha pasado a formar parte de la globalizaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.