Los Omeyas
Por fin lo conseguimos. Dispon¨ªamos de entradas para visitar la exposici¨®n del a?o, El esplendor de los Omeyas. Con mucha ilusi¨®n partimos hacia C¨®rdoba.
Horas despu¨¦s, si tuviera que elegir una palabra para expresar lo que sentimos a la salida del recinto, decepci¨®n resultar¨ªa la id¨®nea. Dejando a un lado los grupos de turistas que se mueven por impulsos, con horarios estresantes, capaces de visitar toda una regi¨®n en 24 horas, los que visitamos este tipo de muestras buscamos enriquecernos, adquirir algo nuevo que no tenemos previamente.
Pues bien, en la exposici¨®n sobre los Omeyas este aprendizaje resulta casi imposible, no ya s¨®lo porque se carece de folletos informativos que nos muestren algo m¨¢s que un somero itinerario y el emplazamiento de los aseos, sino porque los paneles con textos explicativos brillan por su ausencia. Tan s¨®lo en la Sala de los Visires se explica a modo de libro de texto de secundaria, y esto no dice mucho a su favor, el origen del islam y el desarrollo de sus califatos durante la Edad Media. Pero, ?c¨®mo viv¨ªan, qu¨¦ pensaban, c¨®mo se organizaban social, jur¨ªdica y econ¨®micamente? ?Qu¨¦ mejor escenario que el sal¨®n rico para describirnos el ritual ceremonial del califa, la jerarquizaci¨®n ¨¦tnica y militar del Estado, la tolerancia y respeto hacia cristianos y jud¨ªos? ?Para qu¨¦ tanta acumulaci¨®n de objetos sin ninguna contextualizaci¨®n?
Todas estas preguntas me invad¨ªan, a la vez que lamentaba la ocasi¨®n que se estaba perdiendo para difundir muchos aspectos de nuestra Historia Medieval que hasta hace pocos a?os, e incluso a¨²n hoy en determinados ¨¢mbitos, no pasan de la mal llamada Reconquista y de las leyendas de harenes y amores prohibidos.
Magn¨ªficos los aguamaniles, los cofres de marfil, los candiles de bronce, las redomas y ataifores, la boca de fuente en forma de ciervo, el facs¨ªmil de El collar de la paloma de Ibn Hazm, el astrolabio, los vidrios, el pa?o de seda milenario... pero, ?qui¨¦nes estaban detr¨¢s de todo eso?-
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