El jugador que explica el enigma del f¨²tbol
Los entrenadores designan a Ra¨²l mejor jugador del a?o por quinta vez en los ¨²ltimos seis a?os, lo que significa el reconocimiento a un futbolista que hace ¨¦poca y que desaf¨ªa muchas convenciones
A veces dan ganas de preguntarse qu¨¦ gasta de especial Ra¨²l. No es r¨¢pido, ni fuerte; no es un chutador, ni un cabeceador; tiene m¨¢s imaginaci¨®n que habilidad y no tiene el f¨ªsico para sostener toda su imaginaci¨®n. Ahora que est¨¢ de moda relacionar el f¨²tbol con el sistema de pesas y medidas, Ra¨²l es un enigma maravilloso porque cuestiona cierto cientifismo de tres al cuarto. Se puede decir que Ra¨²l es un compendio de cualidades intangibles, lo que supone un problema para aquellos que pretenden destripar el f¨²tbol con teor¨ªas esquem¨¢ticas. Pero, por si acaso, Ra¨²l tambi¨¦n responde con n¨²meros a los que piden n¨²meros, de tal manera que no hay debate posible. Ra¨²l no es una cuesti¨®n de gustos porque rebasa lo subjetivo. Despu¨¦s de siete temporadas en Primera, ha logrado 127 goles, cifra que le coloca en el 28? puesto de la lista hist¨®rica de goleadores de la Liga. No est¨¢ mal para un jugador que el mi¨¦rcoles cumple 24 a?os.
Sus n¨²meros son tan disuasorios que hasta los esc¨¦pticos se sienten obligados a claudicar ante el delantero madridista. Su eficacia es demasiado constante como para discutirle. De las seis ¨²ltimas encuestas de EL PA?S, Ra¨²l ha ganado cinco. Que su designaci¨®n proceda de los entrenadores, ayuda en la idea que se tiene de ¨¦l como el jugador que todos los t¨¦cnicos desear¨ªan tener. Estamos, por tanto, ante un futbolista que hace ¨¦poca.
Las intangibles cualidades que tanto ayudan a Ra¨²l se relacionan con el viejo arte del f¨²tbol, con ese misterio que consiste en saber jugar, cosa que es muy evidente en Ra¨²l. Probablemente pasar¨¢ a la historia como un goleador vicioso, pero su eficacia en el ¨¢rea no es la del jugador puramente instintivo que no logra descifrar el secreto de su ¨¦xito. Digamos que Ra¨²l es un intuitivo cartesiano, algo que, en su caso, no es contradictorio. Por supuesto, dispone del don de los goleadores, y eso ni se compra ni si vende. Se tiene. Pero la mayor¨ªa de sus goles son perfectamente explicables a trav¨¦s del m¨¦todo. Entra y se va de la jugada como Hugo, se anticipa como el primer Butrague?o, descubre los errores defensivos antes que nadie, atiende a los rechaces con una tenacidad admirable, busca las zonas donde los centrales se sienten m¨¢s inc¨®modos y toma decisiones en el ¨¢rea con frialdad de cirujano. Todas estas cualidades hacen de Ra¨²l un goleador de primer nivel, pero le explican de manera insuficiente como futbolista, porque se trata de un jugador cuyo peso no se limita al ¨¢rea. Para empezar gana partidos, algo que no es equivalente a su condici¨®n de goleador. Son mundos distintos que convergen en el caso del delantero del Madrid: cuando peor pintan los partidos, m¨¢s f¨¢cil es que los decida Ra¨²l. Y no s¨®lo es un ganador con los n¨²meros en la mano, lo que ser¨ªa suficiente para acreditarle como una gran estrella. Su aportaci¨®n llega a zonas del equipo que parecen muy alejadas de las obligaciones de un delantero.
Su facilidad para desentra?ar los partidos admite pocas comparaciones en el f¨²tbol espa?ol. Muchas veces se descuelga hasta el centro del campo y comienza a operar como un centrocampista, sin perder su mirada al ¨¢rea. Es entonces cuando se re¨²nen en Ra¨²l el goleador de siempre y el centrocampista de toda la vida: dos grandes futbolistas por el precio de uno. O sea, un jugador impagable. Lo mismo se puede decir cuando acude a los costados ante la alarma de los centrales, que se ven obligados a pensar demasiado y a tomar decisiones complicadas. Por ah¨ª aparece otra de sus mayores cualidades, si no la mayor: la capacidad para trasladar el f¨²tbol al plano mental, o del pensamiento. Su triunfo consiste en tomar las mejores decisiones en el menor tiempo posible y hacer que sus rivales tomen las peores decisiones durante el mayor tiempo posible. ?ste es el terreno que el cientifismo no puede controlar y que Ra¨²l domina como nadie. El terreno, en fin, que convierte el f¨²tbol en un misterio formidable, para frustraci¨®n de aquellos que pretenden explicarlo como si fuera el sistema m¨¦trico decimal. Para aquellos que nunca lograr¨¢n descifrar a jugadores como Ra¨²l.
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